Recordó la descripción de Ekaterin del pasajero que se había dirigido a Bel durante su paseo, aquel primer día: «Tenía los pies y manos más largos y estrechos que he visto.» Bel tendría que echarle un vistazo a eso. Miles dejó que el vid avanzara. El tipo tenía una forma de andar un poco desgarbada, alzando y posando aquellos pies casi de payaso.
—¿De dónde vino? —le preguntó Miles a Roic.
—Su documentación dice que es aslundés. —Por el modo en que lo dijo, Roic no se lo creía.
Aslund era uno de los vecinos del Nexo de Barrayar, un empobrecido mundo agrícola en un rincón sin salida de la Rueda Hegen.
—Ja. Casi un paleto local.
—No sé, milord. Sus registros de la aduana de la Estación Graf indican que desembarcó de una nave a la que había subido en Tau Ceti, y que llegó aquí el día antes del señalado para que nuestra flota marchara inicialmente. No sé si es de allí o no.
—Apuesto a que no.
¿Había un mundo acuático en algún lugar de los bordes del Nexo cuyos colonos hubieran decidido alterar a sus hijos en vez de hacerlo con su entorno? Miles no había oído hablar de ninguno, pero tenía que darse el caso alguna vez. ¿O era Firka un proyecto único, un experimento o una especie de prototipo? Se había encontrado con unos cuantos antes. Ninguno era exactamente originario de Aslund. Aunque podría haber emigrado allí… Miles anotó que tendría que pedir a SegImp información sobre el tipo en su próximo informe, aunque cualquier resultado llegaría probablemente demasiado tarde para que le resultara de utilidad inmediatamente. Al menos, esperaba haber resuelto aquel lío antes.
—En un principio trató de encontrar pasaje en la Idris, pero no había plazas —añadió Roic.
—¡Ah! —dijo Miles. Aunque tal vez habría sido más exacto preguntar: «¿Y?»
Miles se acomodó en su asiento, entornando los ojos, siguiendo ya un razonamiento incluso antes de emplear su amada y añorada pentarrápida. Suponiendo que aquel individuo en concreto hubiera tenido algún tipo de contacto personal con Solian antes de que el teniente desapareciera. Suponiendo que hubiera adquirido, de algún modo, una muestra de sangre de Solian, quizá de la misma manera accidental que Miles había conseguido la de Dubauer. ¿Por qué, entonces, en nombre de la razón, se había tomado la molestia de crear una muestra falsa de sangre de Solian para regar con ella toda la bodega de carga y la compuerta?
¿Para encubrir un asesinato en otra parte? La desaparición de Solian siempre se había interpretado como una deserción por parte de sus propios comandantes. No hacía falta ninguna tapadera: si se trataba de un asesinato, ya casi era un crimen perfecto con una investigación a punto de ser abandonada.
¿Un engaño? ¿Pretendían achacar a otro el asesinato de Solian? Interesante, pero, en tal caso, ¿no deberían haberle cargado ya el muerto a un inocente? A menos que Firka fuera el inocente, claro.
¿Para cubrir una deserción? ¿Podría Firka estar colaborando con Solian en su deserción? O… ¿cuándo una deserción podía no ser tal? Cuando era una operación encubierta de SegImp, entonces. Pero Solian pertenecía al Servicio de Seguridad, no a SegImp; era un guardia no un espía ni un agente entrenado. Con todo… un oficial lo suficientemente inteligente, leal, motivado y ambicioso, que se encontrara en un embrollo complicado, tal vez no esperara órdenes de arriba para dar un paso atrevido. Como Miles bien sabía.
Naturalmente, correr un riesgo así terminaba a veces con el oficial muerto. Como Miles bien sabía también.
Aparte de la intención, ¿cuál había sido el efecto del cebo con la sangre? ¿O cuál hubiera sido si el romance de Corbeau y Garnet Cinco no hubiera avivado los prejuicios y la estrechez de miras de los barrayareses?
El escenario ensangrentado de la cubierta de la bodega de carga sin duda habría centrado la atención oficial en la desaparición de Solian: sin duda habría retrasado la partida de la flota, aunque no de manera tan espectacular como habían hecho los acontecimientos reales. Eso suponiendo que el problema de Garnet Cinco y Corbeau hubiera sido accidental, ella era actriz, después de todo, sólo tenían la palabra de Corbeau en lo referido a su comunicador de muñeca.
