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– ¡Oh, mi Dios! ¿Es culpable?

– No lo sé. Darius jura que es inocente.

– ¿Y tú le crees?

Betsy negó con la cabeza.

– Es demasiado pronto para decirlo.

– Es un hombre rico, Betsy. La policía no arrestaría a alguien tan importante sin tener pruebas.

– Si yo tomara la palabra del Estado por todo, Andrea Hammermill y Grace Peterson estarían hoy en la cárcel.

Rita se mostró preocupada.

– ¿Deberías representar a un hombre que viola y tortura mujeres después de todo el trabajo que has realizado por los derechos de la mujer?

– No sabemos que haya torturado a nadie, mamá, y esta etiqueta de feminista fue algo que la prensa me puso. Deseo trabajar por los derechos de la mujer, pero yo no soy sólo una abogada de mujeres. Este caso me ayudaría a verme más que en una sola dimensión. Podría hacer mi carrera. Y, más importante, tal vez Darius sea inocente. El fiscal de distrito se niega a decirme porqué Darius es culpable. Eso me hace tener sospechas. Si él tuviera los cargos que pesan sobre Darius, sería lo suficientemente confidente como para decirme lo que tiene.

– Simplemente no deseo que te lastimen.

– No lo harán, mamá, haré un buen trabajo. Aprendí algo cuando gané el caso de Grace. Tengo talento. Soy muy buena abogada en los juicios. Tengo habilidad para hablar a los jurados. Soy extremadamente buena en los interrogatorios. Si gano este caso, la gente de todo el país sabrá lo buena que soy y esa es la razón por la que tengo tantos deseos de tenerlo. Pero voy a necesitar de tu ayuda.

– ¿Qué quieres decir?

– El caso durará por lo menos un año. El juicio puede durar meses. Con el Estado pidiendo la pena capital, voy a tener que luchar cada paso que demos y el caso es extremadamente complejo. Me consumirá todo mi tiempo. Estamos hablando de hechos que sucedieron hace diez años. Debo encontrar todo lo que hay que saber de Hunter's Point, de los antecedentes de Darius. Eso significa que estaré trabajando muchas horas y fines de semana, y necesitaré de tu ayuda con Kathy. Alguien debe pasar a retirarla del colegio, si yo estoy atada en la Corte, prepararle la cena…

– ¿Y qué hay de Rick?

– No se lo puedo pedir. Tú sabes por qué.

– No. No sé por qué. Él es el padre de Kathy. Es también tu marido. Él debería ser tu mayor aliado.

– Bueno, no lo es. Jamás aceptó el hecho de que fuera una verdadera abogada con una práctica con éxito de la profesión.

– ¿Qué pensó él que harías cuando abriste tu estudio?

– Creo que pensó que sería algún entretenimiento como coleccionar estampillas, algo para mantenerme ocupada cuando no estuviera cocinando o limpiando.

– Bueno, él es el hombre de la casa. A los hombres les gusta pensar que están a cargo de lodo. Y aquí estás tú, en los titulares de los diarios y hablando por televisión.

– Mira, mamá, no deseo hablar de Rick. ¿Te importa? Simplemente me molesta.

– Muy bien, no hablaré de él y, por supuesto, te ayudaré.

– No sé cómo podría hacerlo sin ti, mamá.

Rita se sonrojó y le hizo a Betsy un gesto con la mano.

– Para eso están las madres.

– Abuelita -gritó Kathy desde la cocina-, no puedo encontrar el jarabe de chocolate.

– ¿Por qué desearía jarabe de chocolate a las siete y media de la mañana? -preguntó Betsy amenazadora.

– No es tu problema -le contestó Rita impetuosamente-. Ya voy, mi vida. Está muy alto para ti. No puedes alcanzarlo.

– Debo llamar -dijo Betsy, con un movimiento resignado de cabeza-. Y por favor, que no vea mucha televisión.

– Esta mañana sólo leeremos Shakespeare y estudiaremos álgebra -le contestó Rita, mientras desaparecía en la cocina.

