De todas formas, nunca entendí la elevación de la codicia a la categoría de credo político. ¿Por qué iba a querer alguien basar un programa político en una insatisfacción insondable y en la imposibilidad de la felicidad? Tal vez ésa era su arma de seducción: la promesa de un lujo que de hecho promovía trabajo sin fin.
Mis amigos y yo hablamos de cultura, de nuestro estado de ánimo y de trabajo. Pero muy raramente, hoy por hoy, de lo que podría suceder; hay ajustes, pero no una revolución. Ya ha habido suficientes revoluciones. Si Marx fue nuestro genitor, el ideólogo de la primera mitad del siglo, Freud fue nuestro nuevo padre, cuando nos volvimos hacia nosotros mismos. Sin duda, el mundo en el que negociamos los días que dedicamos al trabajo, al amor, a nuestras aficiones, a practicar deporte…, es otro mundo, descrito hoy en día con un lenguaje derivado del psicoanálisis. La mayoría de mis amigos parecen pasarse la mayor parte del tiempo echados boca arriba, durmiendo, follando, siguiendo una terapia psicoanalítica o hablando de sus «relaciones» por teléfono.
Las mujeres, creo, tuvieron la suerte de ir en dos direcciones al mismo tiempo, interiormente hacia ellas mismas y exteriormente hacia el mundo histórico. Examinaron sus vidas más que nosotros; experimentaron; las más interesantes cambiaron más que nosotros. ¿Qué queda de eso? Las libertades que Nina considera ya inamovibles, es una chica libre que disfruta de los placeres de la ciudad. Todo es absorbido.
No me he casado con Susan. Me lo pidió muchas veces, con estados de ánimo diversos, esperando, supongo, conmoverme o divertirme con uno u otro. Debió de ser su afición a las bodas lo que me disuadió, y su entusiasmo por las gasas y esas gruesas tarjetas de invitación con letras en relieve. Desde luego, yo disfrutaba al hacer de ella la única mujer no casada de su grupo de amigas de la universidad. Aprendió que su amor implicaba ciertos sacrificios. De cualquier modo, sigo pensando que no casarse era un acto de rebeldía necesario. La familia parecía no ser otra cosa que una máquina para la supresión y distorsión de los individuos libres. Nosotros podíamos adoptar nuestros propios acuerdos originales y flexibles.
Conozco todas las razones que justifican la institución del matrimonio indisoluble: es un sacramento, un juramento, una promesa, todo eso. O un compromiso profundo e irrevocable tanto con un principio como con una persona. Pero no recuerdo exactamente la fuerza y los detalles de la argumentación. ¿Hay alguien que sí?
Asif debe de saberlo. Es un intelectual. Pero ni siquiera él le lametea el felpudo a su mujer por principio.
Le pedí a Nina que se casase conmigo.
– No puedo -dijo.
– No te lo volveré a pedir.
– Sí, pídemelo -dijo-. Pídemelo.
Victor dice que casarse resulta demasiado caro. Las mujeres te sacan todo el dinero.
No es que Nina me pidiera nada. Era demasiado orgullosa y temía demasiado los cambios para hacerlo.
– No quiero convertirme en una de esas mujeres mantenidas -decía.
– Todavía no -replicaba yo.
Si me ofrecía a darle o prestarle dinero, me miraba horrorizada, como si de pronto todo fuese demasiado fácil y se devaluase. La carestía era parte de su vida, también en el terreno del amor. En ocasiones, tener demasiado de algo es tan negativo como tener demasiado poco.
Tomemos los sentimientos de otras personas. Mi madre quería marcharse. Pero se quedó; no podía hacer otra cosa que quedarse. Las mujeres de su época no tenían dinero propio ni lugar adonde ir. Después de todo, ya tenían televisores y neveras. Interiormente, ella huía: de mí; de todos nosotros. Los niños te impiden vivir. Ése era el mensaje que su infelicidad nos transmitía. Se trata de ellos o tú.
