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– ¿Cuándo está programada la audiencia de la fianza? -preguntó Darius.

– No la hay.

– Le dije que deseaba salir de aquí. Debería haber solicitado la audiencia a primera hora de la mañana.

– Esto no funcionará. Soy abogada, no un mensajero. Si desea a alguien para darle órdenes le enviaré un servicio de mucamas.

Darius la miró por un instante, luego mostró una helada sonrisa de concesión.

– Perdón. Doce horas en este lugar no ayudan a tener buena disposición.

– Me encontré esta mañana con Alan Page, el fiscal de distrito. Él tenía algunas cosas interesantes que contarme. También me mostró las fotografías del lugar del crimen. Las tres mujeres fueron torturadas, Martin. He visto mucha crueldad, pero nada como esto. El asesino no sólo terminó con sus vidas, sino que efectuó una carnicería. Les destrozó el cuerpo…

Betsy se detuvo, cuando el recuerdo de lo que había visto le quitó la respiración. Darius la observaba. Esperó a que él dijera algo. Cuando no lo hizo, le preguntó:

– ¿Le parece algo de esto familiar?

– Yo no maté a esas mujeres.

– No le pregunté si las mató. Le pregunté si algo de los crímenes le resultaba familiar.

Darius estudió a Betsy. A ella no le gustaba la forma en que la hacía sentir como un espécimen de laboratorio.

– ¿Por qué me está interrogando? -le preguntó Darius-. Usted trabaja para mí, no para el fiscal de distrito.

– Señor Darius, yo soy la que decido para quién trabajar y ahora no estoy tan segura de desear trabajar para usted.

– Page le dijo algo, ¿no? Él le hizo trabajar la cabeza.

– ¿Quién es Peter Lake?

Betsy esperaba una reacción, pero no la que vio. El aspecto de helada tranquilidad abandonó a Darius. Sus labios le temblaron. Se veía, de pronto, como un hombre al borde de las lágrimas.

– De modo que Page sabe lo de Hunter's. Point.

– No ha sido honesto conmigo, señor Darius.

– ¿Es de eso de lo que se trata esto? -le preguntó Darius, señalando el vidrio a prueba de balas-. ¿Es por eso que usted no pidió una visita con contacto? ¿Teme usted estar encerrada conmigo? Teme que yo…

Darius se detuvo. Se puso la cabeza entre las manos.

– No creo que sea la persona correcta para representarlo -le dijo Betsy.

– ¿Por qué? -le preguntó Darius, con una voz cargada de dolor-. ¿Porque Page declara que yo violé y asesiné a esas mujeres? ¿Rehusó usted representar a Andrea Hammermill cuando el fiscal de distrito le dijo que ella había asesinado a su marido?

– Andrea Hammermill era la víctima de un marido que la había golpeado constantemente durante su matrimonio.

– Pero ella lo mató. Yo no maté a esas mujeres. Se lo juro. No maté a nadie en Hunter's Point. Yo era Peter Lake, pero, ¿sabe quién era Peter Lake? ¿Le dijo Page eso? ¿Lo sabe él?

"Peter Lake estaba casado con la mujer más hermosa del mundo. Era el padre de una niña perfecta. Una pequeña que no le hizo mal a nadie. Y su esposa e hija fueron asesinadas por un loco de nombre Henry Waters, por una insana razón que Peter jamás pudo imaginarse”.

"Peter era abogado. Hizo mucho dinero. Vivía en una magnífica casa y manejaba un automóvil de maravilla, pero todo el dinero y todo lo que poseía no pudieron hacer olvidar a la esposa y a la hijita que le habían arrebatado. De modo que escapó. Asumió una nueva identidad y comenzó una nueva vida, ya que la anterior era imposible de soportar”.

Darius dejó de hablar. Había lágrimas en sus ojos. Betsy no supo qué pensar. Momentos atrás estaba convencida de que Darius era un monstruo. Ahora, al ver su dolor, no estaba segura.

– Haré un trato, Betsy -dijo Darius, con la voz casi en un murmullo-. Si usted llega a un punto donde no cree que sea inocente, puede dejar el caso con mi bendición y guardarse el adelanto.

