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La puerta principal se abrió y entró Adikor. Paba se despertó y corrió a recibirlo.

—Ésa es mi chica —dijo Adikor, agachándose para rascar la cabeza de la perra.

—Hola, Adikor —dijo Ponter, sin levantarse.

—Hola, Ponter. ¿Cómo ha ido la ceremonia de la unión?

—A ver cómo te lo explico. ¿Qué es lo peor que podría haber pasado?

Adikor frunció el ceño.

—¿Tryon se clavó la lanza en el pie?

—No, no. Tryon estuvo bien. La ceremonia en sí fue bonita.

—¿Entonces qué?

—Daklar Bolbay estaba presente.

—Cartílagos —dijo Adikor, sentándose en una silla de horcajadas—. Eso habría sido incómodo.

—Ya sabes que dicen que sólo los machos son territoriales, pero…

—¿Qué pasó?

—Ni siquiera lo sé. No es que Mary y Daklar tuvieran una discusión ni nada por el estilo, pero… .

—Pero las dos sabían de la otra.

Ponter se puso a la defensiva, incluso él se daba cuenta.

—No les he ocultado nada a ninguna de las dos. Ya sabes que el interés de Daklar me pilló por sorpresa y, bueno, entonces no sabía que volvería a ver a Mary. Pero ahora…

—Dos se convertirán en Uno pasado mañana. No verás a Jasmel, te lo garantizo. Recuerdo el primer Dos que se convierten en Uno después de mi unión con Lurt. Apenas salimos a respirar.

—Lo sé —dijo Ponter—. Y aunque veré a Mega…

—Todavía tendrás que decidir con quién vas a pasar el tiempo… y en casa de quién vas a dormir.

—Esto es ridículo. No tengo ningún compromiso con Daklar.

—Tampoco lo tienes con Mary.

—Lo sé. Pero no puedo dejarla abandonada durante Dos que se convierten en Uno.

Ponter hizo una pausa, esperando que Adikor no se ofendiera por sus siguientes palabras.

—Créeme, sé lo solitario que uno se siente.

—Tal vez ella debería volver a su casa antes de que llegue ese momento —dijo Adikor.

—No creo que le gustara.

—¿Con quién quieres estar tú?

—Con Mary. Pero…

—¿Sí?

—Pero ella tiene su mundo, y yo tengo el mío. Los obstáculos son formidables.

—Si puedo ser tan atrevido, viejo amigo, ¿dónde encajo yo?

Ponter se sentó en el sofá.

—¿Qué quieres decir? Tú eres mi hombre-compañero. Yo nunca permitiría que eso cambiara.

—¿No?

—Por supuesto que no. Te quiero.

—Y yo te quiero a ti. Pero me has hablado de las costumbres gliksin. Mary no busca un hombre-compañero al que pueda ver unos pocos días cada mes, y dudo que quiera encontrar a una mujer-compañera en absoluto.

—Bueno, sí, las costumbres de su gente son distintas, pero…

—Es como los mamuts y los mastodontes —dijo Adikor—. Cierto, se parecen mucho, pero intenta mezclar un mamut macho con una mastodonte hembra, ¡Y cuidado!

—Lo sé —dijo Ponter—. Lo sé.

—No veo cómo vas a conseguir que funcione.

—Lo sé, pero…

—¿ Puedo decir algo?

Era la voz de Hak.

Ponter se miró el antebrazo izquierdo.

—Claro.

—Sabes que normalmente me mantengo al margen —dijo el Acompañante—. Pero hay un factor que no estás teniendo en cuenta.

—¿Sí?

Hak pasó a los implantes auriculares de Ponter.

—Puede que quieras que te diga esto en privado.

—Tonterías. No tengo secretos para Adikor.

—Muy bien —dijo Hak, pasando al altavoz externo—. La sabia Vaughan se está recuperando de una experiencia traumática. Sus emociones y su conducta últimamente pueden ser atípicas.

Adikor ladeó la cabeza.

—¿Qué experiencia traumática? Quiero decir, sé que comer una comida que Ponter haya ayudado a preparar puede ser devastador, pero…

—Mary fue violada —dijo Ponter—. En su mundo. Justo antes de que yo llegara allí.

