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– Comprendo por lo que Andrea Hammermill debe de haber pasado. Lo comprendo porque uno no desea que cualquiera sepa lo malo que es y porque hay momentos buenos y… y una lo ama.

Lisa lloraba. Sus hombros se sacudían. Betsy deseaba consolarla, pera no tanto como quería saber lo que Darius le había hecho para colocarla en ese estado, de modo que se quedó muy quieta, esperando para que Lisa recobrara su compostura.

– Yo lo amo en realidad y lo odio y estoy aterrorizada de él -dijo Lisa, sin consuelo-. Pero esto… Si él…

– Los malos tratos a la esposa son muy comunes, Lisa. El asesinato en serie no lo es. ¿Por qué usted piensa que tal vez Martin asesinó a estas mujeres?

– Son más que malos tratos. Existe un lado perverso para… para hacer lo que él hace. Sus necesidades sexuales… Una vez… Esto es muy difícil para mí.

– Tómese su tiempo.

– Él deseaba tener relaciones sexuales. Habíamos ido a una fiesta. Yo estaba fatigada. Se lo dije. El insistió. Tuvimos una discusión. No. No es verdad. El jamás discute. El… él…

Lisa cerró los ojos. Tenía las manos apretadas en la falda. Su cuerpo estaba rígido. Cuando habló, mantuvo cerrados los ojos.

– Me dijo con mucha calma que yo tuviera relaciones con él. Yo comencé a enfadarme cada vez más por la forma en que me hablaba. Como se le habla a un niño muy pequeño o a alguien que es un retardado mental. Eso me enfureció. Y, cuanto más gritaba yo, más tranquilo estaba él.

"Finalmente me dijo: "Quítate la ropa", de la misma manera en que se le ordena a un perro que dé una vuelta. Yo lo mandé al diablo. Lo siguiente que supe fue que yo estaba tendida en el suelo. Me golpeó en el estómago. Me quedé sin aire. Estaba indefensa”.

"Cuando comencé a respirar, levanté la vista. Martin me sonreía. Me ordenó que me quitara la ropa, con la misma voz. Yo me negué. Aún no podía hablar, pero estaba condenada si cedía. Él se arrodilló, me tomó un pezón a través de la blusa y me lo apretó. Casi me desmayo del dolor. Ahora yo lloraba y me estremecía allí tendida en el suelo. Él hizo lo mismo con el otro pezón y no pude soportarlo. Lo horrible del hecho era lo metódico que era al hacerlo. No había pasión en ello. Y además su rostro no lucía la más mínima de las sonrisas, como si disfrutara inmensamente pero no deseara que alguien lo supiera”.

"Yo estaba al borde de perder el conocimiento cuando se detuvo. Me tendí en el suelo, exhausta. Sabía que no podía luchar con él. La próxima vez que me ordenó que me quitara la ropa, lo hice”.

– ¿La violó? -le preguntó Betsy. Se sentía nauseabunda.

Lisa negó con la cabeza.

– Eso fue lo peor. Me miró por un momento. Tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro que jamás olvidaré. Luego me dijo que yo siempre debía someterme a él cuando deseara tener relaciones sexuales y que me castigaría siempre que lo desobedeciera. Me dijo que me pusiera en cuatro patas. Pensé que me penetraría por detrás. En lugar de eso, me hizo arrastrar por el suelo como un perro.

"Tenemos en nuestra habitación un guardarropas. Abrió la puerta y me obligó a entrar allí, desnuda. Me dijo que debería permanecer allí sin emitir sonido hasta que me dejara salir. Me castigaría seriamente si hacía algún ruido”.

Lisa comenzó a llorar nuevamente.

"Me mantuvo allí encerrada en el guardarropas sin comida. Me dio algo de papel higiénico y un balde para… para usar si yo… tenía tanto apetito y estaba tan asustada”.

"Me dijo que abriría la puerta cuando estuviera pronto y que de inmediato yo debería tener relaciones sexuales con él o me encerraría de nuevo. Cuando abrió la puerta, yo me arrastré hacia afuera e hice lo que él deseaba. Cuando terminó conmigo, me llevó al cuarto de baño y me bañó, como a un bebé. Había ropas tendidas sobre la cama. Ropas de noche. Y un brazalete. Debe de haber costado una fortuna. Diamantes, rubíes, oro. Era la recompensa por mi obediencia. Cuando me vestí, me llevó a un restaurante, donde tuvimos una cena deliciosa. Toda la noche me trató como a una reina”.

