– Y la más repugnante.
– Te aseguro que no es como tú dices.
– Y yo te aseguro que sí. Eres tan buena, que no reconoces la maldad en otra gente. Incluso no pareces asustarte de mí, y eso que dicen que soy malvada.
– ¡Tú no eres malvada!
– Sí lo soy. Pero no tanto como muchas de las chicas que están en esta escuela. Supongo que tú eres la única persona decente aquí.
– Eso no es cierto -dijo Elsbeth con la mayor serenidad-. La mayor parte de ellas son muy agradables si sólo les dieras la oportunidad. Eres tan agresiva que las asustas.
El ánimo de Kit se levantó un poco.
– Gracias. La verdad es que no sé cómo podría yo asustar a nadie. Todo lo hago mal aquí. No puedo imaginarme como voy a durar tres años.
– Mi padre no me dijo que tenías que estar tanto tiempo. Entonces tendrás veintiuno. Serás demasiado mayor para estar en una escuela.
– Lo sé, pero no tengo ninguna elección -Kit manoseó la colcha de lana gris. Normalmente no le gustaba revelar confidencias, pero se sentía más sola que nunca-. ¿Hay algo en este mundo que quieras tanto que harías cualquier cosa por mantenerlo seguro?
– Oh, sí. Mi hermana pequeña Agnes. Ella no es como los otros niños. Aunque tiene casi diez años no puede leer ni escribir pero es muy dulce y nunca dejaré que nadie la lastime.
– Entonces me entiendes.
– Cuéntame, Kit. Cuéntame lo que te pasa.
Y así Kit le habló de Risen Glory. Describió los campos y la casa, habló de Sophronia y Eli, y trató de hacer que Elsbeth viera la forma en que los árboles cambiaban de color según el momento del día.
Después le habló de Baron Cain. No le contó todo. Elsbeth no entendería nunca su mascarada como chico de establo o la manera que había estado a punto de matarlo, y mucho menos que le propusiera ser su amante. Pero le contó lo suficiente.
– Él es perverso y no puedo hacer nada sobre eso. Si me expulsan, venderá Risen Glory. Y si consigo durar los tres años aquí, todavía deberé esperar hasta que tenga veintitrés años para conseguir controlar el dinero de mi fondo fiduciario y pueda comprársela a él. Cuánto más tiempo pase, más difícil va a ser.
– ¿No hay ninguna otra forma en que puedas utilizar tu dinero antes de eso?
– Sólo si me caso. Pero eso no ocurrirá.
Elsbeth era hija de un abogado.
– Si te casas, tu marido controlaría tu dinero. Es la forma en que funciona la ley. No podrás gastarlo sin su permiso.
Kit se encogió de hombros.
– Esas leyes están caducas. No hay ningún hombre en el mundo al que yo me encadenaría. Además yo seguramente no valdré para ser esposa. Lo único que se hacer bien es cocinar.
Elsbeth era comprensiva pero también práctica.
– Por eso todas estamos aquí. Para aprender a ser unas esposas perfectas. Buscan a las chicas de la Academia Templeton para hacer los matrimonios más selectos de Nueva York. Por eso es tan especial ser una chica Templeton. Los hombres vienen de todas partes del Este para asistir al baile de graduación.
– No me importa si vienen de París, Francia. Nunca me verás en un baile.
Pero parecía que a Elsbeth le había llegado la inspiración, y no estaba prestando atención.
– Todo lo que tienes que hacer es encontrar el marido adecuado. Alguien que te haga feliz. Entonces todo será perfecto. No dependerás del señor Cain y tendrás tu dinero.
– Eres una chica realmente dulce Elsbeth, pero debo decirte que esa es la idea más ridícula que he escuchado en mi vida. Casarme significaría que le estoy pasando a otro hombre mi dinero.
– Si eliges al hombre adecuado, sería lo mismo que tenerlo tú misma. Antes de casarte, podrías convencerlo que te compre Risen Glory como regalo de bodas -aplaudió mientras ponía una mirada soñadora -. Imagínate qué romántico sería. Podrías volver a tu casa para la luna de miel.
Maridos y lunas de miel… Elsbeth podría haber estado hablando en otro idioma.
– Eso es una evidente estupidez. ¿Qué hombre va a casarse conmigo?
– ¡Levántate! -la voz de Elsbeth tenía la misma nota de orden que la propia Elvira Templeton, y Kit se levantó de mala gana.
