—Después de esto, se envió un equipo investigador adecuadamente equipado, que facilitaba informes horarios a un campamento base cerca de Pôrto Velho. Al cabo de tres semanas de investigación se toparon con lo que ahora conocemos como distrito Planalto.
—Donde estamos nosotros actualmente —concluyó Wentik.
Astourde asintió.
—En aquella época no se sabía —prosiguió Astourde— que había un factor externo implicado. Una vasta llanura desprovista de árboles en el centro del Mato Grosso es algo muy sorprendente. El hecho de que fuera perfectamente circular, casi hasta el último milímetro, es muy distinto. La conclusión inmediata, dicho sea de paso, fue que se trataba de un campo de tiro construido en secreto por una potencia extranjera. Hasta que no se intenta actuar aquí, no se sabe cómo pueden ser las comunicaciones.
—Lo que ahora sabemos es que el distrito está creado artificialmente por cierto generador de desplazamiento de campo. También está involucrado un alternador direccional que conecta el campo, de tal modo que, aunque es posible entrar simplemente andando, es imposible salir por idéntico medio. Esto se comprobó estroboscópicamente, y se averiguó que el campo vibra a cien ciclos por segundo.
—Musgrove me informó que era artificial —dijo Wentik.
Astourde lo miró fijamente.
—¿Musgrove?
—El me trajo aquí, Astourde. ¿Lo ha olvidado?
—No, no. No estaba seguro de cuánto le había contado.
Lo que Musgrove me dijo es que no creía que tú conocieras el campo, pensó Wentik mientras observaba al otro hombre reparando de nuevo en lo mucho que había cambiado en el poco tiempo que se conocían.
—Aquí fue cuando intervine yo —continuó Astourde—. Yo formaba parte del personal de uno de los equipos. Habíamos observado el distrito durante un período de tres semanas, y de pronto se localizó a un hombre que erraba en el interior. Sus movimientos eran irregulares, como inseguro de la dirección y necesitado de una orientación. Por fin se detuvo a trescientos metros de nosotros. Nos habíamos trasladado al perímetro para seguirle los pasos. El tipo pasó varias horas levantando algunos letreros de madera que traía. Parecía desconocer totalmente nuestra presencia.
—¿Por qué no llamaron su atención? —preguntó Wentik.
—¿Cree que no lo intentamos? Le gritamos, encendimos focos, incluso hicimos disparos al aire con los rifles... Pero por alguna razón extraña el sonido no servía.
—¿Qué ponía en los letreros?
Astourde abrió un cajón del escritorio y extrajo un block de papel unido con una espiral metálica, que abrió ante él.
—Había siete letreros en total y decían así. En el primero el individuo había escrito: Me llamo Pfc Brander, ejército norteamericano. No sédonde estoy, o quéha sucedido. El segundo decía: Hay otros hombres conmigo pero no sédónde están ahora. Llevo seis días solo.
—¿Cómo había hecho esos letreros? —interrumpió Wentik. Astourde se encogió de hombros.
—Trozos de madera vieja, imagino. Hay muchos por aquí. Lo único que podíamos saber a esa distancia es que él tenía tablas en las que había pintado los mensajes.
Wentik asintió. Astourde volvió a mirar su cuaderno de notas y continuó.
—El tercer letrero decía: No intenten seguirme. No puedo huir. El cuarto: Entrépor algún lugar cercano. Si leen esto, no me sigan. El quinto: Aquíhay un hombre que se ha vuelto loco. Tengo pesadillas todas las noches. Dos hombres se han suicidado.
Astourde hizo una pausa.
—Cuando el hombre escribió esto era evidente que sufría los síntomas de miedo y confusión que, por alguna determinada razón, atacan a toda persona que entra en el distrito Planalto. Todos mis hombres los han sufrido, y parece que no podemos hacer nada al respecto.
—¿Dice que todo el mundo sufre esos síntomas? —preguntó Wentik.
—¿Pretende decir que usted no?
—Nada de eso. Tuve algunos sueños muy vividos durante una semana más o menos, pero nada más.
