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– Maravilloso.

– ¿Cómo fue la audiencia?

– Un zoológico. El tribunal estaba atestado de reporteros. Fue peor que "Hammermill".

Ann se marchó. Betsy tomó su café, luego llamó al doctor Raymond Keene, ex médico forense que ahora trabajaba en la esfera privada. Cuando un abogado defensor necesitaba a alguien que revisara los resultados de los forenses, ellos acudían al doctor Keene.

– ¿Qué tienes para mí, Betsy?

– Hola, Ray. Tengo el caso Darius.

– No bromees.

– No bromeo. Tres mujeres y un hombre. Todos toruradosbrutalmente. Deseo saber todo acerca de cómo murieron y qué se les hizo antes de morir.

– ¿Quién hizo las autopsias?

– Susan Gregg.

– Es competente. ¿Existe alguna razón especial por la que desees verificar los resultados?

– No es tanto por sus resultados. El fiscal de distrito cree que Darius hizo esto anteriormente, hace diez años en Hunter's Point, Nueva York. Seis mujeres fueron asesinadas allí, es todo lo que puedo decir. Page no cree que el sospechoso de entonces fuera el asesino. Cuando obtenga los informes de las autopsias de Hunter's Point, deseo que las compares con estos casos, para ver si existe un informe médico similar.

– Se oye interesante. ¿Lo liberó ya Page?

– Se lo pregunté después de la audiencia.

– Llamaré a Sue y veré si puedo ir a la morgue esta tarde.

– Cuanto antes, mejor.

– ¿Deseas que realice otra autopsia o simplemente que revise el informe?

– Haz todo lo que creas necesario. En este punto, no tengo idea alguna de lo que puede ser importante.

– ¿Qué pruebas de laboratorio ha efectuado Sue?

– No lo sé.

– Probablemente no tantas como debería. Lo verificaré. Las presiones de presupuesto no hacen que se haga mucho trabajo de laboratorio.

– Nosotros no nos preocupamos por el presupuesto. Darius pagará lo máximo.

– Eso es lo que me gusta oír. Te llamaré tan pronto como cuando tenga algo para decirte. Dales un infierno.

– Lo haré, Ray.

Betsy colgó el teléfono.

– ¿Está lista para la comida? -Nora Sloane le preguntó dudosa desde la puerta de la oficina. Betsy levantó la mirada, asombrada.

– Su recepcionista no estaba. Esperé unos minutos.

– Oh, lo siento, Nora. Teníamos una fecha para comer, ¿no es así?

– Para el mediodía.

– Lo siento. Me olvidé de ello. Es que tengo un nuevo caso que me toma todo el tiempo.

– Martin Darius. Lo sé. Es el titular del Oregonian.

– Me temo que hoy no sea un buen día para la comida. Estoy realmente empantanada. ¿Podemos dejarlo para otro día?

– No hay problema. En realidad, estaba segura de que desearía cancelarlo. Iba a llamarla, pero… Betsy -le dijo Sloane excitada-, ¿podría seguirla en este caso, sentarme en sus conferencias, hablar con el investigador? Es una oportunidad fantástica para ver cómo trabaja en un caso de alto perfil.

– No lo sé…

– No diría nada, por supuesto. Sería confidencial. Sólo deseo ser una mosca en la pared.

Sloane se veía tan emocionada, que Betsy no deseaba desilusionaría, pero un trascendido de la estrategia de la defensa podría ser devastador. La puerta del frente se abrió y Ann apareció llevando una bolsa de papel marrón. Sloane miró por encima del hombro.

– Lo siento -dijo Ann, retrocediendo. Betsy le hizo una señal para que se detuviera.

– Hablaré con Darius -le dijo Betsy-. Él deberá darme el conforme. Luego lo pensaremos. No hago nada que ponga en peligro el caso de un cliente.

– Comprendo perfectamente -dijo Sloane-. La llamaré en unos días, para ver qué decide.

– Perdón por lo de la comida.

– Oh, no. Está bien. Y gracias.

Había una camioneta con un logotipo de la CBS y otro de ABC en la entrada de automóviles de Betsy, cuando ella estacionó.

