Выбрать главу

Betsy dejó a un lado la petición. La idea le llegó tan rápidamente que se sintió mareada. Regresó a la sala de estar y volvió a leer la biografía de Colby. Allí estaba. Había sido senador de los Estados Unidos durante nueve años. El jefe de policía de Hunter's Point se retiró y se fue a la Florida hacía nueve años. Frank Grimsbo trabajaba para Marlin Steel, la antigua compañía de Colby, hacía nueve años. Y Wayne Turner era el asistente administrativo de Colby.

Hacía calor en la casa, pero Betsy sintió como que estaba abrazando un bloque de hielo. Regresó al comedor y volvió a leer la lista de hechos importantes en el caso Darius. Todo estaba allí. Uno simplemente debía mirar los hechos de una manera y entonces tenían un perfecto sentido.

Martin Darius era el asesino de la rosa. La policía de Hunter's Point lo sabía cuando anunció que Henry Waters era el asesino y cerró el caso. Ahora Betsy supo cómo Peter Lake pudo irse de Hunter's Point con la sangre de todos esos inocentes en sus manos. Lo que no podía imaginarse era porqué el gobernador del Estado de Nueva York conspiraría con el equipo de investigación de Hunter's Point, para dejar escapar a un asesino.

Capítulo 16

1

El sol brillaba, pero la temperatura estaba un poco por debajo del cero grados. Betsy colgó su tapado. Le dolían las mejillas por el frío. Se frotó las manos y le pidió a Ann que le trajera una taza de café. Para cuando la secretaria le puso un jarro humeante sobre el portavasos, Betsy estaba marcando el número de teléfono a Washington, D.C.

– Oficina del senador Colby.

– Quisiera hablar con Wayne Turner, por favor.

– Lo comunicaré con su secretaria.

Betsy tomó el jarro. Le temblaba la mano. Deseaba hablar con tono confidencial, pero se sentía aterrorizada.

– ¿En qué puedo servirla? -una agradable voz femenina, le preguntó.

– Me llamo Betsy Tannenbaum. Soy una abogada de Portland, Oregón. Me gustaría hablar con el señor Turner.

– En este momento el señor Turner está muy ocupado con la confirmación del senador. Si me deja su número, él la llamará cuando tenga la oportunidad.

Betsy sabía que Turner jamás la llamaría. Había una sola forma de forzarlo a venir al teléfono. Estaba convencida de que sabía lo que había sucedido en Hunter's Point y ella debería apostar a que tenía razón.

– Esto no puede esperar. Hágale saber al señor Turner que la abogada de Peter Lake está al teléfono. -Luego Betsy le dijo a la secretaria que le dijera a Turner algo más-. Si el señor Turner se niega a hablar conmigo, dígale que estoy segura de que la prensa sí querrá oírme.

La secretaria de Turner la hizo esperar. Betsy cerró los ojos y trató de aplicar una técnica de meditación que había aprendido en sus clases de yoga. No funcionó y se sobresaltó cuando Turner apareció en la línea.

– ¿Qué es esto? -ladró.

– Le dije a su secretaria, señor Turner. Me llamo Betsy Tannenbaum y soy la abogada de Martin Darius. Usted lo conoció como Peter Lake cuando vivía en Hunter's Point. Deseo hablar de inmediato con el senador Colby.

– El senador está extremadamente ocupado con su confirmación como presidente de la Corte, señora Tannenbaum. ¿No puede esto esperar hasta que termine?

– No esperaré hasta que el senador esté a salvo en la Corte, señor Turner. Si él no habla conmigo, lo forzaré a través de la prensa.

– Maldición, si usted deja correr algún comentario irresponsable…

– Cálmese, señor Turner. Si usted pensara algo en todo esto, sabría que el hecho de ir a los diarios lastimaría a mi cliente. Sólo lo haría como último recurso. Pero no me harán esperar.

– Si sabe sobre Lake, si sabe algo del senador, ¿por qué hace esto? -suplicó Turner.

