– ¿En qué puedo ayudarles?
– Nos gustaría consultar el mapa del índice tributario del condado.
La mujer se llevó una mano a la boca, como si se hubiese sobresaltado.
– ¿El mapa tributario?
Comencé a pensar que mi solicitud era la primera de este tipo que le hacían. Saqué la tarjeta de Byron McMahon del bolsillo, me acerqué al mostrador y se la entregué a la mujer.
Madame Musial echó un vistazo a la tarjeta.
– ¿Es realmente del FBI?
Cuando alzó la vista, asentí.
– ¿Byron?
– Es un apellido. -Sonreí persuasivamente.
– ¿Tiene una arma?
– Aquí no. -Y en ninguna parte, pero eso empañaría mi imagen.
– ¿Tiene relación con el accidente aéreo?
Me incliné hacia adelante apoyando los codos en el mostrador. La mujer olía a menta y a un champú exageradamente perfumado.
– Lo que estamos buscando podría ser crucial para la investigación. -Detrás de mí Ryan movió los pies.
– Me llamo Dorothy. -Me devolvió la tarjeta-. Lo buscaré.
Dorothy se dirigió a un mueble para guardar mapas, abrió uno de los estrechos cajones, sacó una hoja de grandes dimensiones y la extendió sobre el mostrador.
Ryan y yo nos inclinamos sobre el mapa. Tomando como referencia los límites de los municipios, las carreteras y otras señales, conseguimos localizar la sección donde se encontraba la casa con el recinto amurallado. Dorothy nos observaba desde el otro lado de la divisoria, tan atentamente como una egiptóloga que examina un papiro.
– Ahora nos gustaría ver el mapa de la sección seis-dos-uno, por favor.
Dorothy sonrió para indicar que ella formaba parte del equipo, se dirigió a otro mueble y regresó con el documento que le habíamos pedido.
Cuando comencé mi carrera de antropóloga, después de haber hecho algunos trabajos de arqueología, pasaba horas examinando los mapas del Departamento de Planimetría de Estados Unidos y sabía cómo interpretar los símbolos y los accidentes del terreno. La experiencia siempre es un grado. Usando elevaciones, arroyos y carreteras, Ryan y yo conseguimos centrar la casa.
– Mapa de la sección seis-veintiuno, parcela cuatro.
Sin quitar el dedo del punto señalado, alcé la vista. El rostro de Dorothy estaba a escasos centímetros del mío.
– ¿Cuánto tiempo llevará encontrar los datos impositivos de esta propiedad?
– Un minuto.
La sorpresa debió reflejarse en mi cara.
– El Condado de Swain no es una zona atrasada. Estamos informatizados.
Dorothy fue hasta una esquina en la parte de atrás de la habitación dentro de su área de «seguridad» y quitó la funda de plástico que cubría un monitor y un teclado, la colocó en una estantería y encendió el ordenador. Cuando el programa apareció en pantalla pulsó varias teclas. Pasaron algunos segundos. Finalmente entró el número del impuesto correspondiente a esa propiedad y la pantalla se llenó de información.
– ¿Quiere una copia?
– Por favor.
Destapó una impresora Hewlett-Packard similar a la primera que tuve. Esperamos nuevamente a que hubiese doblado y guardado la funda de plástico, luego cogió una hoja de papel de un cajón y la colocó en la bandeja de alimentación de la impresora.
Finalmente, pulsó una tecla, la impresora produjo un zumbido y el papel desapareció para aparecer un segundo más tarde por el otro lado.
– Espero que esto sirva de ayuda -dijo, entregándome la impresión.
La hoja impresa ofrecía una vaga descripción de la propiedad y sus construcciones, su valor estimado, el nombre y la dirección de correo de su propietario, y la dirección a la que se enviaban las facturas impositivas.
Le entregué la hoja a Ryan sintiéndome decepcionada.
– Grupo de Inversiones H amp;F, SRL -leyó en voz alta-. La dirección postal es un apartado de correos en Nueva York.
