Satisfecha de que fuese factible realizar una estimación realista de la edad, aumenté la ampliación de la lente a cien y a continuación inserté en el ocular un micrómetro regulado. La cuadrícula contenía cien cuadrados, cuyos lados medían un milímetro al nivel de la sección. Moviéndome de una platina a otra examiné los paisajes en miniatura, contando y registrando con sumo cuidado los caracteres dentro de cada cuadrícula. Cuando hube terminado y volcado los totales en la fórmula adecuada, obtuve mi respuesta.
La persona a la que había pertenecido ese pie tenía alrededor de sesenta y cinco años, aunque probablemente estaba más cerca de los setenta.
Me recliné en la silla y consideré ese dato. Ninguno de los pasajeros se acercaba a esa edad. ¿Cuáles eran las opciones?
Uno. A bordo del avión viajaba un pasajero que no constaba en la lista. ¿Un viajero sin cargo septuagenario? ¿Un respetable ciudadano mayor de polizón? Improbable.
Dos. Uno de los pasajeros había subido el pie a bordo. Ryan dijo que no habían encontrado a nadie cuyo perfil sugiriese un interés en las partes del cuerpo humano.
Tres. El pie no guardaba relación alguna con el vuelo 228 de TransSouth Air.
¿De dónde procedía entonces?
Busqué una tarjeta en el bolso, comprobé el número y llamé.
– Departamento del Sheriff del Condado de Swain.
– Lucy Crowe, por favor.
– ¿Quién la llama?
Di mi nombre y esperé. Un momento más tarde se escuchó la voz grave y ronca.
– Tal vez no debería estar hablando con usted.
– ¿Lo ha oído?
– Lo he oído.
– Podría intentar explicárselo pero creo que ni yo misma entiendo la situación.
– No la conozco lo suficiente como para juzgarla.
– ¿Por qué está hablando conmigo?
– Instinto.
– Estoy intentando aclarar todo este asunto.
– Eso estaría bien. Los tiene a todos bastante nerviosos.
– ¿Qué quiere decir?
– Acabo de recibir una llamada de Parker Davenport.
– ¿El vicegobernador?
– El mismo. Me ordenó que la mantuviese alejada del lugar del accidente.
– ¿No tiene nada mejor de qué preocuparse?
– Aparentemente usted es un fastidio. Uno de mis ayudantes atendió una llamada esta mañana. El tío quería saber dónde vive y dónde se alojó mientras estuvo aquí.
– ¿Quién era?
– No quiso dar su nombre y colgó cuando mi ayudante insistió.
– ¿Era alguien de la prensa?
– Somos muy buenos descubriendo a los tíos de la prensa.
– Sheriff, hay algo que puede hacer por mí.
Percibí el sonido del aire a larga distancia.
– ¿Sheriff? ' -
– La escucho.
Describí el pie y mis razones para dudar de que tuviese alguna relación con el accidente aéreo.
– ¿Podría comprobarlo en la lista de personas desaparecidas en Swain y los condados vecinos?
– ¿Tiene algún otro dato aparte de la edad?
– Metro sesenta y cinco de altura con pies en mal estado. Cuando reciba los resultados de la prueba del ADN sabré cuál era el sexo de su propietario.
– ¿Período de búsqueda?
– Un año.
– Aquí en Swain tenemos algunos casos. Echaré un vistazo. Y supongo que no hay nada de malo si hago algunas averiguaciones.
Cuando colgamos, cerré herméticamente el estuche con las platinas y se lo devolví al técnico del laboratorio. Mientras conducía de regreso a casa un montón de nuevas preguntas se amontonaron en mi cabeza, alimentadas por sentimientos de ira y humillación.
¿Por qué no me defendía Larke Tyrell? Él sabía perfectamente el compromiso que yo siempre asumía con mi trabajo, sabía que jamás pondría en peligro ninguna investigación.
¿Acaso Parker Davenport era la «gente poderosa» que había mencionado Tyrell? Larke era un oficial designado. ¿Podía el vicegobernador presionar a su forense jefe? ¿Por qué?
¿Podía ser justa la reacción de Lucy Crowe ante Davenport? ¿Estaba el vicegobernador preocupado por su imagen y planeaba utilizarme a mí con propósitos publicitarios?