– ¿Quiénes son ellos, mami? -preguntó Kathy, cuando dos rubias hermosamente vestidas, de rasgos perfectos, se acercaron al coche. Las mujeres tenían micrófonos y las seguían hombres musculosos que portaban cámaras de televisión portátiles.

– Monica Blake, CBS, señora Tannenbaum -dijo la mujer más baja, cuando Betsy abrió la puerta. Blake retrocedió torpemente y la otra mujer tomó ventaja de eso.

– ¿Cómo explica que una mujer que es conocida por sus fuertes convicciones feministas defienda a un hombre que es acusado de secuestro, violación, tortura y asesinato de tres mujeres?

Betsy se sonrojó. Se volvió abruptamente y miró con odio a la reportera de ABC, ignorando el micrófono que le había puesto en la cara.

– Primero, no tengo por qué explicar nada. El Estado lo hace. Segundo, soy abogada. Una de las cosas que hago es defender a la gente, sea hombre o mujer, que ha sido acusada de algún delito. A veces algunas de estas personas son acusadas injustamente, ya que el Estado comete errores. Martin Darius es inocente y yo estoy orgullosa de representarlo contra estas acusaciones falsas.

– ¿Qué sucede si no son falsas? -preguntó la reportero de CBS-. ¿Cómo puede dormir por la noche, sabiendo lo que él les hizo a todas estas mujeres?

– Le sugiero que lea la Constitución, señorita Blake. Existe la presunción de que el señor Darius sea inocente. Ahora, tengo que preparar una cena y una pequeña a la que atender. No contesto preguntas en mi casa. Considero esto una invasión a mi privacidad. Si desean hablar conmigo, llamen a mi oficina para obtener una cita. Por favor, no regresen más a mi casa.

Betsy dio una vuelta al auto y abrió la puerta de Kathy. Ésta saltó, mirando por sobre el hombro a las cámaras mientras Betsy la arrastraba hacia la casa. Las dos reporteras siguieron gritándole preguntas a sus espaldas.

– ¿Vas a aparecer en televisión?-preguntó Kathy, mientras Betsy cerraba la puerta de un golpe.

Capítulo 11

1

Alan Page estaba atrapado en un automóvil, conduciendo a la carrera colina abajo a través del tránsito, a una velocidad altísima, en una carretera llena de curvas, con los frenos que chirriaban, los neumáticos que se quemaban, girando el volante de la dirección de manera furiosa a fin de evitar el inevitable choque. Cuando se sentó en la cama, estaba a centímetros de las quemantes luces de un macizo edificio en torre. El sudor le pegaba la tela del pijama de franela al cuerpo y pudo sentir el atormentado latir de su corazón. Page inspiró profundamente un par de veces, aún inseguro de dónde se encontraba y esperando morir en una bola de fuego de aceros retorcidos y vidrios hechos añicos.

– Jesús -abrió la boca cuando se orientó. El reloj daba las cuatro y cincuenta y ocho. Una hora y media después sonaría el despertador, cuatro horas y media antes de la audiencia para la fianza. Volvió a caer en la almohada, ansioso y seguro de saber que el sueño era imposible, atormentado por la pregunta que lo había perseguido desde el arresto de Martin Darius. ¿Se había movido demasiado rápidamente? ¿Había "pruebas claras y convincentes" de que Martin Darius fuera el asesino?

Ross Barrow y Randy Highsmith habían peleado con respecto al tema de registrar la casa de Darius, aun después de oír lo que Gutiérrez había dicho. Ellos deseaban esperar a encontrar a Nancy Gordon y así tener un caso más sólido, pero él los había pasado por alto y le había dado instrucciones a Barrow de que efectuara el arresto si las huellas de la banda de rodamiento en el lugar del crimen coincidían con la del automóvil de Darius. Ahora él se preguntaba si Barrow y Highsmith habían hecho todo lo que era correcto. Contó con encontrar a Nancy Gordon antes de la audiencia, pero, aun con tres detectives trabajando a contrarreloj, ellos no lo estaban logrando.