"Yo estaba segura de que me desearía de nuevo cuando regresáramos a casa. Eso fue todo lo que pude pensar durante la cena. Debí hacer fuerza para comer, ya que sentía náuseas de pensar en lo que vendría, pero temía que me hiciera algo si yo no comía. Luego, cuando llegamos a casa, simplemente se fue a dormir y no me tocó durante una semana”.

– ¿Volvió a hacerle una cosa así?

– No -dijo Lisa, con la cabeza gacha-. No debió hacerlo. Yo aprendí la lección. Si él decía que quería acostarse conmigo, yo hacía lo que deseaba. Y recibía mis recompensas. Y nadie supo, hasta ahora, lo que he estado soportando.

– ¿Nunca pensó en abandonarlo? -le preguntó Betsy.

– Él… él me dijo que, si alguna vez le contaba a alguien las cosas que me hacía o trataba de escapar, me mataría. Si usted oyera la forma en que lo dijo, tan calmo, tan alejado… sabía que lo haría. Lo sabía.

Lisa respiró profundo, hasta que recuperó el control.

– Hay algo más -dijo Lisa. Betsy notó una bolsa de compras que estaba junto a la silla donde estaba sentada Lisa. Ésta se inclinó y tomó un álbum de recortes y lo colocó sobre su falda-. Yo estaba segura de que Martin tenía una aventura amorosa. Jamás me dijo nada y jamás lo vi con nadie, pero lo sabía. Un día decidí revisar sus cosas, mientras él estaba trabajando, para ver si podía encontrar pruebas. En lugar de eso, encontré esto.

Lisa dio unos golpecitos a la tapa del álbum y luego se lo pasó a Betsy. Esta lo colocó en el centro de su escritorio. La cubierta era de un marrón desteñido, con guarda dorada. Betsy lo abrió. En la primera página, debajo de una hoja de plástico, había recortes del caso de Hunter's Point, tomados de un diario de allá, del Times, de Newsday y de otros. Betsy pasó las hojas sin leer los artículos. Todos eran sobre el caso de Hunter's Point.

– ¿No le preguntó nunca a Martin sobre esto? -preguntó Betsy.

– No. Tenía tanto miedo… Lo coloqué en su lugar. Pero sí hice algo. Contraté a un detective privado para que siguiera a Martin y descubriera algo de lo de Hunter's Point.

– ¿Cómo se llama el detective?

– Sam Oberhurst.

– ¿Tiene usted una dirección y número telefónico donde lo pueda encontrar?

– Tengo el número de teléfono.

– ¿No tiene la dirección?

– Conseguí su nombre por una amiga que lo contrató para divorciarse. Ella me dio el número. Es un contestador. Nos encontramos en un restaurante.

– ¿Adonde enviaba usted los cheques de pago?

– Siempre le pagué en efectivo.

– Déme el nombre de su amiga y haré que mi investigador tome contacto con ella si es necesario.

– Se llama Peggy Fulton. Su abogado fue Gary Telford. Él fue el que le dio el nombre. Prefiero que usted no vaya, a menos que sea necesario.

– El abogado es mejor -dijo Betsy, mientras sacaba una hoja de papel de su cajón del escritorio y llenaba varios espacios-. Esto es un formulario para liberar información que usted me da a mí o a mi investigador, autorizándome a ver los archivos de Oberhurst.

Mientras Lisa leía el formulario, Betsy le dijo a Ann que llamara a Reggie Steward para que viniera de inmediato a la oficina. Lisa firmó el formulario y se lo devolvió a Betsy.

– ¿Qué fue lo que le dijo Oberhurst?

– Estaba seguro de que Martin me engañaba, pero todavía no tenía el nombre.

– ¿Y Hunter's Point?

– Me dijo que no había comenzado a trabajar en ese aspecto de la investigación.

La historia de Lisa había afectado seriamente a Betsy. La idea de que Darius tratara a su esposa como a un animal la disgustaba, y la descripción que hizo Lisa la había descompuesto físicamente. Pero eso no significaba que Darius era el asesino y aún ella era su abogada.