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– El hacerlo público habría destruido la carrera del senador-agregó Wayne Turner-, y ninguno de nosotros deseaba eso. Sólo un puñado de personas conocíamos lo del perdón o la culpabilidad de Lake. O'Malley, Gordon, Grimsbo, yo, el fiscal de los EE.UU., el fiscal general, Carstairs, Merrill y el senador. Jamás se lo contamos al intendente. Sabíamos el coraje que tuvo Ray al firmar aquel perdón. No deseábamos que sufriera las consecuencias de ello. De modo que hicimos un voto de silencio para proteger a Ray y lo mantuvimos.

– ¿Y se olvidaron de Lake?

– Jamás lo olvidamos, señora Tannenbaum -le dijo Colby-. Usé mis contactos con la policía de Albany y con el FBI para que persiguieran a Lake. Nancy Gordon dedicó su vida a perseguirlo. Era demasiado inteligente para todos nosotros.

– Ahora que usted sabe todo acerca del perdón, ¿qué piensa hacer? -le preguntó Turner.

– No lo sé.

– Si el perdón y estos nuevos asesinatos toman público conocimiento, el senador Colby no puede ser confirmado. Perdería el apoyo de los conservadores del comité del Poder Judicial y los liberales lo crucificarían. Esa sería la respuesta a sus oraciones.

– Me doy cuenta de eso.

– El hacerlo público tampoco ayuda a su cliente.

– Wayne -dijo Colby-. La señora Tannenbaum deberá tomar su propia decisión sobre lo que debe hacer con lo que sabe. No podemos presionarla. Dios sabe que ya está bajo suficiente presión.

– Pero -dijo Colby, volviéndose hacia Betsy-, sí tengo una pregunta para hacerle. Tengo la impresión de que usted dedujo la existencia de este perdón.

– Es correcto. Me pregunté cómo Lake pudo haberse marchado de Hunter's Point. Un perdón era la única respuesta y sólo el gobernador de Nueva York puede otorgar un perdón. Usted podía hacer que este perdón no tomara estado público, pero los miembros del equipo de investigación deberían saberlo y ellos fueron los recompensados. Era la única respuesta que tenía sentido.

– Lake no sabe que usted está aquí, ¿no es así?

Betsy dudó, luego dijo:

– No.

– ¿Y usted no le pidió a él que confirmara sus sospechas? ¿No es así?

Betsy negó con la cabeza.

– ¿Por qué?

– ¿Recuerda usted las emociones encontradas que sintió cuando Lake le pidió que le otorgara el perdón? Imagínese cómo me siento, senador. Soy una muy buena abogada. Tengo la capacidad para hacer que mi cliente quede en libertad. Él sostiene que es inocente, pero mi investigación ha resultado en una evidencia que cuestiona su palabra. Hasta hoy, no sabía con certeza si Martin me mentía. No debía enfrentarme con él hasta saber la verdad.

– Ahora que la sabe, ¿qué hará?

– Todavía no lo he decidido. Si fuera cualquier otro caso, no me importaría. Haría mi trabajo y defendería a mi cliente. Pero este no es cualquier otro caso. Esto es…

Betsy hizo una pausa. Qué podría ella agregar que todos los de esa habitación ya no hubieran dicho o pensado.

– No la envidio, señora Tannenbaum -dijo el senador-. Realmente creo que no tuve otra elección. Es esa la única razón por la que he podido vivir con lo que hice, aun cuando me arrepiento de lo que hice cada vez que pienso en el perdón. Usted se puede alejar de Lake.

– Entonces estaría alejándome de mis responsabilidades, ¿no le parece?

– Responsabilidades -repitió Colby-. ¿Por qué las asumimos? ¿Por qué nos cargamos de problemas que nos destruyen? Siempre que pienso en Lake desearía no haber entrado en la función pública. Luego pienso en algo del bien que he podido hacer.

El senador hizo una pausa. Después de un momento se puso de pie y le dio la mano.

– Ha sido un placer conocerla, señora Tannenbaum. Lo digo de corazón.

– Gracias por su candor, senador.

