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– ¿Por qué recurrió a mí, Lisa?

– No lo sé. Estoy tan confundida por todo… Usted se mostró tan comprensiva en la casa y yo sabía lo mucho que había peleado por Andrea Hammermill y Peterson. Espero que me pueda decir lo que debo hacer.

– ¿Tiene planeado contarle al fiscal de distrito lo que me dijo o darle a él el libro?

Lisa se mostró asombrada.

– No. ¿Por qué iba a hacer eso?

– Para herir a Martin.

– No. No deseo… Todavía lo amo. O, yo… señora Tannenbaum, si Martin hizo esas cosas… Si él torturó y asesinó a esas mujeres, debo saberlo.

Betsy se inclinó hacia adelante y miró a Lisa directamente a esos ojos verdes llenos de lágrimas.

– Yo soy la abogada de Martin, Lisa. Mi lealtad profesional es hacia él, aun cuando sea culpable.

Lisa se mostró impresionada.

– ¿Usted continuaría con la defensa, aun si él hubiera hecho eso?

Betsy asintió.

– Pero tal vez no lo haya hecho, Lisa, y lo que usted me ha contado podría ser muy importante. Si Oberhurst siguió a Martin en la fecha en que desapareció una de esas mujeres, podría proporcionarle a Martin una coartada. Page argumentará que la misma persona asesinó a las tres mujeres, y es probable que lo hiciera. Todo lo que debo hacer es demostrar que Martin no mató a una de las víctimas y el caso del fiscal de distrito desaparece.

– No había pensado en eso.

– ¿Cuándo habló por última vez con Oberhurst?

– Hace unas semanas. Le dejé unos mensajes en el contestador, pero no me llamó.

– Haré que mi investigador se contacte con Oberhurst. ¿Puedo quedarme con el álbum?

Lisa asintió. Betsy se puso de pie y se dirigió adonde estaba Lisa para colocarle una mano en el hombro.

– Gracias por confiar en mí. Sé lo difícil que debe de haber sido.

– Debía decírselo a alguien -susurró Lisa-. Lo guardé durante tanto tiempo…

– Tengo una amiga que podría ayudarla. Alice Knowland. Es muy amable y compasiva. He enviado a otras mujeres con problemas similares, y ella las ha ayudado.

– ¿Qué es ella, una doctora?

– Una psiquiatra. Pero que esto no la asuste. El título de psiquiatra es simplemente el nombre de fantasía para un buen oído, con experiencia en ayudar a gente con problemas. Podría ser buena para usted. Puede visitarla algunas veces y luego dejar de ir si no la ayuda. Piénselo y llámeme por teléfono.

– Lo haré -dijo Lisa, mientras se ponía de pie-. Y gracias por escucharme.

– Usted no está sola, Lisa. Recuerde eso.

Betsy la rodeó con sus brazos y Lisa la abrazó.

– Martin llegará tarde esta noche. ¿Se quedará con él? -le preguntó Betsy.

– No puedo. Viviré con mi padre hasta que decida qué hacer.

– Muy bien.

– Por favor, no le diga a Martin que vine.

– No lo haré si eso puede ayudar. Él es mi cliente, pero no deseo que la lastime.

Lisa se enjugó las lágrimas y luego se fue. Betsy se sentía vacía. Se imaginó a Lisa, hambrienta y aterrorizada, acurrucada en el guardarropas, en medio de la oscuridad, con el olor de su propia orina y excrementos. El estómago de Betsy se retorció. Salió de la oficina y por el pasillo se dirigió al cuarto de baño donde hizo correr agua fría en el lavatorio. Se lavó la cara con cantidad de agua; luego tomó el líquido entre las manos y bebió. Recordó las preguntas que Nora y los reporteros le habían hecho. ¿Cómo podría dormir si ella salvaba a Martin Darius, sabiendo lo que sabía de él? ¿Qué le haría un hombre que trataba a su mujer como a un perro, a una mujer que no conocía, si ella caía bajo su poder? ¿Haría él lo que el asesino de la rosa le había hecho a sus víctimas? ¿Era Martin el asesino? Betsy recordó el álbum de recortes y se secó la cara, luego regresó a la oficina. Estaba por la mitad del álbum cuando apareció Reggie Steward.

– Felicitaciones por la audiencia de la fianza.

