Mega era su verdadero nombre; Megameg era un diminutivo. Ponter sintió una oleada de tristeza, Su hija mayor era ya una adulta y su hija pequeña crecía rápidamente.
—Ah —dijo —. ¿Donde está Mega, entonces?
—Jugando con sus amigos —respondió Jasmel—. La veras más tarde.
Ponter asintió.
—¿Y qué tenéis en mente para esta mañana?
—Pensamos jugar un partido de Ladatsa —ofreció Tryon.
Ponter miro al joven. Era guapo, supuso, con hombros anchos, un ceño maravillosamente prominente, nariz claramente definida y profundos ojos púrpura. Pero había adoptado algunas de las tendencias de la juventud. En vez, de dejar que su pelo amarillo rojizo se dividiera naturalmente en el centro, se lo peinaba hacía el lado izquierdo, donde presumiblemente se lo sujetaba con una especie de pinza.
Ponter estaba a punto de aceptar la oferta del partido de Ladatsa (habían pasado muchos diez meses sin dar patadas a un balón), pero se acordó de sí mismo a esa edad, hacía veinte años, cuando cortejaba a Klast. Lo último que hubiese querido habría sido tener al padre de Klast merodeando cerca.
—No ——dijo—. Id vosotros dos. Os veré en la cena de esta noche.
Jasmel miró a su padre, y él vio que ella sabia que eso no era lo que quería realmente. Pero Tryon no era tonto; inmediatamente le dio las gracias a Ponter. Tomó la mano de Jasmel y se marcharon.
Ponter los vio irse. Jasmel seguramente daría a luz a su primer hijo al cabo de dos años, cuando tuviera que nacer la generación 149. Las cosas cambiarían entonces, pensó Ponter. Al menos tendría un nieto a quien cuidar cuando Dos se convirtieran en Uno.
El hoverbús se había marchado hacía rato. De vuelta al Borde para recoger otro puñado de hombres. Ponter se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la ciudad. Tal vez tomara un bocado para comer y…
El corazón le dio un vuelco. Era la última persona a quien esperaba ver, pero… Pero allí estaba de pie. Como si lo esperara.
Daklar Bolbay.
—Día sano. Ponter —dijo ella.
Conocía a Daklar desde hacía mucho tiempo, por supuesto: había sido la mujer-compañera de Klast. De hecho, si alguien podía comprender lo que había significado para Ponter la pérdida de Klast, esa persona era Daklar. Pero…
Pero ella se lo había hecho pasar muy mal a Adikor en ausencia de Ponter. ¡Acusarlo de asesinato! Vaya, Adikor no podría haber matado a Ponter (ni a nadie, por cierto) mas de lo que podía haberlo hecho el propio Ponter.
—Daklar —dijo Ponter, pasando por alto la habitual amabilidad.
Daklar asintió, comprendiendo.
—No puedo reprocharte que estés enfadado conmigo —dijo—. Se que le hice daño a Adikor. Y hacerle daño al compañero de uno es hacerle daño a ese uno. —Miró a Ponter a los ojos—. Te pido disculpas.
Ponter, total y completamente. Esperaba haber llegado a tiempo para decirle lo mismo a Adikor, pero veo que ya se ha marchado.
—Dices que lo sientes —dijo Ponter—. Pero lo que hiciste…
—Lo que hice fue horrible —lo interrumpió Daklar, mirándose los pies, envueltos en las bolsas de tela de los extremos del pantalón negro. Pero estoy viendo aun escultor de personalidad, y tomo medicación El tratamiento acaba de empezar, pero ya me siento menos…furiosa.
Ponter tenía una leve idea de lo que había sentido Daklar. No sólo había perdido a la mujer que habían compartido, la querida Klast, sino que antes había perdido su hombre-compañero. Pelbon, al que los controladores se habían llevado una mañana. Oh, había regresado, pero no entero. Lo habían castrado, y su relación se había venido abajo.
Ponter había sentido una profunda tristeza por la muerte de Klast, pero al menos tenía a Adikor y a Jasmel y a Megameg para ayudarle a superarlo. Cuanto peor debía de haber sido para Daklar que no tenía un hombre-compañero y, a causa de lo que le habían hecho a Pelbon tampoco hijos.
—Me alegro de que te sientas mejor —dijo Ponter.
—Lo estoy —confirmó Daklar, asintiendo de nuevo—. Se que me falta mucho todavía, pero sí. Me siento mejor y…
Ponter espero a que continuara. Finalmente, la insto:
—¿Sí?
