—¿Están aquí todos los hombres? —le preguntó Jexon.
Wentik los miró. A contar cabezas, pensó. Eran doce.
—Sí —respondió.
—Excelente —Jexon hizo una señal al piloto y al otro individuo, que se inclinaron y levantaron con cuidado al primer hombre inconsciente para llevarlo al avión—. Deje la tarea para ellos. ¿Puede llevarme a la celda del transmisor de Poder Directo?
Wentik afirmó con la cabeza y condujo a Jexon a través de la entrada principal, a lo largo del túnel estrecho y por el tramo de escaleras hasta el primer piso de la cárcel.
Mientras recorrían el corredor, pasando la celda que Wentik había habitado al comienzo, el científico dijo:
—¿Ha estado alguna vez aquí?
—Una vez. Hace varios años, poco después de que fuera clausurada —observó las celdas por las que pasaban—. Comprendo que Musgrove se contaminara, ahora que estoy aquí. Todo parece absolutamente normal. Uno se siente tentado a quitarse la máscara.
—Depende del punto de vista, supongo —dijo Wentik—. Yo encuentro sobrecogedora la atmósfera de la cárcel.
—No comprendo el motivo.
—Usted no ha estado nunca como prisionero.
El otro no dijo nada a esto, y siguieron andando. Al llegar a la estrecha escalera que llevaba al viejo despacho de Astourde, Wentik se puso delante otra vez. Tuvo el impulso de subir los escalones de dos en dos, pero Jexon, agobiado por los cilindros y los años, ascendía con más serenidad. Mientras atravesaban el segundo pasillo hacia la celda donde estaba la máquina, Wentik preguntó:
—Cuando encuentre a N'Goko, ¿dónde me recogerán?
—Aquí en la cárcel.
—¿Y cómo he de volver al distrito Planalto?
—Se lo explicaré en un momento. Tiene el dinero que le entregué. Gaste todo lo que tenga que gastar para regresar con N'Goko. Es probable que yo no esté aquí, pero me aseguraré de que esté uno de los del avión.
Wentik asintió, luego se sobresaltó un poco cuando una punzada de dolor perforó sus sienes.
Jexon había dicho: "... aparecen dolores de cabeza o migrañas...”
Meneó la cabeza rápidamente. Se trataba de la sensación opresiva que la cárcel inducía en él. Nada más.
Llegaron a la celda, y Jexon empujó la puerta con un esfuerzo cuando la base chirrió sobre el suelo de cemento. Extendió la mano, encendió la luz, y los dos hombres entraron.
Jexon estaba inclinado sobre el interruptor de la parte trasera de la máquina que estaba dispuesto en el canal de tres posiciones.
—Es éste —dijo—. El punto crucial de todo el funcionamiento, aquí en una palanca.
—Estuve examinándola —dijo Wentik— ¿Para qué sirve?
—Controla el tipo de campo que se genera. No puedo explicarle cómo funciona la máquina, pese a que me lo explicaron una vez. Eso no me preocupa... Estoy más interesado en su utilidad. En esencia, el generador tiene cuatro estados: tres tipos de conexión, por decirlo así, y un tipo de desconexión. Ahora está en desconexión.
Wentik observó que el pequeño interruptor se hallaba en la posición neutral de la estrella de tres puntas, exactamente igual que como lo había encontrado antes, y tal como lo había dejado.
—En su posición actual —explicó Jexon—, está completamente desconectada. O lo que es igual, la máquina no genera ningún tipo de campo. Si empujo la palanca hacia arriba —así lo hizo, y el panel marcado 'AA' se iluminó al lado—, el campo queda conectado. En caso de que saliéramos al borde del campo, veríamos la jungla que existe en su época, 1989. Podríamos adentrarnos en ella, y volver otra vez. En otras palabras, un área aislada auténtica de nuestra época actual existe en la suya. Cuando Musgrove fue enviado a buscarlo y traerlo, puso el campo en este estado.
—Pero es distinto que cuando yo llegué aquí. En cuanto Musgrove y yo cruzamos el límite miré hacia atrás. La selva había desaparecido.
