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Si no podía dormir, tampoco podía descansar. Page cerró los ojos y vio a Nancy Gordon. Había pensado en la detective constantemente desde que supo que su cuerpo no estaba en la fosa. Si ella estuviera viva, se habría puesto en contacto con él tan pronto se enterara del arresto de Darius. Si estuviera viva, habría regresado a Lakeview. ¿Estaba muerta, con un aspecto de sufrimiento inimaginable en el rostro? Darius sabía la respuesta a la pregunta de Page, pero la ley le prohibía a Alan hablar con él.

Page necesitaría de toda su energía en la Corte, pero el miedo que sentía reflejado en su vientre no lo dejaba descansar. Decidió darse una ducha, afeitarse, tomar el desayuno y luego vestirse con su mejor traje y una camisa limpia y recién planchada. Una ducha y un buen desayuno lo harían sentir un ser humano. Luego se dirigiría en su coche a la Corte y trataría de convencer al honorable juez Patrick Norwood, de los tribunales del circuito del condado de Multnomah, de que Martin Darius era un asesino de crímenes en serie.

2

Martin Darius durmió tranquilo y se sintió descansado cuando se despertó con los otros internos de la cárcel del condado de Multnomah. Betsy Tannenbaum había hecho arreglos para que el peluquero le cortara el cabello y el jefe de guardia le permitió darse una ducha extra antes de salir para la Corte. Sólo el desayuno de panqueques pegajosos empapados de pegote, el jarabe que se preparaba en la cárcel, le estropeó su ánimo. Darius utilizó el gusto ácido del café para cortar el dulzor y se los comió, ya que sabía que sería un largo día en la Corte.

Betsy había intercambiado un guardarropas completo por las ropas con las que Darius había sido arrestado. Cuando Darius se encontró con ella en la sala de entrevistas antes de ir a la Corte, estaba vestido con un traje de saco cruzado, de color oscuro con rayas color tiza, una camisa de algodón y una corbata tejida de seda azul marino, con puntos blancos. Betsy vestía una chaqueta recta que hacía juego con su pollera de color blanco y negro cruzada y una blusa de seda blanca de cuello ancho. Cuando caminaron por el corredor de los tribunales a la luz de los reflectores de la televisión, daban el aspecto de una pareja que se muestra en el programa "Ricos y famosos" antes que un sospechoso de asesinato masivo y su abogado criminalista.

– ¿Cómo se siente? -le preguntó Darius.

– Bien.

– Bueno. La quiero en su mejor día. La cárcel es interesante si usted la toma como una experiencia de educación, pero ya estoy pronto para graduarme.

– Me complace ver que usted conserva su sentido del humor.

Darius se encogió de hombros.

– Tengo fe en usted, Tannenbaum. Esa es la razón por la que la contraté. Usted es la mejor. No me defraudará.

El elogio hizo que Betsy se sintiera bien. Se regodeó en ello y creyó lo que Darius le decía. Ella era la mejor. Esa fue la razón por la que Darius la eligió sobre Matthew Reynolds, Osear Montoya y los demás abogados criminalistas ya establecidos.

– ¿Quién es nuestro juez? -preguntó Darius.

– Pat Norwood.

– ¿Cómo es?

– Un viejo excéntrico que está próximo a retirarse. En la Corte se ve como un gnomo y actúa como un ogro. Tampoco es un estudioso de la ley. Pero es completamente imparcial. Norwood es rudo e impaciente con la fiscalía y la defensa, y no será engañado por Alan Page ni por la prensa. Si Page no logra el peso de los cargos sobre la declaración de fianza, Norwood hará lo que corresponda.

– ¿Cree que el Estado logrará su cometido? -preguntó Darius.

– No, Martin. No creo que lo logren.

Darius sonrió.

– Eso es lo que deseaba oír. -Luego su sonrisa se desvaneció cuando cambió de tema-. ¿Estará Lisa en la Corte?

– Por supuesto. Hablé con ella ayer.

– Parece que usted tiene más suerte de contactarse con mi esposa que yo.

– Lisa está con su padre. No se siente cómoda sola en la casa.