—Oh —dijo Adikor, poniéndose serio inmediatamente—.¿Qué le hicieron al tipo que la violó?

—Nada. Se escapó.

—¿Cómo es posible … ?

Ponter alzó el brazo izquierdo.

—No hay Acompañantes. No hay justicia.

—Huesos sin tuétano —dijo Adikor—. En qué mundo deben vivir…

34

Al día siguiente, Mary recorrió el pasillo del edificio donde se encontraba el laboratorio, apartándose para dejar paso a uno de los extraños robots que correteaban por los rincones de la sociedad neanderthal. Se preguntó por un momento por la economía de aquel mundo. Tenían IA, incluso robots. Pero también tenían un equivalente a los taxistas: estaba claro que no todos los trabajos habían sido automatizados.

Mary continuó su camino hasta que llegó a la habitación donde trabajaba Lurt.

—¿Tienes pensado hacer un descanso pronto? —preguntó, sabiendo lo mucho que ella misma odiaba que la interrumpieran cuando el trabajo iba bien.

Lurt miró la pantalla de su Acompañante, al parecer consultando la hora.

—Claro —dijo.

—Bien. ¿Podemos ir a dar un paseo? Necesito hablar.

Mary y Lurt salieron al exterior. Lurt adoptó la postura que Mary había visto adoptar frecuentemente a los neanderthales, inclinando levemente la cabeza hacia delante para que el ceño proporcionara la máxima sombra a los ojos. Mary se puso una mano por visera, contra la frente plana, intentando conseguir el mismo efecto. Aunque tenía asuntos más acuciantes en mente, haberse olvidado las Foster Grants al otro lado empezaba a ser una molestia.

—¿No tenéis gafas de sol? —preguntó.

—La gente que las necesita para ver, sí.

Mary sonrió.

—No, no, no. —Señaló hacia arriba—. Gafas de sol. Gafas que son oscuras para bloquear parte de la luz del sol.

—Ah —dijo Lurt—. Sí, esas cosas existen, aunque nosotros las llamamos —había hablado de corrido, pero hubo una pausa en la traducción mientras el Acompañante de Mary decidía cómo interpretar lo que Lurt había dicho—: escudos contra el resplandor de la nieve.

Mary lo comprendió de inmediato. Los ceños prominentes protegían eficazmente de la luz proveniente de arriba, y aunque el ancho rostro y la ancha nariz probablemente protegían los ojos de la luz reflejada por el suelo, habría veces en que las gafas oscuras serían útiles.

—¿Es posible conseguirme un par?

—¿Necesitas dos? —preguntó Lurt.

—Mm, no. Nosotros, ah, nos referimos a las gafas en plural… ya sabes, porque hay dos lentes.

Lurt sacudió la cabeza, pero de buen humor.

—Bien podéis referiros también a un par de «pantalones» —dijo—. Después de todo, tienen dos perneras.

Mary decidió no insistir.

—En cualquier caso, ¿puedo conseguir un escudo contra el resplandor de la nieve?

—Claro. Hay una pulidora de lentes aquí cerca.

Pero Mary vaciló.

—No tengo dinero… ni forma de pagarlas. Quiero decir, de pagado.

Lurt indicó el antebrazo de Mary y, al cabo de un momento, Mary advirtió que indicaba al Acompañante que llevaba allí. Mary presentó el antebrazo para que Lurt lo inspeccionara. Tiró de un par de diminutos controles y vio cómo en la pantalla bailaban unos símbolos.

—Lo que imaginaba —dijo Lurt—. Este Acompañante está conectado a la cuenta de Ponter. Puedes adquirir lo que desees, y él lo pagará.

—¿De verdad? Guau.

—Vamos, la tienda de la pulidora de lentes está por aquí.

Lurt cruzó una ancha franja de alta hierba, y Mary la siguió. Se sentía algo culpable gastando el dinero de Ponter, dado de lo que quería hablar con Lurt, pero empezaba a dolerle la cabeza y no quería tratar un tema tan delicado allí donde pudieran oída las compañeras de Lurt. No, más que eso: Mary estaba aprendiendo las costumbres neanderthales. Sabía que cuando estaban bajo techo, O cuando el viento no soplaba, un neanderthal podía saber lo que pensaba o sentía la persona con la que estaba hablando simplemente inhalando sus feromonas.