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—La serpiente...

—Escapo. Pero no hirió a nadie. Gracias a tu perra, Índigo oyó un suave gemido junto a ella, y Grimya apoyó el hocico contra su rostro y le lamió la mejilla. «Estoy bien», le comunicó la loba. «Pero tú...» —Me golpeé la cabeza con el borde del estanque. —Índigo se echó a reír ante lo absurdo de aquello, pero entonces se dio cuenta de que, en realidad, sentía ganas de llorar— Cuando caí... —Se interrumpió, preguntándose si no iría a vomitar.

Los criados salían corriendo de todas partes ahora, y, Augon hizo una señal con el dedo a un nervioso senescal; —¡Tú! Lleva adentro a la señora Índigo, y ocúpate de que esté cómoda. —Y a Jessamin, le dijo—: Todo está bien, chera-mi; todo está bien. Chero Takhan cuidará de ti, no te inquietes.

A través de una neblina de náuseas y desorientación, Índigo lo escuchó, y su mente intentó protestar. Estaba todo al revés. Augon consolaba a Jessamin, la acunaba, la abrazaba, mientras ella se aferraba a él como si fuera su punto de apoyo y su protector...; estaba todo al revés. La serpiente —plata, color de los demonios— y el claro terror en los ojos de este otro demonio cuando la Infanta se vio amenazada... No encajaba. No tenía sentido. Era...

El patio se balanceó hacia ella y luego pareció difuminarse, y casi al momento todo se convirtió en oscuridad, como si hubiera descendido una espesa penumbra. Dejó escapar un ahogado sonido de protesta, sintió cómo unas manos la levantaban con mucho cuidado, ayudándola, pero no pudo mantener el equilibrio. Alguien pronunció la palabra «conmoción», y Grimya no cesaba de gimotear ansiosa, intentando comunicarse, pero el mensaje no podía atravesar la niebla que iba espesándose en su cerebro...

—Se ha desmayado. —Augon hizo señales urgentes a un criado para que se acercara—. Trae al mago-doctor Thibavor. Cuando haya visto a la Infanta, haz que se ocupe también de Índigo. Y en cuanto a Grimya... —Bajó los ojos en dirección a la loba, que lo contempló dubitativa—. No sé cuál es la mejor manera de recompensar a un perro, pero se hará. Simhara tiene desde hoy dos nuevas heroínas. Y les debo a las dos mi eterna gratitud.

CAPÍTULO 14

Phereniq se levantó del lugar que ocupaba en la larga mesa y echó los hombros hacia atrás, presionando unos lejos experimentados contra su columna vertebral para aliviar el dolor. El único sonido que se escuchaba en la habitación era el del desigual chisporroteo de las lámparas, que ardían tenuemente pues necesitaban que se las volviera a llenar; también al otro lado de la habitación el palacio estaba en silencio, y el reloj de arena situado en el . entro de la mesa hacía mucho rato que había completado su ciclo sin que ninguna mano le diera la vuelta. Debía de ser muy tarde; en bien de su propia salud hubiera debido irse a la cama hacía ya rato, pero había tantas cosas que poner al corriente, tantas pequeñas cuestiones que exigían su atención personal después de la sesión del Consejo de hoy... Se prometió a sí misma que dormiría hasta muy tarde como compensación.

Empezaba a recoger sus gráficos y cálculos, colocándolos por orden meticuloso, cuando se sobresaltó al oír unas pisadas a su espalda. Se volvió y vio que Augon había penetrado en la habitación, en silencio como tenía por costumbre, y ahora la contemplaba con una leve sonrisa en el rostro.

—Ah, Phereniq. De modo que eres tú el misterioso conspirador que trabaja hasta altas horas de la noche, mientras el resto de nosotros descansa en el cómodo lecho.

Hila desvió los ojos.

—Tengo mucho trabajo, mi señor, como muy bien sabéis. Y puesto que nuestros más recientes esfuerzos han estado dedicados a librar a la ciudad de estas plagas, hay muchas otras cosas que se han visto descuidadas.

