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Sleward asintió, ya que no pudo pensar en nada que decir.

– Me temo que usted ha desperdiciado su viaje, si lo hizo con el solo propósito de hablar con mi esposa. Hemos hecho nuestros mayores esfuerzos por dejar el pasado atrás.

– Comprendo la razón de que la señora Escalante no desee hablar conmigo, pero esto literalmente es un caso de vida o muerte. En Oregón, tenemos la pena capital y no hay duda de que mi cliente la recibiría, si se lo condenara.

Los rasgos del doctor Escalante se endurecieron.

– Señor Steward, si su cliente trató a esas mujeres de la forma en que lo hizo con la mía, la pena de muerte no es suficiente castigo.

– Usted conoció a mi cliente como Peter Lake, doctor Escalante. Su mujer y su hija fueron asesinadas por Henry Waters. Él sufrió la misma agonía que usted. Estamos hablando de un caso que es de lo peor y su esposa tal vez posea información que puede probar que se está condenando a un hombre que es inocente.

Escalante bajó la vista.

– Nuestra posición es firme, señor Steward. Mi esposa no hablará de lo que le sucedió a ella con nadie. Le ha llevado diez años poder dejar atrás su pasado y nosotros nos mantendremos en esa posición. Sin embargo, tal vez yo lo pueda ayudar. Hay respuestas a preguntas que yo tal vez pueda darle.

– Apreciaré toda la ayuda que pueda suministrarme.

– No deseo que piense mal de ella, señor Steward. Realmente consideramos su pedido con toda seriedad, pero sería demasiado para Gloria. Es muy fuerte. Muy fuerte. De otro modo, no hubiera sobrevivido. Pero fuerte como es, hace sólo unos pocos años que ha vuelto a ser la mujer que fue. Desde que usted llamó, ha vuelto a tener pesadillas.

– Créame, jamás sometería a su mujer a…

– No, no. Comprendo por qué usted está aquí. No lo culpo. Sólo deseo que comprenda por qué no puedo permitir que ella vuelva a vivir lo que sucedió.

– Doctor Escalante, la principal razón por la que yo deseo hablar con su esposa es para saber si ella vio el rostro del hombre que la secuestró.

– Si esa es la razón por la que vino, me temo que lo desilusionaré. La tomaron por la espalda. Se utilizó cloroformo. Durante su cautiverio, la obligaron a usar una capucha de cuero sin orificios para poder ver… siempre quesiempre que su secuestrador… cuando venía a ella.

– ¿No le vio nunca el rostro?

– Jamás.

– ¿Qué sabe de las otras mujeres? ¿Alguna de ellas lo vio?

– No lo sé.

– ¿Sabe dónde puedo encontrar a Ann Hazelton o a Samantha Reardon?

– Ann Hazelton se suicidó seis meses después de que la liberaron. Reardon estuvo en una clínica psiquiátrica por algún tiempo. Sufrió un deterioro mental total. Simón Reardon, el esposo de Samantha, se divorció -dijo Escalante con evidente disgusto-. Hace unos años que se mudó. Es neurocirujano. Probablemente lo pueda localizar a través de la asociación médica norteamericana. Tal vez sepa dónde vive la señora Reardon.

– Eso es de mucha ayuda -le dijo Steward mientras tomaba nota.

– Podría preguntarle al otro investigador. Tal vez la haya localizado.

– ¿Cómo dijo?

– Hubo otro investigador. Yo tampoco lo dejé hablar con Gloria.

– Vino aquí durante el verano.

– Las desapariciones no comenzaron hasta agosto.

– No, esto debe de haber sido en mayo, principios de junio. Algo por el estilo.

– ¿Cómo era él?

– Era un hombre grande. Creo que puede haber sido jugador de fútbol o boxeador, ya que tenía el tabique de la nariz roto.

– Eso no parece ser nada relacionado con la oficina del fiscal de distrito. Pero ellos no se habrían interesado antes de los hechos. ¿Recuerda el nombre o de dónde venía?

– Era de Portland y yo tengo su tarjeta. -El médico abrió el cajón del escritorio y sacó una tarjeta de color blanco-. Samuel Oberhurst -dijo, ofreciéndole la tarjeta a Steward. Ésta tenía el nombre de Oberhurst y el número telefónico, pero sin dirección. El número que Betsy le había dado a él.