Recordé su presencia en el lugar del desastre, la boca cubierta con un pañuelo inmaculado y los ojos bajos para evitar la carnicería que nos rodeaba.
¿O era a mí a quien quería evitar? Una sensación desagradable creció dentro de mí y traté de borrar la imagen. No tuve éxito. Mi mente era como un ordenador sin la tecla de suprimir.
Pensé en el consejo de Ryan. En el de Pete. Ambos decían lo mismo.
Marqué el número de Información y luego hice una llamada.
El teléfono sonó dos veces antes de que Ruby contestara.
Me identifiqué y le pregunté si la habitación Magnolia estaba libre.
– La habitación está vacía pero se la he ofrecido a uno de los huéspedes de la planta baja.
– Me gustaría volver a alojarme allí.
– Me dijeron que se había marchado para siempre. Pagado la cuenta.
– Le pagaré una semana por adelantado.
– Debe de ser la voluntad del Señor que el otro huésped aún no se haya mudado a la habitación de arriba.
– Sí -contesté con un entusiasmo que no sentía en absoluto-. La voluntad del Señor.
Capítulo 10
Charlotte es un caso de enfermedad de personalidad múltiple, la Sibila de las ciudades. El Nuevo Sur está orgulloso de sus rascacielos, del aeropuerto, de la universidad, de los Hornets de la NBA, los Panthers de la NFL y las carreras de coches de la NASCAR. Sede central del Bank of America y el First Union, es el segundo centro financiero más importante del país. También es la sede de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. Ansia convertirse en una ciudad reconocida mundialmente.
No obstante, Charlotte sigue sintiendo una gran nostalgia del Viejo Sur. El rico sureste está lleno de mansiones imponentes y ordenados bungalow rodeados de azaleas, cerezos silvestres, rododendros, ciclamores y magnolias. Las calles sinuosas, con balancines en los amplios porches delanteros, tienen más árboles por kilómetro cuadrado que cualquier otro barrio del planeta. Al llegar la primavera, Charlotte es un caleidoscopio de rosa, blanco, violeta y rojo. En los meses de otoño el amarillo y el naranja incendian el paisaje. Tiene una iglesia en cada esquina y la gente acude a ellas. La pérdida de los valores cívicos es un tema de conversación permanente, pero las mismas personas que se lamentan de ello no apartan la vista del mercado de valores.
Yo vivo en Sharon Hall, una propiedad de finales de siglo en el elegante y viejo barrio de Myers Park. En un tiempo fue una elegante mansión georgiana, pero Sharon Hall comenzó a deteriorarse en la década de los cincuenta y fue donada a una universidad local. A mediados de los años ochenta un grupo de constructores adquirió la propiedad de dos hectáreas, la restauró y la convirtió en un moderno complejo de apartamentos.
Mientras que la mayoría de los residentes de Hall ocupan la casa principal, o una de sus alas recientemente construidas, mi apartamento es una estructura diminuta situada en la parte oeste de la propiedad. Los documentos indican que el edificio comenzó siendo un anexo de la cochera, pero en ningún registro consta su función original. A falta de un término mejor se lo denomina simplemente el Anexo.
Aunque pequeñas, las dos plantas de mi apartamento son luminosas y soleadas, y el estrecho patio es perfecto para cultivar geranios, una de las pocas especies capaces de sobrevivir a mis conocimientos de horticultura. El Anexo ha sido mi hogar desde mi ruptura matrimonial y se adapta perfectamente a mis necesidades.
El cielo estaba completamente azul cuando pasé a través de las puertas exteriores y rodeé el prado exterior. Las petunias y las caléndulas olían a otoño, su perfume se mezclaba con el aroma de las hojas que comenzaban a secarse. El sol calentaba los ladrillos de los edificios, las aceras y el muro que rodeaba el Hall.
Al llegar al Anexo me sorprendió ver el Porsche de Pete aparcado junto a mi patio, la cabeza de Boyd asomaba por la ventanilla del acompañante. Al verme, el perro irguió las orejas, metió la lengua en la boca y luego volvió a sacarla.