Mamá no dirá gran cosa de mi marcha. Ahora me tiene un poco de miedo, después de haberme encolerizado demasiadas veces. Pero dirá que es malo para los niños. Resulta extraño que las necesidades de nuestros hijos parezcan coincidir tan a menudo exactamente con las opiniones de nuestros padres.
Susan no sólo trabaja hasta las siete, sino que además acude a cenas, va al cine y al teatro, y se sienta en los consejos de administración. Puede estar exhausta, pero de todas formas se implica. Después de mi marcha, se producirá un cataclismo. Una mujer sola de mediana edad con niños no tiene mucho caché, y Susan siempre es consciente de su estatus. Rebosante de éxito y con una buena posición económica, en una época se me consideraba un buen partido. Me ofrecían montones de trabajos, sobre todo desde Estados Unidos. Y yo no era muy selectivo con los que aceptaba; probablemente no lo suficiente. Pero siempre hay demanda de talento; todo lo requiere. Cuando estaba de humor, Susan se sentía orgullosa de mí. Un hombre puede proporcionarle a una mujer dignidad y resplandor. Tal vez ella preferiría una relación desequilibrada y deteriorada a no tener ninguna. Al menos hay alguien para que saque la basura. Por desgracia, Susan recibirá continuas muestras de simpatía. En las cenas la sentarán al lado de hombres divorciados. Al final, acabará arreglándoselas sin mí. Desde mi punto de vista, ella estará mejor así, aunque todavía no pueda entenderlo. ¿Y cómo estaré yo sin ella?
Últimamente he estado tentado por un sueño de autosuficiencia: un pequeño apartamento, un gato, libros, un televisor, música, una planta de marihuana, amigos a cenar; una visita a un museo el domingo, seguida de un paseo en autobús hasta el final del trayecto con uno de mis hijos. Solo, pero no solitario. Ya había vivido solo antes de volver con Susan. Mi primer hijo fue concebido en pleno aislamiento, podríamos decir, pocos meses después del fallecimiento de mi padre. Sí, comprendo las tentaciones de autosuficiencia, la idea de que podemos aseguramos nosotros mismos cuanto necesitamos, que nuestras propias caricias son tan agradables como las de otra persona. Pero no quiero dejarme seducir de nuevo por esa idea. Me voy a abalanzar sobre los otros, implicándome a fondo, en lugar de flotar en la periferia de la vida.
El apartamento de Victor está en un barrio bohemio de moda. Habrá cantidad de bares y restaurantes a los que ir por la noche. Pero él guarda la mayor parte de sus posesiones en maletas, y apila la ropa sucia en un rincón, en una montaña coronada por una toalla húmeda. La única comida que hay en la cocina es una barra de pan, un trozo de mantequilla rancia y abundantes botes de mermelada robados de los hoteles. Para mantenerse mínimamente en forma, Victor engulle vitaminas entre tragos de cerveza.
En ocasiones, Victor tiene un comportamiento de desequilibrado. Su cabeza resuena como una antigua caverna rebosante de criaturas monstruosas. Yo consideraba un signo de intensa vida interior esas atormentadas vivencias. Victor suspira por tener calidad de vida; él entiende por eso calidad en las emociones, no en el aspecto material. ¿Pero quién puede querer vivir con alguien así? Tres veces por semana llora en la consulta de su psicoanalista. Lleva cinco años de terapia y no hay el menor signo de mejora. Su psicoanalista le ha dicho que se exprese. Dan este tipo de consejos sin tener en cuenta a las personas que rodean a sus pacientes. ¿Quién dice que expresarse libremente mejora la salud mental de uno? Tomemos por ejemplo a los artistas: practican la terapia artística a diario. ¿Os parece que gente como Van Gogh, Rothko y demás son las personas más equilibradas?
Victor, como todos los varones, es competitivo. Quiere conseguir lo que yo tengo, y quiere ser como yo. Ser como es le hace sufrir, pero pide demasiado, y a veces me odia por ser como soy.