Elsbeth le pasó el dedo por su mejilla.
– Estás terriblemente delgada y tu pelo es horrible. Desde luego -añadió cortésmente -crecerá, y es un color hermoso, tan suave y negro. Incluso ahora, no estaría mal si lo igualaras un poco. Tus ojos parecen demasiado grandes para tu cara, pero es por tu extrema delgadez -despacio giró en un circulo alrededor de Kit-. Vas a ser muy hermosa algún día, de modo que creo que debemos preocuparnos sólo de lo demás.
Kit frunció el ceño.
– ¿Qué es de lo demás que tenemos que preocuparnos?
Pero Elsbeth ya no se sentía intimidada.
– Todo lo demás. Debes aprender a hablar y andar, qué palabra decir o incluso más importante, cuál no decir. Deberás aprender todo lo que la Academia te enseña. Eres afortunada de que el señor Cain haya sido tan generoso con tu asignación para ropa.
– No la necesito. Lo que necesito es un caballo.
– Los caballos no te ayudarán a conseguir un marido. Pero la Academia sí.
– No sé cómo. No he conseguido gran cosa hasta ahora.
– No no has conseguido nada -la sonrisa dulce de Elsbeth se puso traviesa-. Pero entonces tampoco me tenías en tu bando.
La idea era tonta pero Kit reconoció su primera chispa de esperanza.
Según pasaban las semanas, Elsbeth fue tan buena como le prometió. Le recortó el pelo a Kit con tijeras de manicura y le dio clases en las asignaturas que estaba más retrasada. Finalmente Kit dejó de golpear los floreros en la clase de baile y descubrió que tenía talento para coser… no bordando los dechados de fantasía que detestaba, sino añadiendo toques flameantes a otras ropas, como los uniformes de la escuela. (Diez de demérito.) Se le daba muy bien el francés, y al cabo de poco tiempo estaba ayudando con esa asignatura a muchas de las chicas que se habían burlado de ella.
Para Pascua, el proyecto de Elsbeth para que encontrara marido ya no le parecía tan ridículo, y Kit empezó a dormirse soñando que Risen Glory sería suya para siempre.
Imagínate.
Sophronia ya no era la cocinera de Risen Glory, sino el ama de llaves de la plantación. Dobló y guardó la carta de Kit en el cajón del pupitre de caoba dónde guardaba las facturas del hogar y se apretó el mantón más fuertemente alrededor de los hombros para protegerse del frío de febrero. Kit llevaba ya en la Academia Templeton seis meses, y ahora parecía empezar a aclimatarse.
Sophronia la echaba de menos. Kit estaba ciega en algunas cuestiones, pero también entendía cosas que la otra gente no. Además Kit era la única persona en el mundo que la quería. De todas maneras, siempre conseguían enfadarse en las cartas, y ésta era la primera correspondencia que Sophronia recibía de Kit en un mes.
Sophronia pensó en sentarse para responderla de forma inmediata pero sabía que lo postergaría, especialmente tras la última vez. Sus cartas solamente parecían enfadar a Kit. Se podría pensar que estaría contenta de escuchar cómo Risen Glory estaba floreciendo ahora que Cain estaba al mando, pero sólo acusaba a Sophronia de tomar partido por el enemigo.
Sophronia contempló la confortable habitación. Observó la nueva tapicería de damasco rosa del sofá y la forma en que los azulejos de porcelana de Delft alrededor de la chimenea brillaban con la luz del sol. Todo brillaba con cera, pintura fresca y cuidados.
A veces se odiaba a sí misma por trabajar tan duramente para hacerla hermosa de nuevo. Trabajaba todos los días hasta deslomarse para el hombre, como si nunca hubiera habido una guerra y fuera todavía una esclava. Pero ahora tenía una paga. Un buen salario, el mejor de las amas de llaves del condado. Pero Sophronia todavía no estaba satisfecha.
Se movió para mirarse en el gran espejo con marco dorado que colgaba de la pared entre las ventanas. Nunca se había visto mejor. Las comidas regulares habían suavizado los rasgos de su cara y se habían redondeado los afilados ángulos de su cuerpo. Llevaba el pelo largo suavemente enrollado y cogido en lo alto de la cabeza. El estilo sofisticado le añadía una altura considerable, de casi un metro ochenta centímetros, y eso la complació. Con sus exóticos ojos dorados y su piel caramelo pálida, se parecía a una de las Amazonas que había visto en un libro de la biblioteca.