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Waters abrió la boca y miró a Nancy.

– Te leeré tus derechos. Los has escuchado antes, ¿no es así? -le preguntó Nancy, pero era claro que Waters no estaba en condiciones de discutir ningún derecho constitucional. Su cabeza colgaba hacia adelante y producía un balido inhumano con la voz.

– Llévenlo al departamento -ordenó al oficial que estaba detrás de Waters-. Si ustedes o cualquier otro le hace una sola pregunta a este hombre, estarán limpiando los retretes de los baños públicos por el resto de sus vidas. ¿Está entendido? No se le leyeron los derechos constitucionales. Lo quiero en una sala de interrogatorios con dos guardias en el interior y otro hombre afuera. Ninguno, incluyendo al jefe, debe hablar con él. Llamaré desde aquí para enterar a O'Malley. Y envía a Michaels aquí. Dile que llame a un equipo forense completo. Pon un guardia al pie de las escaleras. Que ninguno baje a menos que Glen diga que está bien. No quiero que me arruinen esta escena de crimen.

Grimsbo y Turner estaban más cerca del cuerpo, asegurándose de quedarse fuera del círculo de sangre que lo rodeaba. Grimsbo tomaba respiraciones cortas y profundas. Turner se esforzó por mirar el rostro de la mujer. Era Patricia Cross, pero poco parecía quedar de ella. El salvaje ataque del asesino no se había limitado al cuerpo de la víctima.

El joven uniformado también se había acercado al cuerpo. Ésa fue también la razón por la que se mostró lento cuando Waters dio un salto. Nancy estaba casi de costado y vio la acción por el rabillo del ojo. Para cuando se volvió, el oficial estaba tendido en el suelo y Waters subía las escaleras y daba gritos a su madre.

El oficial que estaba cuidando la puerta del sótano oyó el grito de Waters. Se adelantó a la entrada y sacó el arma, cuando Waters se lanzó hacia él.

– ¡No dispares! -gritó Nancy justo cuando hacía fuego. El oficial trastabilló hacia atrás, chocándose contra la pared opuesta a la puerta del sótano. El disparo traspasó el corazón de Waters y éste se desplomó por las escaleras, partiéndose la cabeza contra el suelo de cemento. En ningún momento sintió el impacto. Estaba muerto para entonces.

10

– Lo dieron en el noticiario de noche. No puedo creer que lo atrapara -oyó decir Nancy Gordon a Peter Lake.

Estaba sola en la oficina del equipo de investigación, escribiendo informes. Nancy giró en su silla. Lake estaba de pie en la puerta de la oficina. Estaba vestido con vaqueros y un buzo de rugby de rayas azules y borravino. Su cabello bien cortado estaba prolijamente peinado. Se lo veía feliz y emocionado. No había indicio de que pensara en Sandra ni en Melody. Ninguna señal de pena.

– ¿Cómo lo atrapó? -preguntó Lake, sentándose ante Nancy.

– Un anónimo, Peter. Nada de imaginación.

– Es maravilloso.

– Parece que está bien.

Lake se encogió de hombros y endureció la sonrisa.

– Dígame -preguntó dócilmente Lake-, usted no le dijo a nadie de mi seguimiento, ¿no es así?

– Ese es nuestro secretito.

– Gracias. Me siento como un tonto, saliendo por las mías de esa forma. Usted tenía razón. Si Waters se daba cuenta, probablemente me habría matado.

– Se debe de sentir aliviado de saber que el asesino de Sandy y de Melody fue atrapado -dijo Nancy, mientras observaba la reacción.

Lake se puso de pronto sombrío.

– Es como si me hubieran quitado un enorme peso de los hombros. Tal vez ahora mi vida pueda volver a lo normal.

– Sabe, Peter -le dijo Nancy con aire casual-, hubo un momento en que yo pensé en la posibilidad de que usted pudiera ser el asesino.

– ¿Por qué? -preguntó Peter, impactado.

– Usted no fue nunca un sospechoso en serio, pero hubo algunas pocas incoherencias en su historia.

– ¿Como cuáles?