– Es cómico -dijo Darius, mostrando una sonrisa fría-. Llamé a Su Señoría ayer por la noche y me dijo que ella no estaba en casa.

– Tal vez hubiera salido.

– Está bien. La próxima vez que hable con mi esposa, por favor, dígale que me visite, ¿lo hará?

– Seguro. Oh, antes de que me olvide, hay una mujer llamada Nora Sloane que está escribiendo un artículo sobre las mujeres que actúan como abogado defensor. Ella desea seguirme en nuestro caso. Si la dejara, existe la posibilidad de que pueda conocer la estrategia de la defensa o las confidencias entre abogado y cliente. Le dije que debía pedirle permiso a usted antes de permitirle involucrarse. ¿Tiene alguna objeción a que siga nuestro caso?

Darius pensó en la pregunta por un momento y luego negó con la cabeza.

– No me importa. Además -sonrió-, usted tendrá mayor incentivo para hacer un gran trabajo por mí si alguien está escribiendo sobre usted.

– Jamás lo pensé de esa manera.

– Esa es la razón por la que soy millonario, Tannenbaum. Siempre imagino los ángulos

3

Había varias nuevas salas de tribunal equipadas con vídeos y computadoras que Patrick L. Norwood podría haber comandado por su alta posición en los tribunales, pero el juez Norwood prefirió la sala donde él había ejercido su puño de hierro durante veinte años. Ésta tenía techos altos, grandes columnas de mármol y estrado de madera tallada a mano. Era una sala anticuada, perfecta para un hombre con el temperamento judicial de un juez del siglo XIX.

La sala estaba colmada en su capacidad, para esta audiencia de fianza de Martin Darius. Aquellos que llegaron tarde para encontrar asiento se quedaron de pie haciendo una fila en el pasillo. Los espectadores debían pasar por un detector de metales antes de entrar en la sala, y había una cantidad extra de guardias de seguridad, a causa de las amenazas de muerte.

Harvey Cobb, un viejo hombre de color, llamó a la Corte al orden. Éste había sido el alguacil de Norwood desde el día en que el juez fuera nombrado. Norwood salió de su cámara a través de una puerta que estaba detrás del banco. Bajo y cuadrado, era tan desagradable como un pecado, pero su rostro de sapo estaba coronado por una cabeza de hermosos cabellos de un blanco inmaculado.

– Tomen asiento -dijo Cobb. Betsy tomó su lugar junto a Martin Darius y echó un rápida mirada a Alan Page, que estaba sentado junto a Randy Highsmith.

– Llame a sus primeros testigos, señor Page -le ordenó Norwood.

– El Estado llama a Ross Barrow, Su Señoría.

Harvey Cobb hizo que el detective Barrow levantara su mano derecha y jurara decir la verdad. Barrow se sentó en el banquillo de los testigos y Page presentó sus credenciales como investigador de homicidios.

– Detective Barrow, ¿en algún momento de mediados del mes de agosto tuvo conocimiento de una serie de desapariciones fuera de lo común?

– Sí. En agosto un detective de nuestro departamento de personas desaparecidas me dijo que una mujer de nombre Laura Farrar había sido dada por desaparecida, cuando así lo informó su esposo, Larry Farrar. Larry le dijo al detective que…

– Objeción, por rumores -dijo Betsy, y se puso de pie.

– No -declaró Norwood-. Ésta es una audiencia para fianza, no un juicio. No voy a permitir que el Estado se salga de su camino. Si usted necesita examinar a algunos de estos testigos, puede citarlos. Sigamos adelante, señor Page.

Page asintió a Barrow, que continuó con su relato de la investigación.

– Farrar le dijo al detective que había regresado a su casa el diez de agosto, cerca de las ocho. Su casa se veía normal, pero su esposa no estaba. No faltaba nada de sus ropas ni de su maquillaje. En síntesis, no faltaba nada de la casa, en lo que él podía ver. La única circunstancia fuera de lo común fue la presencia de una rosa y una nota que el señor Farrar encontró sobre la almohada de su esposa.