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—Lord Auditor —empezó a decir Greenlaw—, reciba mis disculpas…

—Sus disculpas están muy bien, señora Selladora, pero las cambiaría alegremente por su colaboración. Suponiendo que no esté usted detrás de este incidente. —Hizo caso omiso al indignado conato de respuesta y continuó tranquilamente—: Y no veo por qué debería estarlo, a pesar de las sugerentes circunstancias. La violencia al azar no me parece el estilo habitual cuadri.

—¡Desde luego que no!

—Bueno, si no es al azar, entonces debe de estar relacionada con el misterio central de todo este embrollo, que sigue siendo la desaparición del teniente Solian, tan descuidada.

—No ha sido descuidada…

—Disiento. La respuesta a ese asunto tendría, ¡debería!, haberse producido hace días, pero el Grupo A parece estar a un lado de una línea divisoria que la separa del Grupo B. Si perseguir a mi atacante cuadri es tarea de la Unión… —hizo una pausa y alzó las cejas; ella asintió, sombría—, entonces perseguir a Solian es sin duda tarea mía. Es el único hilo que tengo en la mano, y pretendo seguirlo. Y si las dos investigaciones no se encuentran en el centro, me comeré mi sello de Auditor.

Ella parpadeó, un poco sorprendida al parecer por este cambio de discurso.

—Posiblemente…

—Bien. Entonces quiero acceso completo y sin restricciones para mí, mi ayudante Roic y todo aquel que yo pueda designar para que investigue cualquier zona o archivo concerniente a esta investigación. ¡Empezando por la Idris, y de inmediato!

—No podemos dar a los planetarios permiso para deambular a placer por las zonas seguras de la Estación que…

—Señora Selladora. Usted está aquí para promover y proteger los intereses de la Unión, igual que yo lo estoy para promover y proteger los intereses de Barrayar. ¡Pero si hay algo en todo este lío que sea bueno para el Cuadrispacio o el Imperio, yo no lo veo! ¿Lo ve usted?

—No, pero…

—Entonces estará de acuerdo en que cuanto antes lleguemos al centro del hilo, mejor.

Ella alzó sus manos superiores, observándolo con los ojos entornados. Antes de que pudiera plantear otras objeciones llegó Bel, que al parecer había escapado por fin de Venn y los medios de comunicación. Nicol flotaba tras él.

Greenlaw sonrió y se aferró al único momento favorable para los cuadris del caos de la mañana.

—Práctico Thorne. Bienvenido. Tengo entendido que la Unión está en deuda con usted por su valor y sus rápidos reflejos.

Bel miró a Miles (con cierta sequedad, le pareció) y le dirigió a Greenlaw un saludo con el que restaba importancia al asunto.

—Lo típico de un día de trabajo, señora.

Miles no pudo dejar de decirse que, en otra época, eso habría sido la pura verdad.

Greenlaw sacudió la cabeza.

—¡Confío en que no en la Estación Graf, práctico!

—¡Bueno, desde luego yo le estoy agradecida al señor Thorne! —dijo Ekaterin cálidamente.

Nicol tomó la mano de Bel y le dedicó una mirada bajo sus oscuras pestañas por la que cualquier soldado con sangre en las venas de cualquier género habría cambiado alegremente sus medallas, lazos de campaña y bonos de combate, y regalado gratis los aburridos discursos del mando. Bel empezó a parecer algo más reconciliado con la idea de haber sido nombrado Persona Heroica de la Hora.

—Por supuesto —coincidió Miles—. Decir que estoy contento con los servicios del práctico es decir poco. Consideraré un favor personal si el honorable herm continúa con su misión durante el resto de mi estancia.

Greenlaw miró a Bel a los ojos y luego asintió en dirección a Miles.

—Desde luego, lord Auditor.

Miles supuso que se sentía aliviada por tener algo que ofrecerle sin que le costara nuevas concesiones. Una sonrisita asomó a sus labios, un acontecimiento raro.

—Aún más —dijo—, le concederé a usted y a los ayudantes que designe el acceso a los archivos y zonas seguras de la Estación Graf… bajo la directa supervisión del práctico.

Miles fingió reflexionar sobre aquella propuesta, frunciendo el ceño artísticamente.

