«¿Qué había en la habitación? ¿Qué había en la habitación? ¿Qué había en la habitación?»
Hice un rápido inventario mental. Las llaves del coche. Las tarjetas de crédito. La licencia de conducir. El pasaporte. Los llevaba encima.
«¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?»
¿Un registro apresurado en busca de objetos de valor o acaso buscaban algo en concreto? ¿Qué había en la habitación que alguien pudiera querer?
«¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?»
Cuando se iluminó la pantalla del ordenador examiné unos cuantos archivos. Todo parecía estar en orden.
Fui al cuarto de baño y me eché agua fría en la cara. Luego cerré los ojos y practiqué un juego infantil que sabía que me tranquilizaría. En silencio canté la letra de la primera canción que me vino a la mente. Honkey Tonk Women.
El intermedio con Mick y los Stones dio resultado. Más tranquila, regresé a la habitación y comencé a juntar los papeles.
Aún estaba ordenando los documentos cuando oí que llamaban a la puerta. Era Andrew Ryan. Llevaba dos helados Dove en la mano derecha.
Los ojos de Ryan barrieron el revoltijo.
– ¿Qué coño ha pasado aquí?
Me limité a mirarle, sin confiar demasiado en mi voz.
– ¿Falta algo?
Tragué con esfuerzo.
– El único objeto de valor era el ordenador y no se lo llevaron.
– Eso descarta el robo.
– A menos que algo o alguien haya interrumpido al intruso.
– Parece como si hubiesen puesto todo patas arriba buscando algo.
– O sólo para asustarme.
«¿Por qué?»
– ¿Un helado? -me ofreció Ryan.
Comimos las barras heladas y consideramos las posibles explicaciones. Ninguna resultaba convincente. Las dos más probables eran alguien que buscaba dinero o alguien que me hacía saber que a él o a ella yo no les importaba nada.
Cuando Ryan se marchó guardé las carpetas que aún quedaban fuera del maletín y fui a llenar la bañera para prepararme un baño caliente. Al descorrer la cortina tuve otro sobresalto.
La figura de cerámica de Ruby que representaba a Annie la Huerfanita estaba en el fondo de la bañera con el rostro aplastado y los miembros destrozados. Sandy colgaba de la ducha con un nudo alrededor del cuello.
De nuevo, mi mente se convirtió en un torbellino y mis manos comenzaron a temblar. Este mensaje no tenía nada que ver con el dinero. Estaba claro que había alguien a quien yo no le importaba absolutamente nada.
De pronto recordé el Volvo. ¿Aquel incidente había sido una amenaza? ¿Esta intrusión en mi habitación era otra? Luché contra el impulso de correr por el pasillo a la habitación de Ryan.
Pensé en las puertas sin llave y en la posibilidad de traer a Boyd dentro de la casa. ¿Entonces quién estaría amenazado?
Una hora más tarde, acostada en la cama y algo más calmada, reflexioné acerca de la fuerza de mi reacción ante la invasión de mi espacio. ¿Había sido la ira o el miedo lo que me había enfurecido de ese modo? ¿Con quién debería estar furiosa? ¿Por qué debería tener miedo?
Tardé mucho tiempo en conciliar el sueño.
Capítulo 14
Cuando bajé a la mañana siguiente, Ryan estaba interrogando a Ruby sobre el intruso. Byron McMahon estaba sentado al otro lado de la mesa, y dividía su atención entre el interrogatorio y un trío de huevos fritos.
Ruby hizo un comentario.
– Los secuaces de Satán están entre nosotros.
Me molestó la indiferencia que mostraba hacia el saqueo de mis pertenencias, pero no dije nada.
– ¿Se llevaron algo? -preguntó McMahon.
Bien. El FBI estaba con mi caso.
– Creo que no.
– ¿Ha estado molestando a alguien?
– Sospecho que mi perro lo ha hecho. Los perros ladran.
Describí lo que les habían hecho a Annie y Sandy.
Ryan me miró con una expresión extraña pero no dijo nada.
– Este lugar no es precisamente Los Álamos. Cualquiera puede entrar y salir de aquí sin problemas. -McMahon pinchó varias patatas fritas con el tenedor-. ¿Qué ha estado haciendo últimamente? No la he visto por aquí.
