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Reardon suspiró.

– Adelante. Hágame las preguntas.

– Gracias señor. ¿Puede hablarme de la señora Reardon o como se llame ella ahora?

– No tengo idea de cómo se llama. Cuando yo me marché de Hunter's Point todavía se llamaba Reardon.

– ¿Cuándo fue eso?

– Aproximadamente hace ocho años. Tan pronto como se terminó el divorcio.

– ¿Qué sucedió entre usted y su esposa?

– Ella era enfermera quirúrgica en el hospital universitario. Muy hermosa, muy sensual. El sexo era lo que mejor hacía -dijo Reardon con amargura-. Yo estaba tan atrapado por su cuerpo que era indiferente a lo que sucedía a mi alrededor. El problema más obvio fue el robo. Dos veces la arrestaron por robar en un negocio. Nuestro abogado mantuvo los casos fuera de la justicia y yo pagué los daños a los negocios. Ella no sentía ningún remordimiento. Trató los incidentes como bromas, una vez que estuvo resuelto.

"Luego, estaban los gastos. Yo ganaba bastante dinero, pero estábamos hasta las orejas de deudas. Vaciaba mis cuentas bancarias, gastaba de las tarjetas de crédito hasta el límite. Me llevó cuatro años después del divorcio poder pararme sobre mis pies. Y no se podía razonar con ella. Yo le mostraba las cuentas y armaba un presupuesto. Ella me metía en la cama y yo me olvidaba de lo que le había dicho. O ella tenía una rabieta o me encerraba en el dormitorio. Fueron los peores tres años de mi vida”.

"Luego la secuestraron y torturaron y se puso peor. Cualquiera haya sido la delgada cuerda que la mantenía atada a la realidad, esta se soltó cuando la tuvieron prisionera. Ni siquiera puedo describir lo que fue la vida después de eso. La tuvieron internada en el hospital por alrededor de un año. Casi no hablaba. No dejaba que se le acercaran hombres”.

"Yo debería haberlo sabido, pero me la llevé a casa después de que tuvo el alta. Me sentía culpable por lo que había sucedido. Sé que no podría haberla protegido, yo estaba en el hospital cuando la secuestraron, pero, aun, uno puede ver cómo…

– Eso es un sentimiento muy común.

– Oh, lo sé. Pero saberlo intelectualmente y manejarlo emocionalmente son dos cosas diferentes. Desearía haber sido más sabio.

– ¿Qué sucedió después de que ella regresó a la casa?

– Se negó a dormir en la misma habitación conmigo. Cuando yo estaba en casa, ella permanecía en su habitación. No tengo idea de lo que hacía cuando yo estaba trabajando. Cuando sí hablaba, lo hacía de manera irracional. Insistía que el hombre que la había raptado estaba aún suelto. Yo le mostraba los artículos de los diarios acerca del arresto de Waters y de su muerte, pero ella decía que él no era el hombre. Deseaba un revólver para protegerse. Por supuesto que yo me rehusaba. Comenzó a acusarme de conspirar con la policía. Luego trató de matarme. Afortunadamente un colega estaba conmigo. Ella lo apuñaló a él también, pero este la golpeó y logró tumbarla. Luchamos con ella en el suelo. Se retorcía y gritaba… Decía que yo trataba de matarla… Fue muy difícil para mí. Debí internarla. Luego decidí marcharme.

– No lo culpo. Es como que usted hizo más de lo que debía.

– Sí. Pero todavía siento que la abandoné, aun cuando sé que no tenía elección.

– Usted dijo que la internó. ¿En qué neuropsiquiátrico?

– San Judas. Es un neuropsiquiátrico privado que queda cerca de Hunter's Point. Me mudé y corté todo vínculo con ella. Sé que estuvo allí durante varios años, pero creo que la dejaron ir.

– ¿Trató Samantha de contactarse con usted cuando salió del hospital?

– No, yo temía que ocurriera eso pero jamás sucedió.

– ¿Tendría usted una fotografía de Samantha? No había ninguna en los archivos de los diarios.

