Выбрать главу

– ¡Basta!

– No hasta que te desarme.

Ella respiró con dificultad cuando él le tocó los pechos. Una extraña sensación se disparó dentro de ella, pero él no pareció afectado. Sus manos siguieron hacia su cintura y sus caderas.

– ¡Basta!

Él sacó un cuchillo atado a su bota.

– ¿Pretendías utilizarlo conmigo cuando estuviera dormido?

– Si no tuve las agallas para matarte con una pistola, menos las tendría para hacerlo con un cuchillo, ¿no crees?

– Supongo que llevas esto para abrir las latas de comida.

– Me quitaste la pistola. No podía viajar sin ninguna protección.

– Ya veo -él puso el cuchillo fuera de su alcance-. Entonces, si no piensas matarme, ¿que es lo que tienes en mente?

Esta no era la forma que Kit había esperado. Quería ordenarle que dejara de intimidarla con su tamaño, pero seguramente no le haría el menor caso.

– ¿Por qué no cenamos primero, y después te lo cuento? La comida es difícil de conseguir. No tiene sentido que la comamos fría y seca.

Él se tomó un momento para pensarlo.

– De acuerdo, comeremos. Pero más tarde tendremos una seria charla.

Ella se encaminó deprisa hacía la cocina.

– La cena estará en la mesa en un minuto.

Cain debería haberla encarado inmediatamente, pero estaba hambriento, maldita sea. No había tomado una comida decente desde que había abandonado Nueva York.

Se guardó el cuchillo, y caminó hacía el comedor. Kit apareció con una fuente de pollo frito que colocó sobre la mesa, y él observó finalmente lo que se le había escapado antes. Todo en ella estaba limpio. Desde su pelo corto a la camisa de cuadros – que le faltaba un botón en el cuello- a los pantalones marrones oscuros que le colgaban sin apretar sus estrechas caderas. Parecía brillar tanto como un penique nuevo. No podía imaginarse que se hubiera bañado sin obligarla. Ella obviamente se había preparado concienzudamente para agradarlo.

No es que fuera a tener ningún éxito. Todavía no podía creerse que hubiera hecho esto. ¿Pero, porqué no? Ella no entendía el significado de la palabra prudencia.

– Siéntate y come Major. Yo por supuesto espero que estés hambriento.

Cain debía admitir que fue una gran comida. El pollo frito tenía un color tostado y estaba crujiente y el vapor se elevaba de los bizcochos de manteca cuando los partía. Incluso los dientes de león verdes estaban ricamente condimentados.

Cuando terminó de comer y se sentía lleno, se reclinó en la silla.

– Esto no lo has cocinado tú.

– Claro que lo he hecho yo. Normalmente Sophronia me habría ayudado pero ella no está aquí.

– ¿Sophronia es la cocinera?

– También se ha ocupado de criarme.

– No ha hecho un gran trabajo en eso.

Esos ojos violetas se estrecharon.

– Yo también podría decir algo sobre tu educación.

La comida estaba estupenda quizás ella tuviera sus cosas buenas.

– Todo estaba delicioso.

Ella se levantó para traer una botella de brandy que había dejado preparada en el aparador.

– Rosemary la escondió antes de que los yanquis vinieran. Pensaba que te gustaría tomar una copa para celebrar tu llegada a Risen Glory.

– Creo que mi madre cuidaba mejor del licor que de su hijastra -él cogió la botella y empezó a sacar el corcho-. ¿Por qué se llama esto Risen Glory? Es insólito.

– Ocurrió no mucho después que mi abuelo construyera la casa -Kit se apoyo contra el aparador-. Un predicador Baptista vino a la puerta a pedir comida, y aunque mi abuela era una estricta metodista, le dio de comer. Se pusieron a hablar, y cuando se enteró que la plantación no tenía un nombre aún, dijo que deberían llamarla Risen Glory, ya que era casi domingo de resurrección. Ha sido Risen Glory desde entonces.

– Ya veo -pescó un trozo de corcho de su vaso de brandy-. Creo que es el momento que me cuentes porqué estás aquí.

