Reconstrucción. Ensamblar nuevamente el avión tal como era antes del accidente. La reconstrucción total significa un tremendo gasto de tiempo, dinero y mano de obra, cosas que al NTSB no le sobraban. No lo hacen en todas las catástrofes, lo hacen a regañadientes cuando el clamor público lo exige. Así ocurrió en el caso del TWA 800 porque los británicos lo habían hecho con el Pan Am 102, y no querían quedar en evidencia.
Con cincuenta estudiantes muertos, la reconstrucción del avión era imprescindible.
Durante las dos últimas semanas los camiones habían transportando los restos del vuelo 228 TransSouth a través de las montañas hasta un hangar alquilado en el aeropuerto de Asheville. Las piezas eran colocadas sobre cuadrículas correspondientes a su posición en el Fokker-100. Aquellas partes que no podían asociarse claramente con alguna sección del avión, eran clasificadas según la posición en la que fueron recuperadas en el lugar del accidente.
Finalmente, cada fragmento sería catalogado y sometido a una serie de pruebas, luego, se ensamblaría alrededor de una estructura de madera y alambre. Con el tiempo, un avión tomaría forma, como un rebobinado a cámara lenta con un millón de fragmentos uniéndose hasta formar un objeto reconocible.
Yo había visitado los lugares donde se realizaba este trabajo en otros accidentes y podía imaginarme perfectamente lo pesado que era. En este caso, el proceso se desarrollaría más rápidamente ya que el TransSouth Air 228 no se había estrellado contra el suelo. El avión se había partido en dos en el aire y caído a tierra en grandes trozos.
Pero yo no lo vería. Estaba exiliada. Mi rostro debió reflejar mi abatimiento.
– Puedo postergar la reunión. -Ryan apoyó una mano sobre mi hombro. -Estoy bien.
– ¿Qué piensas hacer esta tarde?
– Voy a sentarme aquí y acabar mi almuerzo con Boyd. Luego cogeré el coche e iré al pueblo a comprar comida para perros, cuchillas de afeitar y champú. -¿Estarás bien?
– Tal vez tenga problemas para encontrar cuchillas de doble hoja. Pero las conseguiré.
– Brennan, cuando quieres puedes ser insoportable. -¿Lo ves? Estoy bien. -Me las arreglé para esbozar una sonrisa-. Vete a tu reunión.
Cuando Ryan se marchó, le di a Boyd las últimas patatas. -¿Alguna marca preferida? -pregunté. No me contestó.
Sospechaba que Boyd comería prácticamente cualquier cosa salvo huevos duros.
Estaba metiendo todos los envoltorios dentro de una bolsa cuando Ruby salió corriendo por la puerta y me cogió del brazo.
– ¡Rápido! ¡Venga rápido! -Qué…
Me arrancó del columpio y me metió en la casa. Boyd saltaba a mi alrededor, mordisqueando mis tejanos. No estaba segura de si era la urgencia de Ruby lo que le excitaba de ese modo o su acceso a un territorio prohibido.
Ruby me llevó directamente a la cocina, donde había una tabla de planchar con un par de Levi's extendidos encima. Debajo había un cesto de mimbre, lleno hasta el borde con ropa arrugada. Alrededor de la habitación, varias prendas perfectamente planchadas colgaban de los pomos de los armarios.
Ruby señaló un televisor blanco y negro de doce pulgadas que había sobre un mostrador al otro lado de la tabla de planchar. Una banda en la parte inferior de la pantalla anunciaba últimas noticias. Un locutor hablaba encima de las palabras que atravesaban la pantalla, el rostro sombrío, la voz serena. Aunque la recepción no era buena, no tuve ningún problema en identificar la figura que aparecía encima de su hombro izquierdo.
La habitación pareció retroceder a mi alrededor. Sólo era consciente de la voz y del paisaje nevado.
… una fuente interna ha revelado que la antropóloga ha sido despedida y que se ha abierto una investigación. Aún no se han presentado cargos y se ignora si la investigación del accidente se ha visto comprometida o si la identificación de las víctimas se ha visto afectada. Cuando nos pusimos en contacto con el doctor Larke Tyrell, forense jefe de Carolina del Norte, no hizo ningún comentario. En otras noticias…
– ¿Es usted, verdad?
