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Así pues, paralizada hasta el punto de ser incapaz de sentir nada que no fuera el sordo dolor de la pena y el sentido de culpabilidad, se escabulló a través del portillo, sonriendo de forma automática a los guardias, y penetró en los aposentos de la Infanta... encontrando a Phereniq y a Augon Hunnamek con la Infanta en el patio ajardinado.

—Índigo. —Phereniq se levantó nada más verla, y fue hacia ella con los brazos extendidos—. ¡Oh, querida mía, me apena tanto la noticia! Cuando Hild dijo que te habías enterado intenté encontrarte, pero ya te habías ido.

Augon la observaba, el oscuro rostro solemne, los ojos llenos de compasión. Hipócrita, dijo una voz silenciosa , y violenta en el interior de Índigo. Hipócrita —y asesino—; apartó la cabeza de la fija mirada del hombre y dejó que ; Phereniq la abrazara sin ofrecer resistencia.

—¿Te han permitido ver a Leando? —inquirió la astróloga.

—No; yo... —Entonces las palabras se registraron totalmente en su cerebro—. ¿Leando...?

—¿No sabías que estaba a bordo? —Phereniq la miró asombrada, luego horrorizada—. ¡Claro... cómo podías haberlo sabido! No pensé...

La esperanza, un destello agonizante en el negro miasma, contrajo la garganta de Índigo.

—Vi... vi el naufragio. Y fui al asilo; pero no pudieron decirme nada.

—¡Oh, querida...! —Phereniq dio un paso atrás—. Lo siento tanto...; no debiera habértelo dicho de esa forma. Estaban todos a bordo, Índigo: Leando, Mylo y el hijo de Mylo. No su esposa, demos gracias a la Madre del Mar; ella iba a seguirlos más tarde... Pero Leando vive, Índigo. Fue uno de los pocos a los que salvaron del mar. Está herido, pero se recuperará.

Índigo asintió con la cabeza, apenas capaz de comprender lo que oía.

—Luk —dijo—. ¿Se lo han dicho?

—Lo acompañan a casa en estos momentos. Fue muy valiente, aunque está muy trastornado. Pobre criatura: perder a su tío y a su primo de esta forma... —Meneó la cabeza, incapaz de expresar lo que sentía.

La mente de Índigo empezaba a funcionar con más claridad pasado el sobresalto, y el significado de todo aquello le provocó una gran sorpresa. ¿Cómo podía saber nadie que los tres Copperguild estaban en el Kara-Karai. Era imposible: el viaje había sido un secreto...

Sus aterrorizados pensamientos se vieron interrumpidos por Augon Hunnamek.

—Índigo, me culpo a mí mismo por esta tragedia —dijo con voz grave, Índigo alzó la cabeza deprisa y vio que se acercaba a ella con Jessamin detrás—. Su llamada debía ser una alegre sorpresa para Luk, y también para ti. No sé cómo expresar mi pena.

—¿Su llamada? —No comprendía.

Augon sacudió la cabeza entristecido.

—No se te informó de mi decisión. Puedes llamarlo un impulso romántico; un deseo de compartir mi felicidad ante mi inminente boda con aquellos que han sido mis leales amigos... Envié un mensaje a las Islas de las Piedras Preciosas hace dos meses, mediante el cual liberaba a Mylo de sus deberes y lo convocaba a él y a sus parientes de regreso a Simhara con todos los honores. Su regreso debía de ser mi regalo para ellos, y para ti y Luk.

Índigo continuó mirándolo fijamente.

—Nadie podía prever este terrible suceso, pero me siento muy responsable —siguió Augon—. Una pérdida tan tan terrible.

Índigo se había quedado sin habla.

—Me estáis diciendo que...

—Que Mylo y su hijo Elsender perdieron sus vidas en el naufragio. —Malinterpretó lo que ella quería decir, comí fundiendo su repentino temblor por conmoción ante aún! más malas noticias; un error que, cuando ella tuvo tiempo de recapacitar sobre ello más tarde, agradeció—. Sí. No tenemos confirmación aún, pero creemos que así debe ser. —Posó una mano sobre el hombro de ella, un gesto con el que hacía tiempo estaba familiarizada y que odiaba—. Que una tragedia así sea producto de mi acción! me apena más de lo que puedo expresar. Rezaré con todo fervor para que sus almas vayan rápidamente al encuentro de la Madre.

