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"Señor Page, usted probó que estas personas fueron asesinadas. Probó que fueron enterradas en un predio que pertenecía y era visitado por el señor Darius. Usted probó que el señor Darius conocía a las tres mujeres víctimas. También probó que mantenía relaciones íntimas con una de ellas y que tal vez la maltrató el día en que ella desapareció. Lo que usted no ha probado, por medio de pruebas claras y convincentes, es un vínculo entre el acusado y los homicidios”.

"Ninguno vio al señor Darius asesinar a estas personas. No existe evidencia científica que lo vincule con cualquiera de los cuerpos o las casas desde donde ellas desaparecieron. Ha encontrado la coincidencia de los neumáticos del BMW con las huellas dejadas en el lugar del crimen, pero el señor Darius visitaba el predio con frecuencia. Acordado está que es sospechoso que las huellas condujeran al agujero en la cerca, pero no es suficiente, en especial cuando no existe evidencia que vincule el BMW con cualquiera de las víctimas”.

"Ahora yo sé que usted me dirá que el señor Darius destruyó la evidencia al limpiar el baúl de su automóvil, y eso parece sospechoso. Pero el patrón que yo debo utilizar para negar una fianza es la presentación de evidencia clara y convincente. Ante la ausencia de tal evidencia, no importa cuan sospechosas sean las circunstancias, no sustituye a dicha evidencia”.

"En realidad, señor Page, lo crucial de su caso es la información suministrada a usted por esta mujer Gordon. Pero ella no está aquí para ser interrogada por la señora Tannenbaum. ¿Por qué ella no está aquí? No lo sabemos. ¿Es debido a un truco o porque ella inventó una historia y es lo suficientemente inteligente como para evitar cometer perjurio?”

"Aun cuando yo acepte lo que usted dice, el señor Darius es culpable de los asesinatos cometidos en Hunter's Point, sólo si acepto la teoría de la detective Gordon. Este hombre, Henry Waters, fue declarado por la policía de Hunter's Point, el asesino. Si Waters es el asesino, entonces el señor Darius fue una víctima de ese hombre”.

El juez Norwood hizo una pausa para beber un sorbo de agua. Betsy contuvo una sonrisa de victoria. Miró hacia su izquierda. Alan Page estaba sentado estático, con los ojos fijos hacia adelante.

– Se fija una fianza en la suma de un millón de dólares. El señor Darius puede ser liberado si deposita el diez por ciento.

– Su Señoría -exclamó Page, mientras se ponía de pie abruptamente.

– Esto no lo ayudará, señor Page. Ya he tomado mi decisión. Personalmente me sorprende que usted haya forzado esta audiencia con un caso de tan poco sustento.

El juez Norwood le dio la espalda al fiscal y se retiró del estrado.

– Sabía que hacía lo correcto cuando la contraté, Tannenbaum -exclamó Darius-. ¿Cuánto me llevará salir de aquí?

– Tan pronto como usted deposite la fianza y la prisión haga el procedimiento.

– Entonces llame a Terry Stark, mi contador de Construcciones Darius. Está esperando noticias suyas. Dígale la suma que debe depositar y que venga aquí de inmediato.

Nora Sloane observó a Betsy cuando contestaba preguntas al periodismo; luego caminó con ella hacia los ascensores.

– Se debe de sentir muy bien -le dijo Sloane.

Betsy estuvo tentada de darle a Sloane la misma conversación que le había dado a los reporteros, pero le gustaba Nora y sintió que podía confiar en ella.

– No realmente.

– ¿Por qué es eso?

– Admito que ganar me produce placer, pero Norwood tenía razón. El caso de Page no tenía sustento. Cualquiera podría haber ganado esta audiencia. Si esto es lo mejor que puede hacer Page, no conseguirá llevar su caso a un jurado. Además, yo no sé quién es Martin Darius. Si es un marido y padre que encontró a su esposa e hija brutalmente asesinadas, entonces hoy hice algo bueno. Pero ¿qué sucede si es el que realmente asesinó a las mujeres que estaban en la fosa?