– La hora, por ejemplo. Usted no llamó al 911 hasta las ocho y quince, pero un vecino lo vio llegar a su casa a las siete y veinte. No puedo imaginarme por qué tardó tanto tiempo en llamar a la policía.

– Debe de estar bromeando.

Nancy se encogió de hombros.

– ¿Fui sospechoso por esto de la hora?

– ¿Qué fue lo que estuvo haciendo alrededor de una hora?

– Jesús, Nancy, no lo recuerdo. Estaba aturdido. Quiero decir, debí de haberme quedado sin sentido por un rato.

– Usted nunca dijo eso

.Lake miró a Nancy fijo, con la boca abierta.

– ¿Soy todavía un sospechoso? ¿Me está usted interrogando?

Nancy negó con la cabeza.

– El caso está cerrado, Peter. El jefe dará una conferencia de prensa por la mañana. Hubo tres rosas negras y otra de aquellas notas en un estante del sótano. Y, por supuesto, estaba la pobre Patricia Cross.

– ¿Pero usted no me cree? ¿Cree honestamente que yo pude haber…?

– Tranquilícese, Peter -le contestó Nancy, cerrando los ojos-. Estoy verdaderamente fatigada y no puedo pensar claramente. Ha sido un día muy largo.

– No me puedo tranquilizar. Es decir, usted me gusta realmente y creí que yo le gustaba. Es algo impactante descubrir que usted pensó seriamente que yo pude hacer algo… algo como lo que le hicieron a esa mujer.

Nancy abrió los ojos. Lake se veía distante, como si estuviera visualizando el cuerpo destripado de Patricia Cross. Pero el no había estado en el lugar del crimen ni leído el informe de la autopsia. No se le había dicho a la prensa las condiciones en que se encontraba el cuerpo de Patricia Cross.

– Dije que nunca se lo consideró un sospechoso serio y quise significar eso solamente -mintió Nancy con una sonrisa forzada-. Si fuera usted, le habría dicho a Turner y a Grimsbo sobre su seguimiento, ¿no le parece?

– Supongo.

– Bueno, no lo hice, y ya no puede ser un sospechoso, ¿qué si no con Waters muerto?

Lake negó con la cabeza.

– Mire -le dijo Nancy-, estoy realmente agotada. Tengo que escribir un informe y me iré. ¿Por qué no se marcha usted también a su casa y comienza una nueva vida?

Lake se puso de pie.

– Es un buen consejo. Lo seguiré. Y deseo agradecerle todo lo que hizo por mí. No sé cómo habría pasado por todo esto sin usted.

Lake extendió una mano. Nancy la miró por un segundo. ¿Fue esa la mano que arrancó la vida de Patricia Cross, de Sandra y de Melody Lake, o ella estaba loca? Nancy se la estrechó. Él le sostuvo la suya por un momento más largo de lo necesario; luego la soltó después de un breve apretón.

– Cuando las cosas vuelvan a lo normal para ambos, me gustaría invitarla a cenar -dijo Lake.

– Llámeme -contestó Nancy, con el estómago que se le retorcía.

Necesitó de cada gramo de control para seguir manteniendo la sonrisa en el rostro.

Lake abandonó la habitación y Nancy dejó de sonreír. Waters era demasiado bueno para ser cierto. Ella no creía que él fuera el responsable de la carnicería del sótano. Lake debía de saber lo del callejón y la puerta trasera. Con Waters en el trabajo y la madre inválida, habría sido simple ir con el automóvil hasta la parte trasera de la casa sin ser visto, colocar el cuerpo en el sótano, para luego carnearlo allí. Lake había sido el anónimo que llamó a la policía, estaba segura de ello. Pero no tenía pruebas. Y O'Malley pronto le diría al mundo que Henry Waters era el asesino de crímenes en serie y el caso de las mujeres desaparecidas estaría cerrado.

Tercera Parte

Pruebas claras y convincentes

Capítulo 6

– Y eso es lo que sucedió, señor Page -dijo Nancy Gordon-. El caso se cerró. Henry Waters fue oficialmente declarado el asesino de la rosa. Poco después, Peter Lake desapareció. Su casa se vendió. Cerró sus cuentas bancarias. Sus asociados recibieron un negocio floreciente. Y jamás se volvió a saber nada de Peter.