– Doctor Escalante, ¿qué le sucedió a su esposa y a las otras mujeres después de que fueron secuestradas?

Escalante respiró profundo. Steward vio el dolor que se reflejaba aun después de todos estos años.

– Mi esposa me dijo que había tres mujeres con ella. Todas estaban en una granja. Ella no tiene en claro dónde estaba la casa, pues se hallaba inconsciente cuando la llevaron allí y en estado de impresión violenta cuando la sacaron. Casi muerta de inanición. Fue un milagro.

Escalante hizo una pausa. Se mojó los labios con la lengua y volvió a respirar profundo.

– Las mujeres fueron puestas desnudas en establos. Las encadenaron de los tobillos. Siempre que él venía, tenía una máscara y las obligaba a ponerse la capucha. Luego… él las torturaba. -Escalante cerró los ojos y meneó la cabeza, como si tratara de clarificar aquellas imágenes que eran tan penosas de soportar-. Jamás le pedí a ella que me dijera lo que él le hizo, pero yo vi los informes médicos de mi mujer.

Escalante volvió a hacer una pausa.

– No necesito esa información, doctor. No es necesaria.

– Gracias.

– Lo importante es la identificación. Si su señora puede recordar algo de su secuestrador que pueda ayudamos a probar que Peter Lake no era el asesino.

– Comprendo. Le preguntaré, pero no estoy seguro de que ella pueda ser de ayuda.

El doctor Escalante le estrechó la mano a Steward y lo acompañó a la salida. Luego regresó al consultorio y tomó la fotografía de su esposa e hija.

2

Betsy tenía programado un juicio de divorcio que comenzaba el viernes y estaba colocando los papeles del caso en su portafolio cuando Ann le dijo que Reggie Steward estaba al teléfono.

– ¿Cómo fue tu viaje? -le preguntó Betsy.

– Bueno, pero no conseguí mucho. Hay algo raro en todo este asunto y cada minuto que pasa se torna más raro.

– Sigue.

– No puedo poner mi dedo en lo que está mal, pero sé que estoy dando vueltas en el caso cuando ninguno debería tener razón alguna para mentirme.

– ¿En qué mienten ellos?

– Es sólo eso. No tengo idea. Pero sé que sucede algo.

– Dime lo que sabes de nuevo hasta ahora -le dijo Betsy y Steward le contó sus conversaciones con Frank Grimsbo y el doctor Escalante.

– Después de que me fui del consultorio de Escalante, pasé algún tiempo en la biblioteca pública buscando los diarios que trataron el caso. Me imaginé que habría entrevistas con las víctimas, con los policías. Nada. John O' Malley, el jefe de policía, era el portavoz principal. Dijo que Waters lo hizo. Caso cerrado. Las mujeres sobrevivientes fueron hospitalizadas de inmediato. Reardon se confinó en una institución. Escalante se negó a hablar con los periodistas. Lo mismo para Hazelton. Unas semanas con esto y todo el interés desapareció. Se pasó a otras historias. Pero uno lee los informes de noticias y las declaraciones de O'Malley y todavía no se sabe lo que les sucedió a esas mujeres.

"Después hablé con Roy Lenzer, un detective del Departamento de Policía de Hunter's Point. Es el tipo que está tratando de encontrar los archivos para Page. Sabe que Gordon está desaparecida. Buscó los archivos en la casa de ella. Nada. Alguien se guardó todos los archivos del caso. Es decir, estamos hablando de todo un estante lleno de informes y de fotografías. ¿Pero por qué? ¿Para qué llevarse un estante lleno de archivos de un caso de diez años de antigüedad? ¿Qué había en esos archivos?”

– Reg, ¿visitó Oberhurst a la policía?

– Le pregunté a Lenzer eso. También lo llamé a Grimsbo. Por lo que pude saber, Oberhurst jamás habló con nadie después de haber hablado con el doctor Escalante. Lo cual no tiene sentido. Si él estaba investigando un caso para Lisa Darius, la policía debería ser la primera parada.