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—¿Qué es?

—La conjunción maligna posee un nombre. No sé dónde se originó ni siquiera por qué apareció, pero los magos khimizi la llaman el Devorador de la Serpiente.

La sangre pareció detenerse en las venas de Índigo para arrastrarse perezosamente, y un sudor helado le cubrió el rostro y el pecho.

—¿El... Devorador de la Serpiente? —musitó.

—Sí. Y Jessamin nació bajo el signo de la Serpiente. —Phereniq se abrazó con fuerza, cerrando los ojos—. ¿Qué le sucederá a la hija de la Serpiente cuando el Devorador de la Serpiente domine los cielos sin una luna para contrarrestar su influencia? Eso es lo que no puedo dejar de preguntarme. ¿Qué cosa maligna se abatirá sobre nuestra Infanta esa noche?

La piel de Índigo pasó ahora de un frío ártico a una pegajosa sensación de calor. Luchando por impedir que sus sentimientos se reflejaran en su expresión, dijo apremiante:

—Phereniq..., si esto es cierto, tienes que haberlo visto en los gráficos de Jessamin. Has hecho su horóscopo casi cada día de su vida, ¡y sin embargo nunca ha salido a la luz con anterioridad!

—Lo sé —reconoció, apesadumbrada, Phereniq—. Y en un principio me dije que mi teoría debía de estar equivocada. Pero ahora creo que conozco la respuesta. He cometido un error, Índigo: un error terrible. —Cruzó las manos con fuerza, una sobre la otra, hasta que la piel quedó bien tirante sobre los nudillos—. Encontré algunos documentos entre los archivos de palacio; registros de insignificantes cuestiones domésticas tan sólo, y sin una utilidad práctica, lo cual es el motivo de que los pasara por alto durante tanto tiempo. Pero datan de algo más de diez años atrás. Y me han llevado a creer que el horóscopo natal A partir del cual he preparado todas las cartas astrales durante estos años puede estar equivocado.

Índigo la contempló, anonadada.

¿Equivocado?

Phereniq asintió.

—Cuando un hijo de la casa real de Khimiz nace, el mago-doctor que ha asistido al parto certifica personalmente la hora exacta y circunstancias del nacimiento. Pensé que valdría la pena comprobarlo por si había cometido algún error, y no existe ningún certificado para Jessamin. Sólo está el testimonio de la comadrona de que Agnethe dio a luz a su hija tras un largo parto; eso y el sello de algún oficial de menor importancia. El único registro de la hora exacta del nacimiento de la Infanta está en el anuncio posterior efectuado por el Takhan y la Takhina.

—¿Estás diciendo que... la información sobre la que siempre has basado tus gráficos puede estar equivocada?

—Sí. —Phereniq levantó los ojos para mirarla y logró esbozar una triste sonrisa—. ¿Cuántas veces no habré bromeado contigo acerca de que perdía mis habilidades, porque no había sabido predecir algún acontecimiento importante en la vida de Jessamin? Sé que no estoy perdiendo mis habilidades, Índigo. Y ésta podría ser la respuesta al enigma. Si la hora del nacimiento de Jessamin no fue anotada correctamente, ello podría explicar un gran número de anomalías. Pero si he de ayudarla, debo averiguar cuándo nació realmente.

Índigo frunció el entrecejo. Una imagen empezaba a tomar forma en su mente, pero todavía existían partes del rompecabezas que no encajaban. Le dijo:

—Pero ¿significa eso que ningún mago asistió a Agnethe, entonces? Sin duda Thibavor lo sabría.

—Oh, lo sabe. He hablado con él esta mañana, pero la información que me facilitó me es de poca utilidad ahora. Hubo un mago, pero ya no está en la corte. De hecho parece ser que dejó el servicio del antiguo Takhan sólo dos días después de que naciera Jessamin, y Thibavor cree que debe de haberse ido de Simhara, ya que los magos no han vuelto a saber de él desde entonces.

—¿Y la comadrona? —preguntó Índigo.