—Esto exige mucho del tiempo y la atención del práctico Thorne.

—Acepto encantado el encargo, señora Selladora, suponiendo que el jefe Watts autorice todas mis horas extra y otro supervisor se encargue de mi trabajo habitual.

—No habrá problemas, práctico. Le indicaré a Watts que añada el aumento de gastos de su departamento a la factura de la flota komarresa atracada —Greenlaw hizo esta promesa con un brillo de sombría satisfacción.

Añadido al sueldo de SegImp, esto le haría ganar el triple a Bel, calculó Miles. Viejos trucos de contabilidad Dendarii, ¡ja! Bueno, Miles se encargaría de que el Imperio invirtiera bien su dinero.

—Muy bien —concedió, permitiéndose parecer picado—. Entonces deseo subir a bordo de la Idris inmediatamente.

Ekaterin no llegó a sonreír, pero una leve luz de apreciación chispeó en sus ojos.

¿Y si ella hubiera aceptado su invitación de acompañarlo aquella mañana? Hubiera subido aquellas escaleras a su lado… La errática puntería de su asaltante no habría pasado por encima de su cabeza. Imaginar los probables resultados creó un desagradable nudo en su estómago y los restos de adrenalina de repente le supieron muy amargos.

—Lady Vorkosigan… —Miles tragó saliva—. Voy a ordenar que lady Vorkosigan permanezca a bordo de la Príncipe Xav hasta que Seguridad de la Estación Graf detenga al asesino y este misterio sea resuelto.

Y le añadió a ella, con un murmullo de disculpas:

—Lo siento…

Ella le dirigió un breve gesto de comprensión.

—No importa.

No era que le gustara, desde luego, pero poseía demasiado buen sentido Vor para discutir sobre temas de seguridad.

—Por tanto —continuó Miles—, solicito un permiso especial para que una lanzadera personal barrayaresa atraque y se la lleve.

¿O mejor la Kestrel? No, no se atrevía a perder acceso a su transporte independiente, agujero y estación de comunicaciones seguras.

Greenlaw se rebulló.

—Discúlpeme, lord Vorkosigan, pero así es como el último ataque barrayarés llegó a la estación. No queremos arriesgarnos a sufrir otro. —Miró a Ekaterin, y tomó aliento—. Sin embargo, comprendo su preocupación. Estaré encantada de ofrecerle a lady Vorkosigan una de nuestras cápsulas y un piloto como transporte de cortesía.

—Señora Selladora —repuso Miles—, un cuadri desconocido acaba de intentar asesinarme. Reconozco que no pienso en realidad que fuera un plan secreto suyo, pero la palabra clave en este asunto es «desconocido». Todavía no sabemos si se trataba de un cuadri o de un grupo de cuadris, que ocupan una posición de confianza. Hay varios experimentos que estoy dispuesto a hacer para averiguarlo, pero éste no es uno de ellos.

Bel suspiró de manera audible.

—Si lo desea usted, lord Auditor Vorkosigan, me encargaré de pilotar personalmente la nave que lleve a lady Vorkosigan a su nave insignia.

«¡Pero te necesito aquí!»

Evidentemente, Bel leyó su expresión, pues el hermafrodita añadió:

—¿O prefiere algún piloto de mi elección?

Con reluctancia no fingida esta vez, Miles accedió. El siguiente paso era llamar al almirante Vorpatril e informarlo acerca de la nueva invitada de su nave. Vorpatril, cuando su rostro apareció sobre la placa vid de la mesa de conferencias, no hizo ningún otro comentario a la noticia más que:

—Por supuesto, milord Auditor. La Príncipe Xav se sentirá honrada.

Pero Miles pudo leer en la mirada suspicaz del almirante su valoración de cómo la gravedad de la situación había aumentado. Miles comprendió que ningún histérico informe preliminar sobre el incidente había llegado todavía al Cuartel General, a varios días de viaje: la noticia y la información de que no había sucedido nada llegarían, afortunadamente, al mismo tiempo. Consciente de que había cuadris escuchando, Vorpatril no hizo comentarios. Se limitó a solicitar que el lord Auditor le informara sobre los acontecimientos cuando mejor le conviniera… En otras palabras, en cuanto pudiera llegar a una comconsola segura.