—Eso es nuevo —aprobó él.
—Sí, puedes ir a la moda con gravedad y usarlo con eficacia en caída libre… —Soltó el atuendo y acarició su pelusa sedosa.
—Supongo que Bel evitó cualquier impertinencia que pudieran haberte dicho por el hecho de ser barrayaresa mientras habéis estado por ahí.
Ella se enderezó.
—Bueno, no he tenido ningún problema. Bel se encontró con un tipo de aspecto extraño… Tenía los pies y las manos más largos y estrechos que he visto. Había también algo curioso en su pecho, bastante grande. Me pregunté si lo habían alterado genéticamente para algo especial o si era algún tipo de modificación quirúrgica. Supongo que se conoce a todo tipo de gente aquí, tan cerca del Nexo. Le insistió a Bel para que le dijera cuándo se permitiría a los pasajeros subir a bordo, y dijo que había un rumor de que habían permitido a alguien recoger su cargamento, pero Bel le aseguró (¡firmemente!) que no se había dejado a nadie subir a las naves desde que fueron bloqueadas. Sería uno de los pasajeros de la Rudra, preocupado por sus pertenencias, supongo. Dio a entender que los cargamentos retenidos estaban expuestos al pillaje y los hurtos de los estibadores cuadris, cosa que no le sentó nada bien a Bel.
—Me lo figuro.
—Luego quiso saber qué estabas haciendo tú y cómo iban a responder los barrayareses. Naturalmente, Bel no dijo quién era yo. Le dijo que si quería saber qué estaban haciendo los barrayareses, era mejor que se lo preguntara a uno directamente, y que se pusiera en la cola para pedir una cita contigo a través de la Selladora Greenlaw, como todos los demás. Al tipo no le hizo demasiada gracia, pero Bel amenazó con escoltarlo de vuelta a su alojamiento con los de seguridad de la Estación y con confinarlo allí si no dejaba de dar la lata, así que se calló y se fue corriendo a buscar a Greenlaw.
—Bien por Bel. —Miles suspiró y agitó los hombros tensos—. Supongo que será mejor que vuelva a tratar con Greenlaw.
—No, no deberías —dijo Ekaterin con firmeza—. No has hecho más que hablar con comités de gente molesta desde esta mañana a primera hora. La respuesta, supongo, es: no. La pregunta es: ¿te has parado a almorzar o a descansar?
—Hum… Bueno, no. ¿Cómo lo sabes?
Ella simplemente sonrió.
—Entonces el siguiente punto en tu agenda, milord Auditor, es una agradable cena con tu esposa y tus viejos amigos. Bel y Nicol van a llevarnos por ahí. Y después, vamos a ir al ballet cuadri.
—¿Nosotros?
—Sí.
—¿Por qué? Quiero decir, tendré que comer en algún momento, supongo, pero que me vaya por ahí en mitad del caso para, hum, divertirme, no le hará gracia a ninguno de los que esperan que resuelva este lío. Empezando por el almirante Vorpatril y su personal, me atrevo a decir.
—A los cuadris les entusiasmará. Están orgullosísimos del Ballet Minchenko, y que te vean mostrar interés por su cultura sólo puede hacerte bien. La compañía sólo actúa una o dos veces por semana, dependiendo del tráfico de pasajeros y la estación… ¿Tienen estaciones aquí? Bueno, de la época del año. Así que puede que no tengamos otra oportunidad. —Sonrió con picardía—. Todas las entradas estaban vendidas, pero Bel hizo que Garnet Cinco tirara de algunos hilos y nos consiguió un palco. Ella se reunirá con nosotros allí.
Miles parpadeó.
—Quiere contarme algo sobre su relación con Corbeau, ¿no?
—Me imagino que sí.
Al ver la expresión de duda en su nariz arrugada, Ekaterin añadió:
—He averiguado algo más sobre ella. Es una persona famosa en la Estación Graf, una celebridad local. El ataque de la patrulla barrayaresa apareció en las noticias; como es una artista, la fractura del brazo la tiene temporalmente apartada del trabajo, además de ser algo horrible en sí mismo… A los ojos de los cuadris, fue culturalmente extraofensivo.
—¡Oh, magnífico! —Miles se frotó el puente de la nariz. No era sólo su imaginación: le dolía la cabeza.