Los temblores de Índigo amenazaron con convertirse en estremecimientos incontrolados mientras el Takhan apartaba, y todo su ser clamaba ultrajado ante la completa y patente hipocresía de sus palabras. Esta criatura, este monstruo, por cuya mano inhumana tantas víctimas inocentes habían muerto, hablaba tranquilamente de dolor y pena y responsabilidad... Como si de un cuchillo al rojo vivo se tratara, su furia se comunicó a Grimya en una silenciosa pero feroz protesta:

«¿Por qué idiota me toma?»

Pero no podía decirlo en voz alta; no podía expresar su salvaje repugnancia. Todo lo que podía hacer, aunque el esfuerzo estaba casi más allá de sus posibilidades, era volver la mirada, dirigirla sin ver al otro extremo del cada! vez más verde jardín, y susurrar con los dientes apretados:

—Gracias, mi señor.

—Índigo...

Era Jessamin, sus ojos color miel abiertos de par en y llenos de emoción mientras se acercaba con timidez y deslizaba una pequeña mano en la de Índigo. El contacto apartó bruscamente a Índigo del borde del abismo: tragó saliva, miró a la Infanta y vio que había estado llorando.!

—Índigo, ¿crees que Luky estará bien? Su cara estaba blanca... —Su mano se crispó—. Oh, ¿por qué tuvo que suceder una cosa tan horrible?

«Pregúntale a tu chero Takhan, pobre criatura inocente», pensó Índigo con renovada furia. Pero no dijo nada, se limitó a besar la frente preocupada de Jessamin, y añadió una promesa silenciosa al odio que se agitaba en su interior.

«Morirá por esto. De una forma u otra, morirá.»

El esperado mensaje del Asilo de los Marineros no llegó hasta al cabo de cuatro días, Índigo había intentado contener su nerviosa impaciencia enfrascándose lo mejor que pudo en las cuestiones cotidianas; pero era difícil, en especial porque para la Infanta, casi cada una de las horas que pasaba despierta estaba dirigida a pensamientos que Airaban en torno a su próximo matrimonio.

Luk no había regresado a palacio; ni había llegado ninguna noticia de casa de los Copperguild con excepción de la definitiva confirmación de lo que Índigo había temido: que Mylo y Elsender habían perecido en el naufragio. Leando estaba fuera de peligro, pero no llegaron otras noticias de él; y_ así pues, cuando le fue entregada la breve nota del asilo, Índigo estaba a punto de estallar, y se sintió terriblemente agradecida por tener algo que rompiera d vacío.

Ella y Grimya encontraron a Macee en el patio del asilo, sentada en un sillón de junco y envuelta en una manta, a pesar de lo caluroso del día. Su rostro estaba pálido y cansado; había unas marcadas ojeras bajo sus ojos. Cuando vio acercarse a Índigo intentó sonreír, pero el esfuerzo era demasiado grande.

—Macee, —Índigo se agachó junto al sillón—. No me dejaron venir a verte hasta hoy... No sé qué puedo decirte.

—Me alegro de que vinieras. —La voz de Macee era sepulcral, sin vida, inerte. Se sujetó los antebrazos por un instante, como si sintiera frío—. Te contaron lo sucedido, ¿no?

—Amyxl lo hizo. Lo vi al día siguiente.

—Ah, sí. Yo también quería ver a Amyxl, pero me dijeron que había zarpado. —Cerró los ojos—. Que la Madre del Mar lo proteja. El Sivake sacó a seis de nosotros del mar, ¿lo sabías? Seis. Y a uno de tus amigos, también.

—Lo sé.

—En realidad debería estar muerta. Todos nosotros deberíamos estarlo. Después de lo que sucedió...

—Macee. —Índigo tomó las manos de la menuda mujer. Lo que quería saber era duro, pero la pregunta debía! ser hecha—. Amyxl me contó que... al Kara-Karai lo atacaron. Él vio algo... no pudo describirlo realmente, pero...