—En efecto; y como siempre, estoy en deuda contigo.

Cruzó la habitación y posó sus dedos ligeramente sobre la nuca de ella, allí donde sus cabellos estaban sujetos en una cola. Phereniq sintió cómo los dedos de él se enredaban en un mechón suelto, y se puso rígida ante la ambigüedad que aquella sensación provocó en ella.

—Lo hemos hecho muy bien —repuso Augon en tono práctico—. Las fiebres y esas malditas serpientes del puerto han desaparecido, y todo en el espacio de menos de dos meses.

Ella se aferró agradecida al cambio de humor; la llevaba a terreno más firme.

—Fue vuestra idea lo que lo consiguió, mi señor. Hacer traer a esos animales del desierto para que rastrearan y mataran a las serpientes fue un golpe maestro, por el que toda Simhara os ensalza.

—Y fueron tus augurios los que me condujeron a la solución. Eso, y el ejemplo dado por nuestra heroína de cuatro patas.

—Grimya es una criatura de muchas aptitudes.

—Como su dueña. ¿Sabes, querida vidente, que los trovadores han compuesto una canción sobre ellas? Se ve que está causando estragos en el barrio occidental.

Phereniq percibió un olor a perfume en la piel de él. La embriagadora esencia de flores que utilizaba la favorita actual de su serrallo... Ello le produjo un curioso hormigueo, una punzada de relampagueante y celoso dolor.

—Cuando los servicios de Índigo ya no sean necesarios aquí, creo que le ofreceré una buena recompensa —continuó Augon—. Algo de tierra; quizá un título. Imagínate: una mujer a la que se le otorgan tales honores por sí misma. Herirá el sentido del decoro khimizi y tomará al asalto las murallas de unas cuantas tradiciones pasadas de moda, y eso no será una mala cosa. Aunque para entonces, claro está, puede que la idea resulte superflua.

—¿Superflua? —Phereniq arrugó la frente.

—Quiero decir, querida mía, que cuando Leando Copperguild regrese, Índigo puede que tenga otros planes.

—¿Estáis enterado de su relación?

Se sintió sorprendida, pero sólo por un instante, hasta que recordó que muy pocas cosas en palacio escapaban por mucho tiempo a su atención.

—Claro que sí. Es muy conmovedor.

Phereniq vaciló, dudando de si efectuar o no la pregunta que flotaba en su mente. Luego decidió que nada tenía que perder por utilizar la franqueza.

Se volvió para mirar a Augon, y aspiró con fuerza.

—Mi señor, ¿por qué no hacéis volver a Simhara a Leando Copperguild? Él y su tío han sido vuestros embajadores durante ya más de tres años, y han demostrado su valía a vuestro servicio...

—Que es por lo que se los escogió.

—Sí. Pero cuando existen otros lazos... Leando es joven aún, con toda la vida por delante. E Índigo..., ella no dice nada, pero yo sé que anhela su regreso. Si queréis recompensarla, mi señor, no se me ocurre mejor regalo que pudierais hacerle.

—¡Ah, Phereniq! —Augon le sonrió—. Tu súplica me conmueve, y no desearía otra cosa que complacerte accediendo a ello. Pero sabes que no puedo. Tal y como has dicho, Leando y su tío han demostrado su valía a mi servicio; tanto, de hecho, que actuaría en contra de los mejores intereses de Khimiz si hiciera volver a cualquiera de ellos antes de que hubieran completado su tarea.

Las esperanzas de Phereniq se esfumaron. Bajó los ojos y asintió.

—Desde luego, mi señor. Comprendo.

—Estoy seguro de que una mujer de tantos talentos como Índigo podrá encontrar diversiones suficientes como para hacer la espera soportable. Además, también tiene a la Infanta para ocuparla. —Se interrumpió, y avanzó despacio lacia la mesa para contemplar los gráficos que Phereniq había amontonado—. Esa niña crece en belleza cada día. Tengo entendido que está aprendiendo a escribir, y que la primera palabra que escribió sin ayuda fue «Takhan». Eso me resulta muy agradable.