—Supongo que no tendremos una imagen clara de ese hombre anfibio llevando media docena de jarras de litro por ahí, ¿no? —dijo Miles sin entusiasmo.
—Me temo que no, milord. Pero entró y salió con montones de cajas y paquetes en varias ocasiones: bien podría haber estado ocultando algo.
Uf. La suma de hechos se suponía que tenía que aclarar las ideas, pero aquello se volvía cada vez más y más confuso.
—¿Ha llamado ya alguno de los cuadris de seguridad de alguno de los hoteles? —le preguntó a Roic—. ¿Han vuelto ya Dubauer o Firka?
—No, milord. No ha habido llamadas, quiero decir.
Miles los llamó a ambos para comprobarlo: ninguno de sus pasajeros había regresado todavía. Eran más de las cuatro de la madrugada ya, las 04.20 en el reloj de veinticuatro horas derivado del modelo terrestre que el Cuadrispacio todavía conservaba, generaciones después de que los antepasados no modificados de sus antepasados hubieran abandonado el mundo hogar.
Después de cortar la comunicación, Miles preguntó, quejumbroso:
—Entonces, ¿dónde demonios han ido, toda la noche?
Roic se encogió de hombros.
—Si fuera a lo obvio, yo no los esperaría de vuelta hasta después del desayuno.
Miles simuló no darse cuenta de que Roic se ruborizaba.
—Nuestro hombre anfibio tal vez, pero te garantizo que el ba no fue a buscar compañía femenina.
Miles tendió la mano hacia la tecla de llamada. En vez del jefe Venn, apareció la imagen de una mujer cuadri con el uniforme gris de Seguridad contra el mareante fondo radial del despacho de Venn. Miles no estaba seguro de qué indicaban sus galones, pero parecía sensata, de mediana edad y lo bastante preocupada para ser un mando intermedio.
—Buenos días —empezó a decir amablemente—. ¿Dónde está el jefe Venn?
—Durmiendo, espero. —La expresión de su rostro sugería que iba a hacer todo lo posible para que siguiera así.
—¿A esta hora?
—El pobre hombre tuvo más que un turno doble ayer. —Lo miró entornando los ojos, y pareció reconocerlo—. Oh, lord Auditor Vorkosigan. Soy la supervisora del tercer turno del jefe Venn, Teris Tres. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?
—La oficial de guardia nocturna, ¿eh? Muy bien. Sí, por favor. Quisiera conseguir la detención y el interrogatorio, a ser posible con pentarrápida, de un pasajero de la Rudra. Se llama Firka.
—¿Hay alguna acusación criminal que desee cursar?
—Es un testigo material, para empezar. He encontrado motivos para sospechar que puede tener algo que ver con la sangre derramada que inició este lío. Quiero saberlo con seguridad.
—Señor, no podemos ir por ahí arrestando y drogando a todo el que queramos. Necesitamos una acusación formal. Y si el transeúnte no desea ser interrogado voluntariamente, tendrá usted que conseguir una orden judicial para la pentarrápida.
Miles decidió que ese problema se lo pasaría a la Selladora Greenlaw. Parecía cosa de su departamento.
—Muy bien, lo acuso de verter basura. La eliminación incorrecta de material orgánico tiene que ser ilegal aquí, en alguna medida.
A su pesar, la boca de la cuadri esbozó una sonrisa.
—Es un delito menor. Sí, eso valdrá —admitió.
—Cualquier pretexto que les venga a ustedes bien me viene bien a mí. Lo quiero, y lo quiero lo más rápidamente que podamos ponerle las manos encima. Por desgracia, salió de su hotel a las 17.00 de ayer y no se le ha visto desde entonces.
—Nuestro equipo de Seguridad está muy ocupado, a causa del… desafortunado incidente de ayer. ¿Puede esto esperar hasta mañana lord Auditor Vorkosigan?
—No.
Por un instante, Miles pensó que ella iba a ponerse burocrática, pero después de fruncir los labios de manera pensativa durante un momento, claudicó.
—Muy bien. Cursaré una orden de detención contra él, pendiente de la revisión del jefe Venn. Pero tendrá que ver al magistrado en cuanto lo detengamos.