—Muerta. Según lo que he averiguado en los archivos se quitó la vida poco tiempo después, tras una pelea de enamorados. —Hizo una pausa—: Una curiosa coincidencia, por no decir otra cosa peor, ¿no crees? Como si existiera alguna razón por la que el antiguo Takhan no quisiera que se supiera la hora del nacimiento de Jessamin.

Un desagradable pensamiento empezaba a tomar forma rápidamente en la mente de Índigo.

—¿Piensas, pues, que la muerte de la comadrona y la desaparición del mago podrían no haber sido tan inocentes como parecen?

—No resulta una teoría agradable en la que pensar; pero sí, lo pienso.

—El mago. —Índigo sintió como si tuviera alambres al rojo vivo en el estómago—. ¿Sabes su nombre?

Phereniq asintió.

—Thibavor me lo dijo, aunque, tal y como te he dicho, no sirve de nada. Su nombre era Karim Silkfleet.

Karim. Los alambres al rojo vivo soltaron su tenaza, e Índigo experimentó una peculiar sensación de alivio. Lo sabía. Un mago-doctor caído en desgracia, que ocultaba su auténtica identidad... Sólo podía ser Karim el buhonero. Y él debía de ser el único ser vivo que conocía la auténtica hora del nacimiento de Jessamin, y —si Phereniq estaba en lo cierto— el motivo por el cual los padres de la niña se habían mostrado tan ansiosos porque permaneciera en secreto.

Dijo, pensando inquieta en su propia misión:

—¿Has hablado con el Takhan sobre esto?

—Aún no —le respondió Phereniq—. Necesitaba hablar con alguna otra persona antes, para aclararlo todo en mi mente. —Le dedicó una pálida sonrisa—. Perdóname; eso debe de sonar como si te hubiera utilizado como conejillo de Indias para mis teorías...

—Claro que no —la tranquilizó Índigo bondadosamente—. Por el contrario. Me siento muy halagada de que fueras capaz de poder confiar en mí.

—Tú por encima de todos los demás, creo. —Phereniq se llevó una mano al rostro, y suspiró—. Pero ahora que he hablado contigo, y he conseguido poner mis temores y sospechas en perspectiva, me parece que no debo retrasarlo más. —Dirigió una rápida mirada a la ventana abierta—. Tengo miedo por la Infanta y temo también por el Takhan. Debo decírselo, Índigo. Aunque no tenga ninguna prueba definitiva de nada. Debo decírselo.

—La conjunción deberá ser prueba suficiente —repuso Índigo muy seria.

—Eso creo. Pero si tan sólo pudiera llegar al fondo de este misterio con respecto al nacimiento de la Infanta... Me da en los huesos que es muy importante, pero a menos que se pueda encontrar a ese mago desaparecido hay pocas posibilidades de averiguar la verdad. — Se estremeció ligeramente, luego se puso en pie—. Me da la impresión de que nos enfrentamos a algo que supera nuestra comprensión. Suceda lo que suceda, hay que proteger a Jessamin. Debe hacerse. De lo contrario no me atrevo a pensar en las posibles consecuencias.

Cuando Phereniq se hubo marchado, Índigo permaneció completamente inmóvil durante algunos instantes. Luego, bruscamente, se dio la vuelta y agarró su sombrero de paja de ala ancha.

«¿Grimya?»

Proyectó su urgente llamada, y la loba apareció procedente del patio.

«Lo he oído todo.» Los ojos de Grimya brillaban ambarinos de inquietud. «Parece que ese Karim es más importante de lo que pensábamos.»

«Sí. Y debemos tener cuidado en nuestra búsqueda de él.»

Índigo sabía que existían todas las posibilidades de que, cuando hubiera escuchado lo que su astróloga tenía que decir, Augon entablara su propia caza del mago. No quería que a Karim lo encontraran los hombres del Takhan. Debía de avisársele.

Mientras salían al pasillo, Grimya dijo:

«¿Qué crees que puede significar esto? ¿Podría estar en peligro la Infanta a causa de esta reunión de estrellas de la que Phereniq hablaba?»