Ruby me devolvió a la realidad.
– Sí -dije.
Boyd había dejado de correr alrededor de la cocina y estaba oliendo el suelo junto al fregadero. Levantó la cabeza al oír mi voz.
– ¿Qué está diciendo?
Los ojos de Ruby eran del tamaño de un Frisbee.
Algo se rompió en mi interior y me volví hacia ella como un tsunami.
– ¡Es un error! ¡Un jodido error!
Era mi voz, áspera y aguda, aunque yo no había formado conscientemente las palabras.
En la habitación hacía calor, el olor a vapor y a almidón flotaban en el aire. Me volví y corrí hacia la puerta.
Boyd me siguió, las patas arrugaron la alfombra mientras corríamos por el pasillo. Atravesé la puerta y corrí por el prado, el sonido de las campanillas resonaba detrás de mí. Ruby debió de pensar que estaba poseída por el mismísimo Satanás.
Cuando abrí la puerta del coche, Boyd saltó dentro y se instaló en el asiento trasero, asomada la cabeza por la abertura que había entre los dos asientos delanteros. No me sentía con ánimos para detenerle.
Me deslicé detrás del volante, inspiré varias veces, esperando pasar página. Mi pulso se normalizó. Comencé a sentirme culpable por el estallido de ira, pero no podía obligarme a mí misma a volver a la cocina para disculparme.
Boyd escogió ese momento para lamerme la oreja.
Al menos el chow-chow no cuestiona mi integridad, pensé.
– Vamos.
Durante el viaje a Bryson City, contesté varias llamadas del móvil, cada una de un periodista. Después de siete «sin comentarios», apagué el aparato.
Boyd cambió de posición, entre el centro del asiento y la ventanilla trasera izquierda, reaccionaba con el mismo gruñido grave ante coches, peatones y otros animales. Después de un rato cesó de dejar constancia de quién era ante todo el mundo y se dedicó a contemplar plácidamente mientras las vistas y los sonidos de las montañas pasaban velozmente a lo lejos.
Encontré todo lo que necesitaba en el supermercado Ingles en el límite sur del pueblo. Herbal Essence y Gillete Good News para mí, Kibbles N' Bits para Boyd. Incluso me abalancé sobre una caja de helados Milkbone.
Animada por haber encontrado las cuchillas de afeitar decidí dar un paseo.
Aproximadamente a cinco kilómetros más allá del límite de Bryson City, Everett Street se convierte en una carretera panorámica que serpentea a través del Parque Nacional de las Great Smoky Mountains sobre la orilla norte del lago Fontana. Oficialmente la carretera se llama Lakeview Drive. Pero la gente del lugar la llama la Carretera a Ninguna Parte.
En la década de los cuarenta, una carretera asfaltada de dos carriles llevaba desde Bryson City, bordeando los ríos Tuckasegee y Little Tennessee, hasta Deal's Gap, cerca de la frontera con Tennessee. Al darse cuenta de que la creación del lago Fontana inundaría la carretera, la Agencia del Valle del Tennessee prometió construir una nueva carretera en la orilla norte. Los trabajos de construcción se iniciaron en 1943 y finalmente se abrió un túnel de 400 metros de largo. Entonces la construcción se interrumpió, dejando al condado de Swain con una carretera y un túnel a ninguna parte y con la autoestima herida por la insignificancia de su posición en el orden universal de las cosas.
– ¿Quieres dar un paseo?
Boyd mostró su entusiasmo apoyando su hocico sobre mi hombro derecho y lamiéndome la cara. Una cosa que admiraba de él era su naturaleza complaciente.
El paseo fue hermoso, y el túnel, un monumento perfecto a la locura federal. Boyd disfrutó corriendo de un extremo al otro mientras yo permanecía en el medio y lo observaba.
Aunque el paseo me animó, la alegría duró muy poco. Justo después de haber abandonado el parque, el motor hizo un ruido extraño. Cuatro kilómetros antes de llegar al pueblo volvió a hacerlo, lo repitió varias veces y luego se estabilizó en un ruido fuerte y persistente.