– Ryan me miró-. ¿Quién coño es el Grupo de Inversiones H amp;F?
Me encogí de hombros.
– ¿Qué es SRL?
– Sociedad de Responsabilidad Limitada -dije.
– Podrías intentarlo en la oficina del registro.
Ambos nos volvimos hacia Dorothy. Un ligero tinte rosado había aparecido en sus mejillas.
– Podría buscar la fecha en que H amp;F adquirió la propiedad y el nombre del dueño anterior.
– ¿Tienen esa información?
Ella asintió.
Encontramos la oficina de registro de la propiedad a la vuelta de la esquina de la oficina impositiva. La habitación de escrituras estaba situada detrás del mostrador preceptivo, detrás de unas puertas giratorias de madera. Las estanterías que cubrían las paredes y los archivadores contenían libros de títulos de propiedad que abarcaban cientos de años. Los más recientes eran cuadrados y rojos, los números estaban estampados con caracteres dorados. Los volúmenes más viejos estaban profusamente decorados, como los ejemplares encuadernados en cuero de las primeras ediciones.
Era como la búsqueda del tesoro, cada escritura nos hacía retroceder en el tiempo. Encontramos lo siguiente:
El Grupo de Inversiones H amp;F era una Sociedad de Responsabilidad Limitada registrada en Delaware. La propiedad de la parcela tributaria número cuatro había sido transferida a la sociedad en 1949 por un tal Edward E. Arthur. La descripción de la propiedad era encantadora, pero un tanto imprecisa para nuestro gusto. Le leí la descripción en voz alta a Ryan.
– La propiedad comienza en un roble colorado sobre una loma, en la esquina de la parcela número 11807 concedida por el estado, y se extiende hacia el norte cuatrocientos cincuenta metros hasta la línea Bellingford, luego colina arriba cuando sigue el curso de la línea Bellingford hasta un castaño en el terreno de S. Q. Barker…
– ¿Cómo consiguió Arthur esa propiedad?
Omití el resto de la peritación y continué leyendo.
– ¿Quieres oír los trozos de «la parte de la primera parte»?
– No.
– … teniendo la misma tierra traspasada por escritura por parte de Victor T. Livingstone y su esposa J. E. Clampett, con fecha de 26 de marzo, 1933, y registrada en el Libro de Títulos de Propiedad número 52, página 315, Registros del Condado de Swain, Carolina del Norte.
Fui a la estantería y cogí el volumen más viejo.
Arthur había obtenido la propiedad de un tal Victor T. Livingstone en 1933. Livingstone debió comprársela a Dios, ya que no había ningún documento anterior a esa fecha.
– Al menos sabemos cómo entraban y salían los afortunados propietarios.
Las escrituras de propiedad de Livingstone y Arthur describían un camino de entrada.
– O entran y salen. -Yo aún no estaba convencida de que la propiedad estuviese abandonada-. Mientras estábamos allí Crowe encontró un sendero que llevaba desde la casa hasta un camino para transportar madera. El desvío del sendero está oculto por un portón provisional completamente cubierto de kudzu. Cuando ella me enseñó la entrada, no podía creerlo. Uno podría pasar un millón de veces caminando o conduciendo y no verla.
Ryan no dijo nada.
– ¿Y ahora qué?
– Ahora esperaremos la orden de registro de Crowe.
– ¿Y mientras tanto?
Ryan sonrió y se arrugaron los rabillos de sus ojos.
– Mientras tanto hablaremos con el fiscal general del gran estado de Delaware y averiguaremos todo lo que podamos acerca del Grupo de Inversiones H amp;F.
Boyd y yo estábamos compartiendo un bocadillo y una bolsa de patatas fritas en el porche de High Ridge House cuando el coche patrulla de Lucy Crowe apareció en la carretera. La observé mientras ascendía hacia el camino particular de la casa. Boyd siguió vigilando el bocadillo.
– ¿Pasando un buen rato? -preguntó Crowe cuando llegó a la escalera.
– Dice que le he estado ignorando.