—Creíamos que no. Musgrove me lo indicó.
—¿Qué había en los otros letreros? —preguntó Wentik.
—El sexto decía: Esto sólo puede estar en algún lugar del futuro. He visto un avión muy extraño, y alguien encontróun libro. No estoy loco ahora. El último letrero decía: Todo mi amor para Angie.
Astourde cerró el block y lo guardó en el cajón. Miró a Wentik.
—Esta es toda la información que yo, o cualquier otra persona, tenía antes de que usted llegara hasta aquí.
Wentik se levantó. En ese momento pensaba que la relación entre Astourde y él estaba totalmente invertida, entonces. El proceso se había iniciado el día anterior, cuando él reaccionó violentamente en contra del interrogatorio, y se consumaba en el silencio expectante con que Astourde aguardaba ahora, como si esperara la opinión de Wentik.
Se acercó a la ventana, y observó la negrura de la noche en la llanura. Ya había estado sentado varias veces en esa habitación, contemplando el horizonte y preguntándose dónde diablos se hallaba realmente y si lo que Musgrove le había explicado había estado cerca o no de ser una representación auténtica de los hechos. Lo que supo aquel día que Musgrove y él salieron de la jungla y cruzaron cierta línea divisoria incomprensible e irreversible, en esencia era poco más o menos lo que Astourde acababa de contarle. Pero ahora había una diferencia importante: podía pensar y actuar por iniciativa propia, y la información de que disponía contenía más significado.
Pero la llanura se extendía bajo su mirada, oscura y misteriosa.
—Se está preguntando cómo me vi metido en esto —dijo Astourde.
—En parte —dijo Wentik, que ya no sentía curiosidad.
—Me gustaría contarle todo lo que ha sucedido entre entonces y ahora. Desgraciadamente —y su voz reflejó el tono de sus pensamientos—, fui sometido a un intenso interrogatorio sobre lo que había visto, igual que el resto de los hombres. Las fotografías que tomamos entonces, las declaraciones juradas de todos los que presenciaron lo que ocurrió cuando el avión aterrizó en las cercanías... Esto es lo que cambió las cosas.
—Pronto me encontré con un informe sobre su trabajo y traté el asunto con el subcomité. Me facilitaron un presupuesto para actuar, un plazo para obtener resultados y vía libre para hacerle abandonar su trabajo.
Wentik estaba de pie de espaldas a la ventana, y contempló al hombrecillo que estaba sentado ante el escritorio. Representaba el poder administrativo del gobierno, pero su cadena de responsabilidad llevaba a un oscuro subcomité de algún lugar de Washington cuyos orígenes habían sido olvidados, y cuya atención estaría dirigida a otra parte, muy probablemente. Sin embargo este sistema le había otorgado a Astourde libertad de acción con Wentik.
Y además, ¿qué demonios tenía que ver su trabajo con esto?
—Tengo la impresión de que el problema crucial se reduce a lo siguiente —dijo— Usted se refiere una y otra vez a mi trabajo, como si eso lo explicara todo.
—Bueno..., ¿no es así?
—No veo la razón.
—Usted publicó un artículo sobre la reacción química del cerebro.
—Exacto.
—Y la hipótesis de que el funcionamiento normal del cerebro podía ser suplantado por medios artificiales, bien temporal o bien permanentemente, con drogas.
—Eso fue mientras yo estaba aún en la Genex Corporation de Minneápolis. Como resultado de ese artículo obtuve una beca gubernamental para investigación, y me trasladaron a la Antártida.
—Y también como resultado —añadió Astourde— se encuentra aquí ahora. Me pareció que si era cierto lo que había dicho aquel tipo, Brander, por muy increíble que resultara, podría explicar buena parte del misterio físico que envuelve la región. Junto con lo que descubrimos a partir de las pruebas estroboscópicas, eso me indicó que el distrito Planalto era una zona de tierra desplazada artificialmente al futuro de alguna forma. O más posiblemente, o más probablemente, aún, un trozo de terreno del futuro que existe en el presente.