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– ¿Qué opinas? -preguntó Highsmith.

– Caminemos a lo largo del cerco para ver si hay otra entrada. No hay señal de que ella haya entrado aquí.

– Estos zapatos son nuevos -se quejó Highsmith.

Page comenzó a caminar por el perímetro, sin contestarle.

El suelo había sido desprovisto de pasto para la construcción. Page sentía que el barro se estaba juntando en sus zapatos. Miraba a través de la cerca a medida que caminaba, encendiendo de vez en cuando la linterna y alumbrando hacia el interior. La mayor parte del terreno estaba vacío y plano, allí donde las topadoras habían hecho su trabajo. En un punto, pudo ver una casilla. En otra, la luz de su linterna iluminó maderas rotas y chamuscadas que una vez habían sido el armazón de una de las casas de Darius.

– Al, acerca la luz aquí -gritó Highsmith. Había caminado delante y estaba señalando un sector de la cerca que probablemente hubiera sido abierto con tenazas y retirado. Page corrió hasta allí. Se detuvo antes de alcanzar a Highsmith. Una bocanada de aire frío le golpeó el rostro. Page se volvió por un segundo y se cerró aun más el cuello.

– Mira esto -dijo Page. Estaba debajo de un antiguo nogal señalando con la linterna hacia el suelo. Las huellas de los neumáticos de un automóvil estaban marcadas en el barro donde ellos se hallaban parados. La copa del árbol cubría las huellas. Page y Highsmith las siguieron alejándose de la cerca.

– Alguien se salió del camino y cruzó el campo en medio de este barrizal -dijo Page.

– Pero no necesariamente esta noche.

Las huellas se detuvieron en la calle y desaparecieron. La lluvia habría lavado el barro del asfalto.

– Creo que el conductor regresó a la cerca, Al. No hay señal de que haya hecho un giro.

– ¿Por qué retroceder? ¿Por qué dirigirse a la cerca con el riesgo de quedarse atascado en el barro?

– ¿Qué es lo que hay en la parte posterior de un automóvil?

Page asintió, imaginando a Nancy Gordon doblada en el interior del baúl de un automóvil.

– Vamos -dijo, y puso rumbo hacia el agujero de la cerca. En su corazón, Page sintió que ella estaba allí, enterrada en la tierra floja.

Highsmith lo siguió. Cuando se introdujo por el agujero, su abrigo se enganchó en un trozo de alambre suelto. Para cuando se soltó, Page ya estaba muy adelantado, desapareciendo en la oscuridad, sólo el rayo de luz de la linterna mostraba dónde se encontraba.

– ¿Ves alguna huella? -preguntó Highsmith cuando lo alcanzó.

– ¡Cuidado! -gritó Page, tomando a Highsmith del abrigo. Este se detuvo. Page iluminó hacia el suelo. Estaban al borde de un pozo profundo que había sido cavado para las bases de la construcción. Hacia el fondo, corrían paredes empinadas de barro, que se perdían en la oscuridad. De pronto apareció la luna, bañando el fondo de la fosa con una luz pálida. La superficie despareja proyectaba sombras sobre las rocas y montones de tierra.

– Voy a bajar -dijo Page, mientras se acercaba al borde. Bordeó la pared de la fosa por el costado, apoyándose en la pendiente y asegurándose a los lados con sus zapatos. A mitad de camino, se resbaló sobre una rodilla y se deslizó por la embarrada cuesta, deteniendo su descenso al poder asirse de una raíz de árbol que sobresalía. La raíz había sido cortada por la pala de la topadora. El extremo se soltó del barro, pero Page pudo detenerse lo suficiente como para asentarse en el flojo terreno y detener su deslizamiento.

– ¿Estás bien? -llamó Highsmith en el viento.

– Sí. Randy, ven aquí. Alguien ha estado cavando hace poco.

Highsmith echó una maldición, luego comenzó a bajar la pendiente. Cuando llegó al fondo, Page chapoteaba lentamente en el suelo barroso, estudiando todo lo que el rayo de su linterna iluminaba. El suelo se veía como que había sido removido hacía poco. Lo examinó lo más cerca que le fue posible, en medio de la oscuridad.

El viento dejó de soplar, y Page creyó oír un sonido. Algo se arrastraba en las sombras, justo fuera de su visión. Se puso tenso, tratando de oír por encima del viento, mirando inútilmente en la oscuridad. Cuando se convenció de que era víctima de su imaginación, se volvió e iluminó cerca de la base de una viga de acero. Page se irguió de pronto y retrocedió un paso, enganchándose el talón en un trozo de madera que estaba enterrado en el barro. Trastabilló y la linterna cayó, con el rayo que giró sobre la tierra empapada de lluvia, iluminando algo blanco. Una piedra o un vaso de papel. Page se arrodilló rápidamente y recuperó la linterna. Caminó hacia el objeto y se agachó sobre él. Contuvo la respiración en su pecho. Saliendo de la tierra había una mano humana.

El sol estaba saliendo cuando desenterraron el último cuerpo de la tierra. El horizonte se cubrió de un tinte escarlata cuando los oficiales levantaron el cadáver en la camilla. Alrededor de ellos, otros oficiales caminaban lentamente sobre el suelo barroso de la obra en construcción, en busca de otras tumbas, pero el área había sido requisada en forma tan minuciosa que ninguno esperaba encontrar nada.

Un patrullero de la policía estaba al borde de la fosa. La puerta del lado del conductor estaba abierta. Alan Page estaba sentado en el asiento delantero con un pie en el suelo, con una taza llena de café hirviendo, tratando de no pensar en Nancy Gordon y sin poder pensar en otra cosa.

Page descansaba su cabeza contra el respaldo del asiento. Cuando cedió la oscuridad, el río comenzó a tomar su dimensión. Observó el hilo negro tornarse líquido y turbulento en el rojo del amanecer. Creyó que Nancy Gordon estaba en la fosa, enterrada debajo de capas de barro. Se preguntó si había algo que él pudiera haber hecho para salvarla. Se imaginó la rabia y la frustración de Gordon al morir en manos del hombre que ella había jurado detener.

Había dejado de llover poco después de que llegara el primer coche de la policía. Ross Barrow se hizo cargo del escenario del crimen, una vez que consultó con los técnicos del laboratorio sobre la mejor manera de manejar las pruebas. Desde el borde del pozo, potentes luces iluminaban a los trabajadores. Las áreas especiales de búsqueda se marcaron con cinta amarilla. Para evitar a los curiosos se pusieron caballetes a modo de barreras. Tan pronto como Page estuvo seguro de que Barrow se podía manejar sin él, fue con Highsmith a comer algo a un restaurante de la zona. Para cuando regresaron, Barrow había identificado positivamente el cuerpo de Wendy Reiser y un oficial había localizado una segunda tumba.

A través del parabrisas, Page observó a Randy Highsmith dirigirse hacia el automóvil. Había estado en la fosa mientras Page se tomaba un descanso.

– Esa es la última -dijo Highsmith.

– ¿Qué tenemos?

– Cuatro cuerpos e identificaciones positivas de Laura Farrar, Wendy Reiser y Victoria Miller.

– ¿Fueron asesinadas como Patricia Cross?

– No miré de cerca, Al. A decir verdad, casi lo perdí. La doctora Gregg está allí abajo. Ella puede darte el informe correcto cuando suba.

Page asintió. Estaba acostumbrado a enfrentarse con casos de muertes, pero esto no significaba que le gustara mirar un cadáver más que a Highsmith.

– ¿Qué sucede con la cuarta mujer? -le preguntó inseguro Page-. ¿Concuerda con mi descripción de Nancy Gordon?