– ¿Por qué estaba preocupado su vecino?
– Mitchell tenía su hacha y el tío quería recuperarla. Fue a su casa varias veces, al final se cansó de esperar y fue a ver si Mitchell estaba en la comisaría. No estaba allí, de modo que el vecino rellenó un impreso de Persona Desaparecida, pensando que una búsqueda policial le obligaría a aparecer.
– Y a su hacha.
– Un hombre no es nada sin sus herramientas.
– ¿Altura?
Recorrió con el índice uno de los papeles.
– Metro setenta y cinco.
– Coincide. ¿Conducía algún vehículo?
– Mitchell era un alcohólico, iba andando a todas partes. Los que le conocían piensan que se perdió y murió a la intemperie.
– ¿Quién más?
– George Adair. -Leyó otro informe-. Blanco, sesenta y siete años. Vivía cerca de Unahala, desapareció hace dos semanas. Su esposa dijo que se fue de pesca con un amigo y nunca regresó.
– ¿Cuál es la explicación de su amigo?
– Una mañana se despertó y Adair no estaba en la tienda. Esperó un día, luego recogió las cosas y regresó a casa.
– ¿Dónde ocurrió esta excursión de pesca fatal?
– En Little Tennessee. -Hizo girar el sillón y señaló un punto en el mapa de la pared que había detrás de ella-. En las montañas Unahala.
– ¿Dónde está Nantahala?
Su dedo se movió una fracción hacia el nordeste.
– ¿Y dónde está el lugar del accidente?
Su dedo apenas si se movió.
– ¿Quién es el concursante número tres?
Cuando se volvió, el sillón entonó otra melodía.
– Daniel Wahnetah, sesenta y nueve años, indio cherokee de la reserva de la zona. No apareció en la celebración del cumpleaños de su nieto el veintisiete de julio. Su familia denunció su desaparición el veintiséis de agosto cuando tampoco se presentó a su propia fiesta. -Sus ojos recorrieron el documento-. No hay datos de su altura.
– ¿La familia esperó un mes antes de informar de su desaparición?
– Excepto durante los meses de invierno, Daniel pasa la mayor parte del año en los bosques. Tiene varios campamentos, trabaja en un circuito de caza y pesca.
Volvió a reclinarse en el viejo sillón y el mueble chirrió una melodía que no pude reconocer.
– Parece la Coalición del Arco Iris del reverendo Jesse Jackson. Si es uno de estos sujetos, únase a la carrera y encontrará a su hombre.
– ¿Eso es todo?
– Por estos parajes la gente no se mueve mucho. Les gusta la idea de morir en sus camas.
– Averigüe si alguno de estos tíos tenía problemas en los pies. O si dejaron zapatos en casa. Las huellas de las suelas podrían ser muy útiles. Y comience a considerar la posibilidad del ADN. Cabello. Dientes extraídos. Incluso un cepillo de dientes podría ser una buena fuente de información si no ha sido limpiado o vuelto a utilizar. Si la víctima no ha dejado nada podríamos trabajar con una muestra comparativa de un pariente de sangre.
El sillón produjo otra nota.
– Y sea discreta. Si el resto del cuerpo aún está ahí fuera y alguien es el responsable, no queremos darle ninguna pista para que acaben el trabajo que empezaron los coyotes.
– No había pensado en eso -dijo con voz grave.
– Lo siento.
Nuevamente el movimiento de cabeza.
– Sheriff, ¿sabe quién es el dueño de una propiedad que se encuentra a medio kilómetro al oeste del lugar donde se estrelló el avión? ¿Una casa con un jardín amurallado?
Crowe me miró fijamente, los ojos como canicas verde pálido.
– Nací en estas montañas y hace siete años que trabajo como sheriff. Hasta que usted llegó no sabía que en aquel valle hubiese otra cosa que pinos.
– Supongo que no podríamos conseguir una orden y echar un vistazo dentro de la casa.
– No lo suponga.
– ¿No le parece extraño que nadie sepa nada de ese lugar?
– Por aquí la gente es muy reservada.
– Y mueren en sus camas.