—Bueno —dijo ella. Evitando ahora sus ojos—, es que estoy sola y… hizo una nueva pausa, pero esta vez continuó por propia voluntad— y tú también estas solo. Y, bueno… Dos se convierten en Uno puede ser muy solitario cuando no tienes a nadie con quien pasar el rato.
Lo miro brevemente a la cara, pero luego apartó la mirada, tal vez temerosa de lo que pudiera ver en ella.
Ponter se sobresaltó. Pero…
Pero Daklar era inteligente y le resultaba atractiva Y en su pelo había maravillosas vetas grises mezcladas con el castaño. Y…
…pero no. No era una locura. Después de lo que le había hecho a Adikor.
Ponter sintió un calambre en la mandíbula. Le pasaba de vez en cuando pero sobre todo en las mañanas frías. Alzó una mano para frotársela a través de la barba.
Adikor le había roto la mandíbula hacía unas 229 lunas, durante una estúpida pelea. Si Ponter no hubiera alzado la cabeza a tiempo, el golpe de Adikor lo habría matado.
Pero Ponter había alzado la cabeza rápidamente y. aunque hubo que sustituirle casi la mitad de la mandíbula y siete dientes por duplicados sintéticos, sobrevivió.
Y había perdonado a Adikor. Ponter no había hecho ninguna acusación: Adikor se había salvado del escalpelo de los controladores. Adikor había recibido tratamiento para sobrellevar la cólera. Y en todos los meses que habían pasado desde entonces nunca había amenazado con golpear a Ponter ni a nadie.
El perdón.
Había hablado mucho con Mary, en el otro mundo, acerca de su creencia en Dios y sobre el hijo humano putativo de Dios, que había tratado de inculcar el perdón en la gente de Mary. Mary seguía las enseñanzas de aquel hombre.
Y. después de todo. Ponter estaba solo. No podía saber qué decidiría el gran Consejo Gris sobre la reapertura del portal al mundo de Mary y, aunque decidiera permitirlo, Ponter no estaba absolutamente seguro de que el portal pudiera restablecerse.
El perdón.
Era lo que le había concedido a Adikor hacia toda una vida.
Era lo que el sistema de creencias de Mary consideraba la mayor virtud.
Era lo que Daklar parecía necesitar ahora de él. El perdón.
—Muy bien —dijo Ponter—. Debes hacer las paces con Adikor pero, aparte de eso, no albergo ninguna animosidad contra ti por los acontecimientos recientes.
Daklar sonrió.
—Gracias.
Sin embargo, hizo una pausa y la sonrisa se desvaneció.
—¿Deseas mi compañía, hasta que tus hijas estén libres, quiero decir? Puedo ser la labat de Mega, y ella y yo y Jasmel todavía compartimos una casa, pero sé que necesitas tu tiempo a solas con ellas, y no me inmiscuiré. Pero hasta entonces… —Se calló, y sus ojos miraron brevemente de nuevo a los de Ponter, invitándolo a llenar el vacío.
—Hasta entonces —dijo Ponter, tomando su decisión—. Si, me alegrara tu compañía.
4
El laboratorio de Mary Vaughan en la Universidad de York estaba tal como lo había dejado, cosa poco sorprendente puesto que, a pesar de cuanto le había sucedido, sólo habían pasado veintitrés días desde la última vez que estuvo allí.
Sin embargo, Daria Klein (una de las estudiantes graduadas de Mary) había pasado por allí varias veces durante la ausencia de Mary. Su zona de trabajo estaba reordenada la tabla de la pared con la secuenciación del antiguo cromosoma egipcio Y en el que estaba trabajando tenía muchos más espacios llenos.
Arne Eggebrecht, del museo Pelizaeus de Hildesheim, Alemania, había sugerido recientemente que una momia egipcia comprada en una atracción turística de las cataratas del Niágara podía de hecho ser Ramsés I, fundador de la dinastía a la que pertenecían Seti I, Ramsés II (al que interpretó Yul Brinner en Los diez mandamientos), Ramsés III y la Reina Nefertari. El espécimen estaba ahora en la Universidad Emory de Atlanta, pero se habían enviado muestras de ADN a Toronto para ser analizadas: el laboratorio de Mary era mundialmente famoso por su recuperación exitosa de ADN antiguo, un hecho que la había llevado directamente a su relación con Ponter Boddit. Daria había hecho considerables avances con el supuesto Ramsés en ausencia de Mary, la que movió la cabeza afirmativamente, aprobando su trabajo.