Miles, colgado de las palabras de Bel, recordó dónde estaban.
—Siéntate, siéntate —indicó la mesita. Tomaron asiento uno al lado del otro. Miles apoyó el brazo en la oscura superficie y se acercó más para escuchar.
—Incluso me fui a casa durante una temporada —continuó Bel—. Pero descubrí que un cuarto de siglo dando tumbos por el Nexo como herm libre me habían puesto fuera de contacto con la Colonia Beta. Acepté unos cuantos trabajos espaciales, algunos a sugerencia de nuestro mutuo jefe. Entonces recalé por aquí. —Bel se apartó de la frente el flequillo marrón canoso, un gesto familiar; pronto volvió a su sitio, algo aún más enternecedor.
—Ya no estoy a las órdenes de SegImp, exactamente —dijo Miles.
—¿No? ¿Entonces qué es SegImp, exactamente?
Miles vaciló.
—Mi… instrumento de inteligencia —dijo por fin—. Por mi nuevo trabajo.
Bel alzó aún más las cejas.
—Entonces esta historia del Auditor Imperial no es una tapadera para la última actividad encubierta.
—No. Es de verdad. He acabado con las actividades encubiertas.
Bel torció el gesto.
—¿Y a qué viene entonces ese curioso acento?
—Es mi voz real. El acento betano que adoptaba para el almirante Naismith era el falso. Más o menos. No es que no lo aprendiera en las rodillas de mi madre.
—Cuando Watts me dijo el nombre del pez gordo que enviaban los barrayareses pensé que tenías que ser tú. Por eso me aseguré de formar parte del comité de bienvenida. Pero esto de la Voz del Emperador me pareció algo salido de un cuento de hadas. Hasta que leí de qué iba. Entonces me pareció algo sacado de un cuento de hadas realmente horrible.
—Oh, ¿investigaste la descripción de mi trabajo?
—Sí, es sorprendente que aparezca en las bases de datos históricas que tenemos por aquí. He descubierto que el cuadrispacio está repleto de información galáctica. Casi son tan buenos como Beta, a pesar de tener sólo una fracción de su población. Ser Auditor Imperial es un ascenso sorprendente… Quien te tendió en bandeja un poder tan grande tiene que estar casi tan loco como tú. Quiero oír una explicación de eso.
—Sí, pueden hacer falta algunas explicaciones para los que no son barrayareses. —Miles tomó aliento—. Sabes, esa criorresurrección mía salió un poco torcida. ¿Recuerdas los ataques que empecé a tener, después?
—Sí… —dijo Bel con cautela.
—Por desgracia, resultaron ser un efecto secundario permanente. Demasiado incluso para lo que SegImp considera aceptable para un oficial en campaña. Como conseguí demostrar de manera especialmente espectacular, pero ésa es otra historia. Recibí una baja médica, de manera oficial. Así que ése fue el final de mi carrera galáctica como agente encubierto. —La sonrisa de Miles se torció—. Tuve que buscarme un trabajo honrado. Por fortuna, el Emperador Gregor me dio uno. Todo el mundo supone que mi nombramiento fue nepotismo de los Vor a pleno rendimiento, por cosa de mi padre. Con el tiempo, espero demostrar que se equivocan.
Bel guardó silencio un instante, el rostro impasible.
—Bueno. Parece que maté al almirante Naismith después de todo.
—No te eches la culpa. Tuviste un montón de ayuda —dijo Miles secamente—. Incluyendo la mía. —Recordó que aquel momento de intimidad era precioso y limitado—. La sangre nos salpica a ti y a mí por igual. Tenemos otras crisis que tratar hoy. Resumiéndolo rápidamente: desde arriba me han asignado para que resuelva este lío, con el mínimo coste para Barrayar, si no hay beneficio. Si eres nuestro informador de SegImp aquí… ¿Lo eres?
Bel asintió.