Cuando regresé a High Ridge House, llevé a Boyd a dar un largo paseo. O mejor dicho, él me llevó a mí. El chow-chow estaba excitado y olisqueaba y bautizaba todas y cada una de las plantas y piedras del camino. Me deleité con la vista desde la ladera de la colina, impresionada por la cadena de montañas que se extendía hacia el horizonte como un paisaje de Monet. El aire era frío y húmedo, olía a pino y tierra negra y vestigios de humo. Los árboles escuchaban el trino de los pájaros que se preparaban para la noche.
El paseo colina arriba fue otra historia. Boyd, con su entusiasmo intacto, continuaba tirando de la correa como Colmillo Blanco tiraba del trineo a través del Ártico. Cuando llegamos a su redil, mi brazo derecho estaba muerto y me dolían las pantorrillas.
Estaba cerrando la puerta cuando oí la voz de Ryan.
– ¿Quién es tu amigo?
– Boyd. Y es tremendamente arisco. -Aún estaba sin aliento y las palabras salieron entrecortadamente de mi boca.
– ¿Te estás entrenando para travesías extremas con perros?
– Buenas noches, chico -le dije al perro.
Boyd se concentró en masticar ruidosamente unas pequeñas pelotillas marrones que parecían carne petrificada.
– ¿Hablas con los perros pero no con tu viejo compañero?
Me volví y le miré.
– ¿Cómo te va, colega?
– Ni se te ocurra rascarme las orejas. Estoy bien. ¿Y tú?
– Excelente. Nunca fuimos compañeros.
– ¿Has resuelto esa cuestión de la edad?
– Estaba en lo cierto.
Comprobé la cerradura del refugio de Boyd y luego volví a mirar a Ryan.
– La sheriff Crowe tiene a tres personas mayores desaparecidas. ¿Alguna noticia del Motel Bates [6]?
– Nada. Nadie conoce ese lugar. Si alguien lo está usando, debe entrar y salir sin que le vean. Eso o nadie quiere hablar de ello.
– Examinaré los registros de impuestos tan pronto como abra el tribunal mañana por la mañana. Crowe seguirá investigando a esas personas desaparecidas.
– Mañana es sábado.
– Mierda.
Evité el impulso de golpearme la frente.
Preocupada por el hecho de que Larke me hubiese despedido, había perdido la noción del tiempo. Los edificios del gobierno cierran los fines de semana.
– Mierda -repetí para acentuar mi decepción, y me dirigí hacia la casa. Ryan echó a andar a mi lado.
– La reunión informativa de hoy fue muy interesante.
– ¿Ah, sí?
– El NTSB ha recopilado unos datos sobre daños preliminares. Pásate mañana por el cuartel general y te los daré.
– ¿Mi presencia no te causará problemas?
– Puedes llamarme chiflado.
La investigación había cubierto gran parte del área de Bryson City. En Big Laurel, el trabajo continuaba en el centro de mando del NTSB y en el depósito provisional instalado en el lugar del accidente. El proceso de identificación de las víctimas se realizaba en el depósito del Departamento de Bomberos de Alarka, y en el Sleep Inn del Veterans Boulevard se había instalado un centro de asistencia a los familiares.
Además, el gobierno federal había alquilado un gran espacio en el Departamento de Bomberos de Bryson City y había asignado espacios al FBI, NTSB, ATF y otras organizaciones. A la mañana siguiente, a las diez en punto, Ryan y yo estábamos sentados ante un ordenador en uno de los diminutos despachos que llenaban la planta superior del edificio. Estábamos entre Jeff Lowery, del grupo del NTSB encargado de la documentación del interior de la cabina, y Susan Katzenberg, del grupo de estructuras.
Mientras Katzenberg explicaba el diagrama preliminar de los restos terrestres realizado por su grupo, yo me mantenía ojo avizor ante la eventual presencia de Larke Tyrell. Aunque me encontraba acompañada por los agentes federales, y no estaba violando el destierro al que me había enviado Tyrell, no quería una confrontación.
– Aquí está el triángulo que delimita el área con los restos del accidente. El centro se encuentra en el lugar del choque del aparato contra el suelo, luego el rastro se extiende a lo largo de la trayectoria de vuelo durante casi ocho kilómetros. Esta estimación se basa en un descenso parabólico desde una altitud de ocho mil metros a aproximadamente siete kilómetros por minuto hasta una caída vertical.