Su estómago dio un vuelco. Ella lo miró tomar un sorbo, sus ojos mirándola fijamente. A él nunca se le escapaba nada. Se movió hacia las puertas abiertas que conducían desde el comedor al descuidado jardín. Estaba oscuro y silencioso fuera y ella podía oler la madreselva en la brisa de la noche. Amaba tanto todo esto. Los árboles y arroyos, las vistas y olores. Más que nada, le encantaba mirar el baile blanco de los campos de algodón. Pronto, estarían así otra vez.

Despacio se dio la vuelta hacia él. Todo dependía de los siguientes minutos y debía hacerlo bien.

– He venido para hacerte una proposición, Major.

– Dimití del ejército. ¿Por qué no me llamas sólo Baron?

– Si no te importa, seguiré llamándote Major.

– Supongo que eso es mejor que algunas otras cosas que me has llamado.

Él se recostó en la silla. A diferencia de un correcto caballero del Sur, no había llevado corbata en la mesa y el cuello de la camisa lo llevaba abierto. Durante un momento ella se encontró mirando con detenimiento los fuertes músculos de su cuello. Se obligó a apartar la mirada.

– Háblame de esa proposición tuya.

– Bien… -ella trató de tomar aliento-. Como seguro habrás adivinado, tu parte del trato sería quedarte con Risen Glory hasta que yo pueda comprártelo.

– Supongo.

– No tendrías que quedarte con ella para siempre -se apresuró a añadir-. Sólo durante cinco años, hasta que yo pueda coger el dinero de mi fondo fiduciario.

Él la estudió. Ella atrapó su labio inferior entre los dientes. Esta parecía ser la parte más difícil.

– Y comprendo que esperarás algo a cambio.

– Desde luego.

Ella odió el parpadeo de diversión en sus ojos.

– Lo que voy a ofrecerte quizás te parezca poco ortodoxo. Pero si piensas en ello, sé que lo considerarás educadamente -ella cogió aire.

– Continúa.

Cerró los ojos, respiró profundamente y lo dejó salir.

– Me ofrezco a ser tu amante.

Él se atragantó.

Ella consiguió decir el resto de forma rápida.

– Se que te puede haber cogido por sorpresa, pero tienes que admitir que yo soy mucho mejor compañía que esas excusas lamentables de mujer que frecuentas en Nueva York. Yo no me río tontamente ni pestañeo. No podría flirtear contigo ni aunque quisiera, y por supuesto nunca escucharías nada sobre perritos afeminados. La mejor parte es, que no tendrás que preocuparte por ir a las fiestas y cenas a los sitios mal ventilados que a las mujeres les gusta. En su lugar podríamos pasar el tiempo cazando, pescando y montando a caballo. Podríamos pasarlo realmente bien.

Cain comenzó a reír.

Kit anheló tener un cuchillo a mano.

– ¿Podrías decirme que consideras tan gracioso?

Él consiguió finalmente controlarse. Dejó el vaso y se levantó de la mesa.

– Kit, ¿sabes por qué tienen los hombres amantes?

– Desde luego que sí. Estoy leyendo La vida sibarita de Louis XV.

Él la miró socarronamente.

– Madame Pompadour -explicó ella-. Ella era la amante de Louis XV. Me he inspirado en ella para esta idea.

Ella no le dijo que Madame Pompadour también había sido la mujer más poderosa de Francia. Había logrado controlar al rey y al país solamente usando su ingenio. Kit seguramente podría controlar el destino de Risen Glory si fuera la amante del Major. Además no tenía nada más que ella misma para negociar.

Cain comenzó a decir algo, pero se calló, sacudió la cabeza y apuró lo que quedaba de brandy. Parecía como si le volviera el enfado de nuevo.

– Ser la amante de un hombre implica más que cazar y pescar. ¿Tienes alguna idea de lo qué estoy hablando?

Kit sintió ruborizarse. Esta era la parte que no quería hablar en profundidad, la parte del libro que no había leído del todo.

Nacer en una plantación la había expuesto a los hechos rudimentarios de la reproducción animal, pero esto también la había dejado con muchas preguntas que Sophronia se negaba a responder. Kit sospechaba que no tenía todos los detalles adecuados, pero sabía lo suficiente para entender que el proceso entero era repugnante. De todos modos debería ser parte del trato. Por alguna razón el acoplamiento era importante para los hombres, y se esperaba que las mujeres lo soportaran, aunque ella no podía imaginar a la señora Cogdell permitiendo al reverendo subirse a su espalda para hacer eso.