– ¿Cree que es culpable?

– No dije eso. Martin insiste que es inocente y yo no vi otra prueba que me convenciera de lo contrario. Lo que quiero decir es que todavía no sé con certeza lo que sucedió aquí o en Hunter's Point.

– Si supiera con certeza que Darius es el asesino de la rosa, ¿lo seguiría representando?

– Tenemos un sistema en este país. No es perfecto, pero ha sido elaborado durante doscientos años y se basa en ofrecer un juicio justo a toda persona que se presenta en una Corte, sin importar lo que haya hecho. Una vez que se comienza a discriminar, por cualquier razón, el sistema se destruye. La verdadera prueba del sistema es cuando se tiene a un Bundy o a un Manson, alguien a quien todos le temen y desprecian. Si puede juzgar con justicia a esa persona, entonces usted envía el mensaje de que somos una nación de ley.

– ¿Puede usted imaginar un caso que no tomaría? -le preguntó Sloane-. ¿Un cliente que podría encontrar tan repulsivo que su conciencia no le permitiría representarlo?

– Esa es la pregunta a la que uno se enfrenta cuando se elige la práctica criminalista. Si no puede representar a ese cliente, no pertenece al negocio.

Betsy verificó su reloj.

– Mire, Nora, esto debe terminar por hoy. Me debo asegurar de que se deposite la fianza de Martin y mi madre está cuidando a Kathy, de modo que debo irme de la oficina un poco más temprano.

– ¿Es Kathy su hija?

Betsy sonrió.

– Me gustaría conocerla.

– Se la presentaré pronto. A mi mamá también. Le gustará conocerlas. Tal vez la invite a cenar.

– Fantástico -dijo Sloane.

3

– Lisa Darius la espera en su oficina -le dijo Ann, tan pronto como Betsy entró-. Espero que no le importe. Está muy molesta por algo y tenía miedo de quedarse sentada en la sala de espera.

– Está bien. ¿Sabe ella que Martin será liberado bajo fianza?

– Sí. Le pregunté cómo había decidido el juez, cuando ella llegó aquí, y me dijo que usted había ganado.

– No la vi en la Corte.

– La llamé para que se presentara en la Corte tan pronto usted me lo dijo.

– Estoy segura de que lo hiciste. Mira, llama a Terry Stark, en Construcciones Darius -dijo Betsy, escribiendo el nombre y número de teléfono-. Le dije hace unos días cómo depositar la fianza. Necesitará un cheque al portador por cien mil dólares. Si hay algún problema, avísame.

Al principio, Betsy no reconoció a Lisa. Ésta tenía unos vaqueros ajustados, un rompevientos de cuello alto color azul y un jersey de esquiar multicolor. Su largo cabello estaba atado en una trenza francesa y tenía los ojos de color verde esmeralda enrojecidos de llorar.

– Lisa, ¿se encuentra usted bien?

– Jamás pensé que lo dejarían en libertad. Estoy tan asustada.

– ¿De Martin? ¿Por qué?

Lisa se cubrió con las manos el rostro.

– Es tan cruel. Nadie sabe lo cruel que es. En público es encantador. Y, a veces, es así de encantador conmigo cuando estamos solos. Me sorprende con flores, alhajas. Cuando lo desea, me trata como a una reina y yo me olvido de cómo es en verdad. Oh, Dios, Betsy, creo que él mató a esas mujeres.

Betsy se quedó sin habla. Lisa comenzó a llorar.

– ¿Quiere agua? -le preguntó Betsy.

Lisa negó con la cabeza.

– Sólo necesito un instante.

Se quedaron sentadas en silencio, mientras Lisa recuperaba su respiración. Afuera brillaba un sol de invierno y el aire era tan frío que parecía que se podía partir en millones de trozos. Cuando Lisa comenzó a hablar, sus palabras salieron como en torrente.