Después de que entregara su dimisión de los Mercenarios Libres Dendarii, Miles se había encargado de que el hermafrodita estuviera en nómina de SegImp como informador civil. En parte era el pago por todo lo que Bel había hecho por Barrayar antes del aciago desastre que acabó con su carrera directamente y con la de Miles indirectamente, pero sobre todo para impedir que en SegImp se pusieran mortíferamente nerviosos por tener a Bel deambulando por el Nexo de agujero de gusano con la cabeza llena de importantes secretos barrayareses. Secretos viejos y rancios ya, en su mayor parte. Miles había supuesto que la ilusión de que tenían controlado a Bel había sido tranquilizadora para SegImp, y por eso, al parecer, lo habían aprobado.
—Práctico, ¿eh? Qué trabajo más soberbio para un observador de inteligencia. Datos sobre todo el mundo y sobre todo lo que entra y sale de la Estación Graf al alcance de tus manos. ¿Te colocó aquí SegImp?
—No, encontré este trabajo por mi cuenta. Pero al Sector Cinco le encantó. Cosa que, en ese momento, pareció un valor añadido.
—Para mí que tendrían que estar contentos como unas castañuelas.
—Los cuadris también están contentos conmigo. Parece que soy bueno tratando con todo tipo de planetarios problemáticos sin perder los nervios. No les he explicado que, después de años de seguirte por ahí, mi definición de una emergencia difiere enormemente de la suya.
Miles sonrió e hizo cálculos mentales.
—Entonces tus informes más recientes están todavía probablemente en tránsito en algún punto entre el cuartel general del Sector Cinco y este lugar.
—Sí, eso es lo que me figuro.
—¿Cuáles son las cosas más importantes que necesito saber?
—Bueno, para empezar, es verdad que no hemos visto a tu teniente Solian. Ni su cadáver. Seguridad de la Unión no ha metido la zarpa en su búsqueda. Vorpatril… ¿tiene alguna relación con tu primo Iván, por cierto?
—Sí, lejana.
—Me pareció notar el parecido familiar. En más de un aspecto. Por cierto, cree que estamos mintiendo. Pero no es así. Además, tu gente es idiota.
—Sí. Lo sé. Pero son mis idiotas. Cuéntame algo nuevo.
—Muy bien, aquí tienes una buena: Seguridad de la Estación Graf ha sacado a todos los pasajeros y tripulantes de las naves komarresas retenidas y los ha alojado en hostales junto a la Estación, para impedir cualquier acción y presionar a Vorpatril y a Molino. Naturalmente, no están nada contentos. Los pasajeros no komarreses que sólo iban a hacer el viaje durante unos cuantos saltos, están locos por largarse. Media docena han intentado sobornarme para que les deje sacar sus cosas de la Idris o la Rudra, y largarse de la Estación Graf en cualquier otra nave.
—¿Lo ha, hum, conseguido alguno?
—Todavía no. —Bel sonrió—. Aunque si el precio sigue subiendo a este ritmo, incluso yo podría sentirme tentado. Por cierto, algunos de los más ansiosos me parecieron… potencialmente interesantes.
—Compruébalo. ¿Has informado de esto a tus jefes de la Estación Graf?
—Hice un par de observaciones. Pero son sólo sospechas. Los individuos se han comportado bien, hasta ahora…, especialmente en comparación con los barrayareses. No tenemos ningún pretexto para interrogarlos con pentarrápida.
—Intento de soborno a un oficial —sugirió Miles.
—La verdad es que todavía no he mencionado esto a Watts. —Cuando Miles alzó las cejas, Bel añadió—: ¿Querías más complicaciones legales?
—Ah… no.
Bel hizo una mueca.
—Eso pensaba. —El hermafrodita hizo una pausa, como para reordenar sus ideas—. Volviendo a los idiotas. Tu alférez Corbeau, para empezar.
—Sí. Esa petición suya de asilo político ha hecho vibrar todas mis antenas. Cierto, tenía algunos problemas por presentarse tarde, pero, ¿por qué está intentando desertar de pronto? ¿Qué relación tiene con la desaparición de Solian?