—Sí. Así que, ¿cuánto vale, en puntos de propaganda, que vean a Garnet Cinco en el ballet charlando cordialmente con el enviado de Barrayar, todo perdonado y amigable?
—¡Ajá! —él vaciló—. Mientras no acabe largándose airada porque no puedo prometerle nada respecto a Corbeau. Es una situación peliaguda, y el chico no está siendo todo lo listo que debería.
—Al parecer ella es una persona temperamental, pero no estúpida, o eso me ha dado a entender Bel. No creo que Bel me haya pinchado para concertar esto para que se convierta en un desastre público… ¿Tal vez tienes motivos para pensar lo contrario?
—No…
—De todas formas, estoy seguro de que sabrás manejar a Garnet Cinco. Sólo demuestra tu encanto habitual.
La visión que Ekaterin tenía de él, se recordó Miles, no era exactamente objetiva. Gracias a Dios.
—Llevo todo el día intentando encantar a los cuadris sin ningún éxito visible.
—Si dejas claro que te cae bien la gente, le resulta difícil resistirse. Y Nicol tocará en la orquesta esta noche.
—¡Oh! Será interesante oírlo.
Ekaterin era muy observadora. Miles no tenía ninguna duda de que se había pasado la tarde captando vibraciones culturales que iban más allá de las modas locales. El ballet cuadri lo era.
—¿Llevarás tu bonito vestido nuevo?
—Por eso lo he comprado. Honramos a los artistas vistiéndonos para ellos. Ahora, ponte el uniforme de la Casa Vorkosigan. Bel vendrá a recogernos pronto.
—Será mejor que me ciña al color gris. Tengo la sensación de que desfilar con uniforme barrayarés delante de los cuadris es ahora mismo una mala idea, diplomáticamente hablando.
—En el Puesto de Seguridad Número Tres, probablemente. Pero no tiene sentido que te vean disfrutando de su arte si parecemos un par de planetarios anónimos. Esta noche, creo que deberíamos parecer lo más barrayareses posible.
El que lo vieran con Ekaterin merecía también unos cuantos puntos, pensó Miles, aunque no tanto por propaganda como por pura exhibición de masculinidad. Se dio un golpecito en la costura del pantalón, donde no colgaba ninguna espada.
—Bien.
6
Bel llegó al cabo de un rato a la compuerta de la Kestrel, después de haberse cambiado el serio uniforme de trabajo por un sorprendente pero alegre jubón naranja con brillantes mangas azules decoradas con estrellas, pantalones con perneras acuchilladas sujetos a la rodilla y calzas y botas de fricción a juego de color azul medianoche. Variaciones por el estilo parecían ser la última moda local masculina y femenina, tuvieran sus usuarios piernas o no, a juzgar por el menos deslumbrante atuendo de Greenlaw.
El hermafrodita los condujo a un apartado y tranquilo restaurante en el lado gravitatorio de la Estación que tenía el habitual ventanal transparente que daba al paisaje estelar. Alguna gabarra o cápsula ocasional pasaba silenciosamente por fuera, añadiendo interés a la escena. A pesar de la gravedad, que al menos mantenía la comida fija en los platos descubiertos, el lugar seguía los ideales arquitectónicos cuadrúmanos al tener mesas fijas sobre columnas a diversas alturas, usando las tres dimensiones de la sala. Los servidores correteaban arriba y abajo utilizando flotadores. El diseño le gustó a todo el mundo menos a Roic, que no paraba de torcer el cuello en todas direcciones, esperando problemas en 3-D. Pero Bel, siempre previsor, además de versado en protocolos de seguridad, había proporcionado a Roic un lugar situado por encima de los otros, desde donde divisaba toda la sala. Roic subió a su extraña atalaya algo más tranquilo.
Nicol los estaba esperando sentada a su mesa, que dominaba toda la pared-ventanal. Su atuendo consistía en unas mallas negras que se ajustaban a su silueta y finos pañuelos de arco iris; por lo demás, su aspecto no había cambiado demasiado desde que Miles la conoció por primera vez hacía tantos años y tantos saltos. Seguía siendo delgada, graciosa de movimientos incluso con su flotador, con la piel de puro marfil y el pelo corto de ébano, y sus ojos aún danzaban. Ekaterin y ella se miraron una a la otra con gran interés, y de inmediato se pusieron a conversar sin que hiciera falta mucha intervención por parte de Bel o Miles.