– Wayne puede llevarla de regreso a su hotel.

Wayne Turner acompañó a Betsy. Colby se dejó caer en un sillón. Se sentía viejo y desgastado. Deseó quedarse para siempre allí ante el fuego y olvidar las responsabilidades de las que acababa de hablar. Pensó en la responsabilidad de Betsy Tannenbaum hacia su cliente y en su responsabilidad como miembro de la raza humana. ¿Cómo podría vivir con ella misma si Lake era sobreseído? Él la perseguiría por el resto de su vida, de la misma manera en que lo había hecho con él.

Colby se preguntó si el perdón tomaría estado público. Si lo hacía, habría terminado su vida de funcionario. El presidente retiraría su nominación y jamás sería reelecto. Extraño era que no le importara. No tenía control sobre Betsy Tannenbaum. Su destino dependía de las decisiones que esa mujer tomara

Capítulo 20

1

– ¿Hablo con el doctor Simón Reardon?

– Sí.

– Mi nombre es Reginal Steward. Soy investigador privado. Trabajo para Betsy Tannenbaum, una abogada de Portland, Oregón.

– No conozco a nadie de Portland.

El doctor Reardon se oía molesto. Steward pensó haber detectado un leve acento británico.

– Esto es algo acerca de Hunter's Point y de su ex esposa, doctor Reardon. Esa es la razón por la que lo llamo. Espero que me dé unos minutos para explicarme.

– No tengo interés en hablar de Samantha.

– Por favor, escúcheme. ¿Recuerda usted a Peter Lake?

– Señor Steward, no existe nada que no pueda llegar a olvidar de aquellos días.

– Hace poco secuestraron a tres mujeres en Portland. En cada uno de los lugares del crimen se encontró una rosa negra y una nota que decía "Jamás me olvidarán". Los cuerpos de las mujeres estaban enterrados en una de las propiedades de Lake. Fue acusado con los cargos de homicidio.

– Pensé que la policía de Hunter's Point había atrapado al asesino. ¿No fue un repartidor de florería que era medio retardado? ¿Un abusador?

– El fiscal de distrito de Multnomah piensa que la poli-da de Hunter's Point cometió un error. Estoy tratando de encontrar a las sobrevivientes de Hunter's Point. Ann Hazelton está muerta. Gloria Escalante se niega a hablar conmigo. La señora Reardon es mi última esperanza

– No es la señora Reardon y ya hace tiempo que ha dejado de serlo -dijo el doctor con disgusto-, y no tengo idea de dónde puede encontrar a Samantha. Yo me mudé a Minneapolis para escaparme de ella. No hemos hablado en años. Lo último que supe es que todavía vivía en Hunter's Point.

– ¿Está usted divorciado?

Reardon rió con aspereza.

– Señor Steward, esto es algo más que un simple divorcio. Samantha trató de matarme.

– ¿Qué?

– Es una mujer enferma. No perdería mi tiempo en ella. No puede creer en nada de lo que diga.

– ¿Esto se debió enteramente al secuestro?

– Sin duda que la tortura y el cautiverio aumentó la condición, pero mi esposa siempre fue algo desequilibrada. Desafortunadamente yo estaba demasiado enamorado de ella como para notarlo hasta que nos casamos. Siempre trataba de racionalizarlo y perdonar… -Reardon respiró profundo-. Lo siento. Ella me provoca esto. Aun después de todos estos años.

– Doctor Reardon, no deseo hacerlo sentir incómodo, pero el señor Lake enfrenta una sentencia de muerte y yo necesito saber lo más que pueda sobre el caso de Hunter's Point.

– ¿No puede la policía decirle lo que desea conocer?

– No, señor. Los archivos se perdieron.

– Eso es extraño.

– Sí. Créame, si tuviera esos archivos no lo estaría molestando. Estoy seguro de que resulta doloroso desenterrar este período de su vida, pero esto es literalmente un caso de vida o muerte. Nuestro fiscal de distrito tiene al señor Lake entre ceja y ceja. Peter fue una de las víctimas, como usted, y necesita de su ayuda.