—Gracias. Le prometo que no tendrán ningún problema para reconocerlo. Puedo descargar datos de identidad y algunas tomas vid desde aquí, si lo desea.
Ella admitió que eso podía resultar útil, y así se hizo.
Miles vaciló con el problema más preocupante de Dubauer. No había, cierto, ninguna conexión obvia entre los dos problemas. Todavía. Sin embargo, ¿revelaría alguna el interrogatorio de Firka?
Tras dejar a la ayudante de Venn a cargo del asunto, Miles cortó la comunicación.
Se arrellanó en su asiento un instante, y luego recuperó los vids de Firka y los repasó un par de veces.
—Bien —dijo al cabo de un rato—. ¿Cómo demonios consiguió no meter esos pies largos y palmípedos en los charcos de sangre?
Roic miró por encima de su hombro.
—¿Con un flotador? —dijo por fin—. Pero tendría que descoyuntarse para meter esas piernazas dentro de uno.
—Ya parece bastante descoyuntado.
Pero si los dedos de los pies de Firka eran tan largos y prensiles como sugerían los dedos de sus manos, ¿podría haber manipulado los controles, diseñados para manos inferiores de cuadris, con los pies? Con este nuevo panorama, Miles no necesitaba imaginar que la persona del flotador cargara con un cuerpo pesado: solamente tenía que vaciar por la borda sus borboteantes contenedores de sangre y crear algunas manchas artísticas con un trapo.
Después de intentar imaginar la situación unos instantes, Miles metió las tomas vid de Firka en un manipulador de imágenes e instaló al tipo dentro de un flotador. El supuesto anfibio no tenía que doblarse ni romperse los pies para encajar. Suponiendo que la parte inferior de su cuerpo fuera más flexible que la de Miles o la de Roic, se doblaba bastante bien. Parecía un poco doloroso, pero posible.
Miles contempló con atención la imagen sobre la placa vid.
La primera opción que uno tenía en cuenta para describir a una persona en la Estación Graf no era «hombre o mujer», sino «cuadri o planetario». Con este primer descarte, uno eliminaba la mitad o más de las posibilidades.
Imaginó a un cuadri rubio con chaqueta oscura, corriendo por un pasillo dentro de un flotador. Imaginó a los rezagados perseguidores del cuadri, dejando atrás a un planetario de cabeza afeitada con atuendos livianos, que caminaba en dirección opuesta. Todo lo que haría falta sería, con suficiente rapidez, salir del flotador, volver del revés la chaqueta, meterse la peluca en el bolsillo, dejar la máquina junto a las demás, marcharse caminando… Sería mucho más difícil lo contrario, naturalmente: que un cuadri se hiciera pasar por planetario.
Contempló los ojos vacuos y ojerosos de Firka. Rescató del archivo unas imágenes de rizos rubios y los aplicó al feo rostro de Firka.
¿Una buena aproximación al cuadri del remachador? Lo había visto una fracción de segundo, a quince metros de distancia y, a decir verdad, la atención de Miles se había centrado en el objeto oscuro que escupía trozos de metal caliente que tenía en las manos… ¿Eran unas manos con membranas?
Afortunadamente, podía contar con una segunda opinión. Llamó al código de la casa de Bel Thorne desde la comconsola.
Como no era de extrañar a esa hora tan intempestiva, la conexión visual no se estableció cuando la voz adormilada de Nicol contestó:
—¿Diga?
—¿Nicol? Aquí Miles Vorkosigan. Lamento despertarte. Tengo que hablar con tu inquilino. Sácalo de la cama y que se ponga en el vid. Bel ha dormido más que yo.
La conexión visual se estableció. Nicol se enderezó y recogió a su alrededor, con una mano inferior, una combinación de lazos: aquella sección del apartamento que compartía con Bel estaba evidentemente en el lado de caída libre. Estaba demasiado oscuro para distinguir mucho más allá de su forma flotante. Se frotó los ojos.
—¿Qué? ¿No está Bel contigo?
El estómago de Miles entró en caída libre, a pesar de que la gravedad de la Kestrel funcionaba perfectamente.
—No… Bel se marchó hace más de seis horas.
Ella frunció aún más el ceño. El sueño desapareció de su cara para ser sustituido por la alarma.
—¡Pero Bel no ha venido a casa esta noche!