Betsy hizo una pausa. Turner le había hecho una buena pregunta. ¿Por qué se estaba guardando lo que sabía? ¿Por qué no había confiado en Reggie Steward? ¿Por qué deseaba cruzar el país para obtener la respuesta a sus preguntas?

– Esto es para mí, señor Turner. Debo saber qué clase de hombre estoy representando. Debo saber la verdad. Debo encontrarme con el senador Colby. Puedo tomar un vuelo para Washington mañana mismo.

Turner se quedó en silencio unos minutos. Betsy miró por la ventana. En la oficina que se veía del otro lado de laI calle, dos hombres en mangas de camisa hablaban de algún proyecto. En el piso de arriba, un grupo de secretarias trabajaban en procesadores de texto. En la parte superior del edificio de oficinas, Betsy vio que el cielo se reflejaba en la pared de vidrio. Nubes de color verdoso corrían sobre un cielo también verdoso.

– Hablaré con el senador Colby y la llamaré -dijo Turner.

– No soy una amenaza, señor Turner. No hago esto para arruinar el nombramiento del senador. Dígale eso a él.

Turner colgó y Betsy exhaló. No estaba acostumbrada a amenazar a los senadores de la nación ni a manejar casos que pudieran destruir las reputaciones de prominentes figuras públicas. Entonces ella pensó en los casos Hammermill y Peterson. Dos veces ella había cargado con el peso de salvar una vida humana. No existía mayor responsabilidad que eso. Colby era simplemente un hombre, aun cuando fuera un senador de la nación y tal vez fuera la razón de que Martin Darius estuviera en libertad para asesinar a tres mujeres inocentes en Portland.

– Nora Sloane está en la línea uno -dijo Ann en el intercomunicador.

La cliente del divorcio que tenía a su cargo Betsy debía reunirse con ella en la Corte a las ocho cuarenta y cinco y eran las ocho y diez. Betsy deseaba concentrarse en este tema, pero decidió que podía dispensarle un minuto a Sloane.

– Perdón por molestarla -dijo disculpándose Sloane-. ¿Recuerda que le hablé de entrevistar a su madre y a Kathy? ¿Le parece que podría ser este fin de semana?

– Tal vez salga de la ciudad. Mi madre probablemente cuidará de Kathy, de modo que podría hablar con las dos. Mamá se sentirá encantada de ser entrevistada. Hablaré con ella y luego con usted. ¿Cuál es su número?

– ¿Por qué no la llamo yo? Estaré entrando y saliendo todo el tiempo.

– Muy bien. Tengo Corte dentro de media hora. Estaría pronta al mediodía. Llámeme por la tarde.

Betsy miró su reloj. Tenía veinte minutos para prepararse para la Corte y no más tiempo para pensar en Martin Darius

2

Reggie Steward encontró a Ben Singer, el abogado que tuvo el caso de divorcio de Samantha Reardon, buscando en los registros de la Corte. Singer no había sabido de Reardon en años, pero sí tenía una dirección cerca del campo de la universidad.

La mayor parte de las casas que rodeaban la universidad eran más viejas, residencias de familias solas rodeadas de jardines bien cuidados y de la sombra de nogales y álamos, pero había un grupo de apartamentos y de internados que albergaban estudiantes y que estaban situados a varias cuadras detrás del campo, cerca de la autopista. Steward entró en el estacionamiento que corría a lo largo de un complejo de apartamentos, donde había un triste jardín en el frente. Había nevado la noche anterior. Steward caminó por una huella abierta enfrente de la oficina del encargado. Una mujer de alrededor de cuarenta años, vestida con pantalones gruesos y un jersey de lana verde contestó a la puerta. Sostenía un cigarrillo. Su rostro estaba arrebatado. En el cabello tenía bigudíes.

– Me llamo Reggie Steward. Estoy buscando el departamento del encargado.

– Estamos completos -contestó con brusquedad la mujer.

Steward le dio a la mujer su tarjeta. Ella se colocó el cigarrillo en la boca y la examinó.

– ¿Es usted la encargada? -le preguntó Steward. La mujer asintió.