– Cuando me mudé a Minnesota, me deshice de ellas, junto con todo lo que me podría hacer recordar a Samantha.

– Gracias por su tiempo, doctor. Intentaré en el San Judas. Tal vez ellos tengan una conexión con su ex esposa.

– Una cosa, señor Steward. Si usted encuentra a Samantha, por favor no le diga que habló conmigo ni dónde me encuentro.

2

Randy Highsmith fue directo desde el aeropuerto a la oficina del fiscal de distrito. Sentía los efectos del vuelo y le habría gustado ir a su casa, pero sabía cuánto deseaba Page saber lo que él había descubierto en Hunter's Point.

– No es bueno, Al -le dijo Highsmith tan pronto quedaron solos-. Estuve un día detrás del investigador de Darius, a todos los lugares que fue, de modo que él sabe lo que nosotros sabemos.

– ¿Qué?

– Nancy Gordon no fue sincera contigo. Frank Grimsbo y Wayne Turner me dijeron que sólo Gordon consideraba a Lake sospechoso. Ella tenía una fijación con él y jamás aceptó que Waters fuera el asesino de la rosa, pero todos los demás sí lo aceptaron.

– Hay algo más que ella no nos dijo. Tres de las mujeres de Hunter's Point no murieron. Hazelton, Escalante y Reardon fueron encontradas con vida en una granja. Y, antes de que me preguntes, Hazelton está muerta, no he localizado a Reardon, y Escalante jamás le vio el rostro al hombre que la sometió.

– ¿Por qué me hizo pensar que las mujeres de Hunter's Point fueron asesinadas?

– No tengo idea. Todo lo que sé es que nuestro caso contra Martín Darius se está transformando en mierda.

– No tiene sentido -dijo Page, más para sí que para Highsmith-. Waters está muerto. Si él fue el asesino de la rosa, ¿quién asesinó a las mujeres que se encontraron en la obra en construcción? Debió de ser alguien que conocía los detalles del caso de Hunter's Point y que sólo lo conocía la policía. Esa descripción sólo concuerda con una persona: Martin Darius.

– Hay otra persona que concuerda, Al -dijo Highsmith.

– ¿Quién?

– Nancy Gordon.

– ¿Estás loco? Es policía.

– ¿Qué hay si está loca? ¿Qué sucede si lo hizo para inculpar a Darius? Piénsalo. ¿Habrías considerado a Darius un sospechoso si ella no te hubiera dicho que él era Lake?

– Te olvidas del anónimo que le dijo a ella que el asesino estaba en Portland.

– ¿Cómo sabemos que ella misma no lo escribió?

– No lo creo.

– Bueno, créase o no, nuestro caso se está disolviendo. Oh, y hay un nuevo problema. Un investigador privado de Portland, Sam Oberhurst, estuvo investigando los asesinatos de Hunter's Point un mes antes de que ocurriera la primera desaparición en Portland.

– ¿A quién representaba?

– No lo dijo y tampoco le dijo a nadie por qué estaba preguntando por el caso, pero yo se lo voy a preguntar. Tengo su número de teléfono y conseguiré su dirección de la compañía telefónica.

– ¿Tuvieron suerte con los archivos?

– Ninguna.

Page cerró los ojos y descansó la cabeza contra el respaldo del asiento.

– Voy a parecer como un tonto, Randy. Deberemos dejarlo. Debería haberlos escuchado a ti y a Ross. Jamás tendremos un caso. Todo fue mi imaginación.

– No te retires todavía, Al. Este i.p. podría saber algo.

Page meneó la cabeza. Desde su divorcio había envejecido. Su energía lo había abandonado. Por un tiempo este caso lo había vuelto a sentir fuerte, pero Darius se le escapaba de las manos y pronto quedaría como el hazmerreír de la comunidad judicial.

– Perderemos este, Randy. Lo siento. Gordon era todo lo que teníamos y ahora parecería que jamás la tuvimos.

3

– Hola, mamá -dijo Betsy, dejando la maleta y abrazando a Rita Cohen.

– ¿Cómo fue el vuelo? ¿Comiste algo?

– El vuelo fue bueno y comí en el avión.