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Nos parece que el mundo está compuesto de "entes", tal vez que él mismo es un ente; pero todo ello es consecutivo a la interpretación llamada ser. No es cierto que el hombre no-teórico, en caso extremo el primitivo, esté rodeado de entes, los maneje, trate y utilice; lo que sucede es que para mí -y no siempre, sino sólo cuando estoy en actitud definida por la creencia en el ser- son entes las mismas realidades con las cuales ese hombre no-teórico (incluso yo mismo en la dimensión radical en que lo soy) tiene que habérselas.

Si la misión de la metafísica es hacer que sepamos a qué atenernos sobre la realidad, no puede admitirse su identificación a priori y obvia con la ontología; la expresión metaphysica sive ontologia (metafísica u ontología) es inadmisible, porque hipoteca ya el contenido de la metafísica y, por tanto, la priva de radicalidad. La metafísica no puede "definirse" previamente por su contenido, porque esto la invalida automáticamente respecto a su pretensión; la única "definición" posible consiste en determinar su función, lo que reclamamos de ella. Toda otra precisión respecto a su contenido o su estructura tiene que ser una tesis interna de la metafísica, por consiguiente nunca previa; quiero decir que es ella misma, una vez puesta en marcha, la que tiene que hallar y justificar qué clase de saber es, cuál es la condición de esa realidad respecto a la cual nos va a dar una certidumbre radical. Si la metafísica fuese ontología, esta identidad no podría enunciarse en el título, sino que sería una afirmación perteneciente al contenido de la metafísica, la cual, en cierto momento, descubriría tal presunta identidad. Pero ni siquiera a posteriori es aceptable la identificación entre metafísica y ontología, puesto que, como hemos visto, el ser es una interpretación de lo real, a la cual se llega en virtud de ciertos supuestos, y que tiene que ser "derivada" y justificada. Toda metafísica que empiece con el ser, que "parta" del ser, se deja ya a su espalda la cuestión decisiva, justamente la derivación del ser, y renuncia a una certeza radical; es decir, no es metafísica. Y adviértase que desde este punto de vista es indiferente que se entienda por ontología la ciencia del ente o la ciencia del ser, porque no se puede partir tampoco de éste ni de la "comprensión del ser" como de algo radical y sin supuestos, no se olvide, sin embargo, algo decisivo: la realidad es siempre pensada -y no sólo pensada, sino también vivida- desde una cierta interpretación. El intento de eludir ésta sería quimérico e ilusorio. Cuando se habla de un saber "sin supuestos" hay que ser sumamente cauteloso, no sea que la idea de que puede existir sea un supuesto más, aceptado a ciegas. Por esto la metafísica, que no puede comenzar con una doctrina del ser, menos todavía puede iniciarse con un "olvido" o una "omisión" del ser y de las demás interpretaciones de la realidad. Bajo la pretensión de simplicidad suele esconderse un arcaico y anacrónico primitivismo, que está en los antípodas de la verdadera radicalidad. Quiero decir con esto que, al intentar dar razón de la realidad para saber a qué atenernos respecto a ella, encontramos absolutamente sus interpretaciones, y entre ellas el ser, que constituye nuestra tradición intelectual. Es menester, por tanto, una regresión de las interpretaciones a la realidad nuda, en lo que podemos llamar, ahora con pleno sentido, su verdad radical. La metafísica, pues, tiene que hacer, y no poco, con la ontología: dar razón de ella y del ser desde la realidad radical. Hay que trascender del ser hacia la realidad. Pero no se piense que esto es fácil y que basta con decirlo para poder hacerlo; porque el instrumento del conocimiento, el lógos, se había identificado tradicionalmente con los atributos del ser, y viceversa. Y esto pone en cuestión el método de la metafísica, y por tanto su posibilidad.

VII METAFÍSICA COMO CIENCIA DE LA REALIDAD RADICAL

realidad radical es aquella en que tienen su raíz todas las demás, es decir, en que aparecen en cualquier forma como realidades, y por eso las "encuentro" y tengo que habérmelas con ellas. En ese sentido, todas las otras realidades son "radicadas", se constituyen como realidades en ese "dónde" o ámbito que es la realidad radical, cualquiera que sea la índole de eso que en cada caso es real; de otro lado, realidad radical es lo que queda cuando elimino todas mis ideas, teorías e interpretaciones; lo que resta cuando me atengo a lo que, quiera o no, encuentro irreductiblemente y me obliga a forjar ideas, teorías e interpretaciones. La realidad radical -ésta es una tesis central del pensamiento de Ortega- es la vida humana; más exactamente, mi vida, la de cada cual. Cuando prescindo de todo lo que mi pensamiento agrega a la realidad, cuando me quedo con la realidad nuda, encuentro: las cosas y yo, yo con las cosas, quiero decir, yo haciendo algo con las cosas; y esto es vivir, esto es mi vida. Toda realidad, cualquiera que sea, se me presenta o aparece en mi vida; ésta es el ámbito o área donde se constituye toda realidad en cuanto realidad; esto quiere decir, aparte de lo que acontezca a "eso que es real"; por ejemplo, si algo es independiente de mi vida, es independiente de mi vida, y lo encuentro en ella como independiente; si algo es trascendente a mi vida, en ésta acontece mi "encuentro" con ello, que es lo único que me permite hablar de ello y descubrir su trascendencia; si, por último, algo es imposible, y por tanto no existe en ningún sentido, ni en mi vida ni fuera de ella, en mi vida se da, sin embargo, mi encuentro con su "realidad", que en este caso es su imposibilidad.