Jexon manifestó su acuerdo con un gesto de cabeza.
—Se trata de un dispositivo de seguridad construido en la máquina. Compréndalo, si el campo se dejara en su estado de doble dirección, imagínese el problema que causaría a la gente que entrara en él por casualidad... Si el campo se dejara en su estado 'AA', cualquier persona que se adentrara por accidente vería exactamente lo contrario que usted vio. Penetraría en el rastrojal, daría la vuelta y encontraría una jungla impenetrable a su espalda. Retrocedería para investigar, ¡y habría vuelto a su presente, doctor Wentik!
—Creo que comprendo —dijo Wentik.
—Por eso, cuando el campo se deja en generación por más de un tiempo determinado..., tiempo que se ajusta en esa escala de ahí —Jexon señaló uno de los diales a su izquierda—, la palanca baja automáticamente aquí, al estado 'A'.
Movió la palanca hacia abajo y a la derecha. El panel correspondiente se iluminó.
—Ahora el campo permite el tránsito sólo en una dirección: es decir, de su presente al nuestro. Por lo que a nosotros concierne, esto es perfecto. Prácticamente nada ha sido cambiado. Una vez aquí en nuestro presente podemos entrar y salir del campo a voluntad. Pero desde el punto de vista de una persona de 1989, las cosas son un poco distintas.
—Hay este inexplicable círculo de rastrojos de diez kilómetros en medio de la selva brasileña. Creíamos que eso no importaría mucho, ya que no previmos que hubiera demasiado movimiento aquí en su época, doctor, pero al parecer estábamos en un error. Además, no se esperaba que Musgrove tardara mucho tiempo en traerle, reduciendo así de manera considerable las posibilidades de que alguna persona entrara. Aconteció que Musgrove tardó varios meses, y en ese tiempo varias personas entraron. Imagine lo que debió parecer el lugar a esos individuos... Un círculo de rastrojos en el centro de la selva; no más entrar en el círculo, y la selva se esfuma; y si uno intenta salir, no sucede nada. No existe comunicación entre una y otra existencia.
—Astourde me habló de un tipo que había entrado en el campo por accidente, regresado al punto de entrada aproximado, y escrito enormes carteles de advertencia con la intención de evitar que nadie más lo siguiera.
—¿Tiene alguna idea de cómo se llamaba? —preguntó Jexon.
Wentik meditó un instante.
—Brandon, creo. O Brander. No estoy seguro.
—Probablemente es Brander. Un hombre de gran iniciativa. Fue uno de los primeros en recuperarse, según el médico con que hablé ayer. Aceptó tranquilamente lo sucedido, y ha echado raíces.
Wentik asintió abstraídamente. Una de las víctimas inocentes del curso de los acontecimientos, ahora fuera del control de todos ellos.
—El tercer estado —prosiguió Jexon— es el que denominamos 'BB'. Se trata del campo selectivo.
Accionó el interruptor, y de inmediato se produjo el ruido de silbido agudo que Wentik había oído al descubrir la máquina.
—¿Qué es ese ruido? —dijo.
Jexon abrió la placa de inspección y tiró delicadamente del tramo de cable.
—Esto —dijo—. Lo que oye es el ruido echo por el aire entre los dos terminales que es transmitido hacia atrás, hacia su presente. El campo selectivo es simplemente eso: todo lo que hay entre los dos terminales es transmitido.
—¿Y dónde reaparece?
—En este mismo punto. Pero hace dos siglos.
Jexon devolvió la palanca a la posición central.
—Entonces, ¿cómo lo haremos? —preguntó Wentik.
—He estado meditando un poco sobre el tema —replicó Jexon—. Creo que la mejor forma es ésta: lo enviaremos a 1989 usando el campo selectivo. Será transmitido al instante, y sin pérdida del conocimiento, pero no hay garantía de dónde estará usted cuando emerja en su época. Es de suponer que en algún lugar de la selva, pero de todos modos tiene que enfrentarse a eso. ¿Le parece bien?