Reggie Steward estaba esperando a Betsy en un banco próximo al escritorio de visitas de la cárcel. Steward había hecho varios trabajos desagradables antes de llegar a descubrir que tenía talento para la investigación. Era un hombre muy alto y delgado, de hirsuto cabello marrón claro y brillantes ojos azules, que se sentía más cómodo con camisas de franela, botas de vaquero y pantalones de denín. Steward tenía una extraña forma de mirar los hechos y un aire sarcástico que molestaba a alguna gente. Betsy apreciaba la forma en que utilizaba su imaginación y su habilidad para hacer que la gente confiara en él. Estos atributos resultaron ser invalorables en los casos de Hammermill y Peterson, donde las mejores pruebas de abuso provinieron de los parientes de la víctima y habrían permanecido enterradas debajo de capas de odio y orgullo familiar si no hubiera sido por la persuasión e insistencia de Reggie.

– ¿Lista, jefe? -le preguntó Steward, sonriendo mientras se desmontaba del banco.

– Siempre -le contestó Betsy con una sonrisa.

Steward llenó el formulario de visita para ambos. Un guardia estaba sentado detrás de la ventana de vidrio, en la sala de control. Betsy le empujó los formularios y sus identificaciones a través de la ranura que había en la ventana y le pidió una visita de contacto con Martin Darius. Tan pronto como el guardia le dijo que estaba otorgada, ella y Reggie dejaron los objetos metálicos que tenían en los bolsillos, se quitaron los relojes, alhajas, y pasaron por un detector de metales. El guardia revisó el portafolio de Betsy, luego llamó el ascensor. Cuando este llegó, Betsy introdujo la llave en una cerradura para el séptimo piso y la giró. El ascensor subió los siete pisos y las puertas se abrieron sobre el mismo pasillo angosto en el que había entrado Betsy el día anterior. Esta vez, ella se dirigió hacia el otro extremo y esperó ante una gruesa pared metálica con un vidrio muy grueso en la mitad superior. A través del vidrio, vio las dos salas de contacto del séptimo piso. Ambas estaban vacías.

– Darius será un cliente exigente -le dijo Betsy a Steward, mientras esperaban al guardia-. Está acostumbrado a tener el dominio de la situación, es muy inteligente y se encuentra bajo una tremenda presión.

– Capto.

– Hoy, escucharemos. La audiencia no es hasta las nueve, de modo que tendremos una hora. Deseo tener su versión de lo que sucedió en Hunter's Point. Si no terminó para las nueve, puede terminar después.

– ¿Qué es lo que enfrenta?

Betsy le extendió una copia de los cargos.

– Esto no se ve bien, jefa -le dijo Steward después de leer-. ¿Quién es John Doe?

– El hombre. La policía no tiene idea de quién es. Su rostro y huellas digitales fueron desfigurados con ácido y el asesino incluso le golpeó los dientes con un martillo para evitar que se hiciera una identificación por su ficha odontológica.

Steward hizo una mueca.

– Éste es el conjunto de fotografías de escenarios de crimen que yo estaba esperando ver.

– Son lo peor, Reg. Míralas antes del desayuno. Yo casi pierdo el mío.

– ¿A qué conclusión llegas?

– ¿Quieres decir si creo que Darius lo hizo? -Betsy negó con la cabeza-. No estoy segura. Page está convencido, pero o Darius hizo ayer una muy buena representación, o es inocente.

– ¿De modo que entonces tenemos aquí un verdadero "Quiénlohizo"?

– Tal vez.

Fuera de la vista de ambos, se abrió un pesado cerrojo con un chasquido agudo. Betsy extendió el cuello y vio a Darius delante de un guardia que entraba a un espacio angosto frente a las salas de contacto. Cuando su cliente fue encerrado en una de ellas, el guardia dejó entrar a Betsy y a Steward al área de contacto, luego aseguró la puerta del pasillo donde habían estado esperando. Después de encerrarlos con Darius, el guardia dejó el área de contacto y salió por la puerta por la que había entrado.