Betsy no sabía qué decir. Aquellas fotografías. Ella no podía dejar de preguntarse cómo se sintieron aquellas mujeres en esos primeros largos momentos de terror, sabiendo que lo mejor que les podría suceder por el resto de sus vidas era una muerte que le pusiera fin a su dolor.

– Está bien -dijo Darius-, sé cómo se siente. Sólo vio las fotografías. Yo vi los cuerpos de mi esposa y mi hija. Y todavía los veo, Betsy.

Betsy se sintió mal. Respiró profundo. No podía permanecer en aquella habitación tan angosta por más tiempo. Necesitaba aire. Y necesitaba descubrir más acerca de Peter Lake y de lo que había sucedido en Hunter's Point.

– ¿Se siente usted bien? -preguntó Darius.

– No, no lo estoy. Estoy muy confundida.

– Sé que lo está. Page le tendió una pesada trampa. Dicen que comparecería ante el tribunal mañana. Duerma bien esta noche y dígame lo que ha decidido hacer, entonces.

Betsy asintió.

– Sin embargo, dos cosas -dijo Darius, mientras miraba directamente a Betsy.

– ¿De qué se trata?

– Si usted decide tenerme como cliente, debe pelear por mí como el demonio.

– ¿Y lo otro?

– De ahora en más, deseo que todas las visitas sean con contacto. No más jaulas de vidrio. No quiero que mi abogado me trate como a un animal de zoológico.

Capítulo 10

Tan pronto como Rita Cohén abrió la puerta lo suficiente, Kathy se escurrió por la abertura y corrió hacia la cocina.

– ¿No compraste de nuevo ese cereal con gusto a goma de mascar, no, mamá? -preguntó Betsy.

– Es una pequeña, Betsy. ¿Quién puede soportar todo el tiempo la sana comida con que la alimentas? Déjala vivir.

– Eso es lo que trato de hacer. Si fuera por ti, ella estaría con una dieta basada en colesterol.

– Cuando yo era pequeña no sabíamos del colesterol. Comíamos lo que nos hacía felices, no lo mismo que los caballos. Y mírame. Setenta y cuatro años y todavía muy fuerte.

Betsy abrazó a su madre y le dio un beso en la frente. Rita era más baja que su hija, de modo que Betsy debió inclinarse para hacerlo. El papá de Betsy nunca fue alto. Nadie podía imaginar de dónde Betsy había heredado esa altura.

– ¿Cómo es que no hay colegio? -preguntó Rita.

– Es otro día de perfeccionamiento docente. Me olvidé de leer el aviso que enviaron a casa y no lo supe hasta ayer por la noche, cuando Kathy me lo mencionó.

– ¿Tienes tiempo para tomar una taza de café? -preguntó Rita.

Betsy miró su reloj. Eran tan sólo las siete y veinte. No la dejarían entrar en la cárcel para ver a Darius hasia las ocho.

– Seguro -dijo, dejando la mochila con las cosas de Kathy sobre la silla y siguiendo a su madre hasta la sala. La televisión estaba encendida, en el noticiario de la mañana.

– No la dejes mirar mucha televisión -dijo Betsy, que se sentó en el sofá-. Le traje algunos de sus libros y juegos.

– Un poco de televisión no la va a matar más que ese cereal.

Betsy rió.

– Un día contigo me deshace todos los buenos hábitos que yo le inculco durante un año. Eres una amenaza absoluta.

– Tonterías -contestó Rita gruñona, sirviendo dos tazas de café que había preparado mientras esperaba a Betsy-. ¿Y qué es lo que harás esta mañana que es tan importante para tener que abandonar a ese ángel con un ogro como yo?

– ¿Has oído hablar de Martin Darius?

– Por cierto que sí.

– Yo lo represento.

– ¿Qué fue lo que hizo?

– El fiscal de distrito cree que Darius violó y mató a tres mujeres que encontraron en una de sus obras en construcción. También cree que Darius torturó y asesinó a seis mujeres en Hunter's Point, Nueva York, hace diez años.