– Toma una silla y siéntate a mi lado. Tengo algo que podría solucionar el caso de Martin.

– Excelente.

– Lisa Darius estuvo aquí. Tuvo la sospecha de que Martin la engañaba con otra mujer, de modo que contrató a un investigador privado para que lo siguiera. ¿Has oído hablar de un i.p. de nombre Sam Oberhurst?

Steward pensó por un momento; luego negó con la cabeza.

– El nombre me suena vagamente familiar, pero estoy seguro de que jamás lo vi.

– Aquí está el número de teléfono y un formulario de autorización de Lisa. Oberhurst tiene un contestador telefónico. Si no puedes comunicarte con él, intenta hacerlo con un abogado especialista en divorcios de nombre Gary Telford. Lisa consiguió el número de una de sus clientas. Dile a Gary que trabajas para mí. Nos conocemos. Descubre si Oberhurst siguió a Darius en una de las fechas en que desapareció cualquiera de las mujeres. Él podría ser la coartada de Martin.

– Me pondré con las manos a la obra.

Betsy señaló el álbum de recortes.

– Lisa encontró esto entre las cosas de Martin cuando estaba buscando pruebas de su relación clandestina. Está lleno de recortes del caso de Hunter's Point.

Steward miró por encima del hombro de Betsy, a medida que esta pasaba las páginas. La mayor parte de las historias se referían a las desapariciones. Había varias de los asesinatos de Sandra y Melody Lake. Una sección destinada al descubrimiento del cuerpo destripado de Patricia Cross en el sótano de la casa de Henry Waters y de la muerte de este último. Betsy llegó al final de la sección de recortes y se quedó paralizada.

– Dios mío, hubo sobrevivientes.

– ¿Qué? Pensé que todas las mujeres habían sido asesinadas.

– No. Mira esto. Dice que Gloria Escalante, Samantha Reardon y Anne Hazelton fueron encontradas vivas en una vieja granja.

– ¿Dónde?

– No da ninguna información. Espera un minuto. No, no hay nada más. Según el artículo, las mujeres no quisieron hacer declaraciones.

– No lo comprendo. ¿No te contó Darius esto?

– Ni una palabra.

– ¿Page?

– Él siempre se refirió a ellas como si estuvieran muertas.

– Tal vez Page no lo sepa -dijo Steward.

– ¿Cómo es posible?

– ¿Qué hay si Gordon no se lo dijo?

– ¿Por qué no habría de hacerlo? Y ¿por qué no lo diría Martin? Algo no está bien, Reg. Nada de esto tiene sentido. Gordon y Martin no nombran a las sobrevivientes. Los archivos de Hunter's Point desaparecieron. No me gusta todo esto.

– Sé que adoras el misterio, Betsy, pero veo esto como algo realmente grande. Las sobrevivientes sí saben quién las raptó y torturó. Si no fue Darius, tenemos vía libre.

– Tal vez Martin no mencionó a las sobrevivientes porque él sabía que ellas lo identificarían.

– Hay una sola forma de saberlo -dijo Steward-. Que Ann me consiga el primer vuelo que sale para Hunter's Point.

– Quiero que vayas a Albany, Nueva York. Frank Grimsbo, uno de los detectives del equipo de investigación, es el jefe de seguridad de Marlin Steel. Su oficina está en Albany.

– Lo haré.

Betsy llamó a Ann por el intercomunicador y le dio instrucciones de lo que debía hacer. Cuando apagó el intercomunicador, Steward preguntó:

– ¿Qué me dices del i.p.?

– Dejaremos a Oberhurst. Deseo primero que vueles a Nueva York. Hay algo extraño en este caso, Reg, y yo estoy apostando a que las respuestas que necesitamos están en Hunter's Point.

4

Alan Page abandonó la sala del tribunal en medio de una nebulosa. Casi no oyó a los reporteros que le hacían preguntas, a las que él respondía mecánicamente. Randy Highsmith le dijo que no lo tomara como un fracaso personal y le aseguró que no era su falta que no pudieran encontrar a Nancy Gordon, pero Highsmith y Barrow le habían advertido ya antes que estaba cometiendo un error al correr para arrestar a Darius. Aun después de enterarse del incidente en el hotel Hacienda, el detective y el asistente del fiscal desearon moverse más lentamente. Page los había sobrepasado. Ahora estaba pagando el precio por ello.