Le hablé del pie y de la casa amurallada, acabé con el perfil de los ácidos grasos volátiles que había conseguido el día anterior. No le dije nada acerca de mi actual posición en la investigación del accidente aéreo y dejé que él se encargarse de llenar ese vacío. Mientras yo hablaba, su sonrisa se fue diluyendo lentamente.
– ¿De modo que Crowe piensa pedir una orden de registro? -preguntó con expresión de policía veterano.
Estaba a punto de contestarle cuando el móvil comenzó a emitir la Obertura de Guillermo Tell. Los dos hombres se miraron cuando activé el teléfono.
La llamada era de Laslo Sparkes en Oak Ridge. Escuché, le agradecí la información y colgué.
– ¿Era Rossini? -preguntó Ryan.
– Estaba probando las opciones de llamada y olvidé cambiarla. -Corté el huevo con el cuchillo y parte de la yema cayó fuera del plato-. Nunca te hubiese asociado a ti con un entusiasta de la ópera.
– Muy graciosa.
McMahon cogió una tostada.
– Era el antropólogo de Oak Ridge.
– Déjame adivinar. Ha sacado el perfil de los humores y el cuerpo desaparecido es el de Madalyn Murray O'Hair [11].
Ryan estaba de cachondeo. Le ignoré y dirigí mi respuesta a McMahon.
– Encontró algo mientras estaba filtrando los restos de tierra.
– ¿De qué se trata?
– No lo dijo. Sólo que podría resultar muy útil. A mediados de semana se detendrá en Bryson City de camino a Asheville.
Ruby regresó, retiró los platos y desapareció.
– ¿De modo que piensas ir al tribunal? -preguntó Ryan.
– Sí -respondí concisa.
– Suena a trabajo de detective.
– Alguien tiene que hacerlo.
– No perjudica a nadie averiguar quién es el dueño de esa propiedad. -McMahon vació su jarra-. Después de la reunión de hoy debo viajar a Charlotte para entrevistar a un tío que afirma tener información sobre un grupo paramilitar que actúa aquí en Swain. Si no, la hubiese acompañado.
Sacó una tarjeta de la cartera y la dejó delante de mí.
– Si en el tribunal se muestran reacios a colaborar puede mostrarles esto. A veces ayuda a una mejor predisposición.
– Gracias.
Guardé la tarjeta en el bolsillo.
McMahon se excusó, dejándonos a Ryan, a mí y a tres jarras vacías.
– ¿Quién crees que revolvió tu habitación?
– No lo sé.
– ¿Por qué lo hicieron?
– Estaban buscando tu gel de ducha.
– Yo no me lo tomaría a broma. ¿Qué te parece si doy unas vueltas por ahí y hago algunas preguntas?
– Sabes que eso no te llevará a ninguna parte. Estas cosas jamás se resuelven.
– Les haría saber a esos tíos que alguien siente curiosidad por lo que ha pasado.
– Hablaré con Crowe.
Me levanté para marcharme y Ryan me cogió del brazo.
– ¿Quieres apoyo en el tribunal?
– ¿Temes que el encargado de los títulos de propiedad empiece un ataque armado, o algo parecido?
Miró a nuestro alrededor y luego nuevamente a mí.
– ¿Te gustaría tener «compañía» en el tribunal?
– ¿No piensas asistir a la reunión del NTSB?
– McMahon puede ponerme al día. Pero hay una condición.
Esperé.
– Cambia tu teléfono.
– Hi-Yo, Silver [12] -dije.
El edificio de la Administración y Tribunal del Condado de Swain reemplazó a su antecesor en 1982. Se trata de una construcción rectangular, con un techo de metal galvanizado rojo dispuesto en ángulo bajo, que se alza a orillas del río Tuckasegee. Aunque carece del encanto del antiguo edificio abovedado de Everett and Main, la estructura es brillante, limpia y eficiente.
La oficina de impuestos está situada en la planta baja, inmediatamente después de un vestíbulo con azulejos octogonales. Cuando entramos con Ryan, cuatro mujeres alzaron la vista de las pantallas de sus ordenadores, dos detrás de un mostrador directamente delante de nosotros, dos detrás de un mostrador situado a nuestra izquierda.
Expliqué lo que queríamos. La mujer número tres señaló una puerta en el fondo de la habitación.