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Capítulo 22

1

El San Judas tenía más el aspecto de un exclusivo colegio privado que de una clínica psiquiátrica. Una alta pared cubierta de hiedra se adentraba en profundos bosques. El edificio de la administración, que una vez había sido el hogar del millonario Alvin Piercy, era de ladrillos rojos, con ventanas en nichos y arcos góticos. Piercy, un devoto católico, murió soltero en 1916 y dejó su fortuna a la Iglesia. En 1923, la mansión se convirtió en un retiro para sacerdotes que necesitaban de un lugar para meditar. En 1953 se construyó detrás de la casa un moderno y pequeño hospital psiquiátrico, que se transformó en el hogar de la administración de San Judas. Desde el portón de entrada, Reggie Steward vio este edificio a través de las ramas graciosas cubiertas de nieve de unos árboles que estaban diseminados por el terreno. En otoño, el parque debía ser una alfombra verde y las ramas de aquellos árboles estarían cargadas de rojos y dorados.

La oficina de la doctora Margaret Flint se encontraba al final de un pasillo, en el segundo piso. La ventana no daba al hospital sino al bosque. La doctora Flint era una mujer con un anguloso rostro de caballo y cabello gris que le llegaba a los hombros.

– Gracias por recibirme -dijo Steward.

La doctora le respondió con una amistosa sonrisa que suavizaba sus rasgos caseros. Le dio un fuerte apretón de manos, luego lo invitó a sentarse en uno de los dos sillones que estaban junto a una mesa ratona.

– A menudo me he preguntado qué fue de la vida de Samantha Reardon. ¡Constituyó un caso tan fuera de lo común! Desafortunadamente no hubo seguimiento, una vez que ella fue dada de alta.

– ¿Por qué fue así?

– Su marido se negó a pagar después del divorcio y el seguro no cubría los gastos. De todos modos, dudo que Samantha habría permitido que nos entrometiéramos en sus asuntos una vez recobrada su libertad. Ella odiaba todo lo relacionado con el hospital.

– ¿Qué puede decirme de la señora Reardon?

– Normalmente no diría nada, a causa de las reglas de confidencialidad con las declaraciones de los pacientes, pero su llamado ha hecho aparecer la posibilidad de que tal vez ella sea un peligro para los demás y eso es un precedente sobre dichas reglas, en ciertas circunstancias.

– Ella tal vez esté involucrada en los asesinatos en serie de Portland.

– Así lo dijo usted. ¿Existe alguna conexión entre los asesinatos y su cautiverio en Hunter's Point? -preguntó la doctora Flint.

– Sí. ¿Cómo lo supo?

– Se lo diré en un momento. Por favor, téngame paciencia. Necesito conocer algunos de los antecedentes para su pedido de información.

– Un hombre llamado Peter Lake fue el marido de una de las víctimas de Hunter's Point y padre de otra. Hace ocho años, se mudó a Portland para poder comenzar una nueva vida. Alguien está duplicando el caso de Hunter's Point en Portland. ¿Está usted familiarizada con la forma en que fueron tratadas las mujeres de Hunter's Point?

– Por supuesto. Yo fui la psiquiatra a cargo del tratamiento de Samantha. Tuve un acceso completo a los informes policiales.

– Doctora Flint, ¿sería capaz Reardon de someter a otras mujeres a la tortura que ella experimentó, a fin de inculpar a mi cliente?

– Una buena pregunta. No muchas mujeres podrían pasar por la tortura, luego someter a otra mujer a la misma experiencia, pero Samantha Reardon no era en ningún concepto normal. Todos nosotros tenemos personalidades que están profundamente arraigadas. Dichas personalidades son en general difíciles, pero imposibles de cambiar. La gente con desórdenes de personalidad posee personalidades mal adaptadas. Las señales que ellas presentan varían según el grado de desorden.

"Antes de ser convertida en horrible víctima, Samantha Reardon tenía lo que se conoce como una personalidad al límite, que se encuentra entre la neurosis y la psicosis. A veces ella exhibía una conducta psicótica, pero en general era neurótica. Demostraba perversos intereses sexuales, conducta antisocial, tales como dar cheques sin fondos o robar en un negocio, ansiedad y un fuerte egocentrismo. La relación con su ex marido tipifica esta clase de conducta. Hubo períodos de intensa sexualidad, inestabilidad frecuente y él encontró que era imposible razonar con ella y que era totalmente egocéntrica. Cuando se la atrapó robando, no mostró interés ni remordimiento por los cargos. Utilizaba el sexo para distraer al doctor Reardon y ganar favores de él. Destruyó sus finanzas sin reparo hasta llegar a las consecuencias de largo plazo para ambos. Cuando Samantha fue secuestrada y torturada se tornó en una psicótica. Es probable que aún se encuentre en ese estado”.

"Samantha vio el San Judas como una extensión de su cautiverio. Yo era la única doctora con quien se relacionaba, probablemente porque era la única mujer del cuerpo médico. Ella odia y desconfía de los hombres. Está convencida de que el intendente de Hunter's Point, el jefe de policía, el gobernador, incluso, a veces, el presidente de los Estados Unidos, todos ellos hombres, conspiran para proteger al hombre que la torturó”.

– Entonces -dijo Steward-, es posible que ella actuara con estas fantasías si localizaba al hombre que ella creía responsable de su cautiverio.

– Es lo más probable. Cuando estuvo aquí, no habló de nada que no fuera venganza. Se vio a sí misma como un ángel vengador armado contra las fuerzas de la oscuridad. Odiaba a su secuestrador, pero ella es un peligro para cualquier hombre, ya que en todo hombre ve a un opresor.

– ¿Pero las mujeres? ¿Cómo podría llegar a torturar a esas mujeres después de lo que ella misma pasó?

– Samantha veía cualquier medio que justificara sus propósitos como válido, señor Steward. Si debía, en el proceso, sacrificar a algunas mujeres, a fin de llegar a su objetivo, ante sus ojos aquello seria un precio pequeño de pagar por su venganza.

2

Rick estaba sentado en la sala de espera cuando Betsy llegó a su trabajo. Parecía deprimido.

– Sé que no me esperabas, pero deseaba hablar. ¿Estás ocupada?

– Entra -le dijo Betsy. Todavía estaba enfadada con él por decirle a Kathy que por su carrera era la responsable de la separación.

– ¿Cómo está Kathy? -le preguntó Rick, cuando la siguió hasta su escritorio.

– Hay una forma fácil de averiguarlo.

– No seas así. En realidad, una de las razones por las que vine a hablar es para preguntar si puede dormir en casa. Acabo de mudarme a un nuevo apartamento que tiene una habitación de huéspedes.

Betsy deseaba decir que no, ya que así podría herir a Rick, pero sabía cuánto Kathy extrañaba a su padre.

– Está bien.

– Gracias. Mañana, después del trabajo, la pasaré a buscar.

– ¿De qué más deseabas hablarme?

Rick estaba incómodo. Bajó la mirada.

– Yo… Betsy, esto es muy difícil para mí. La sociedad, mi trabajo… -Rick hizo una pausa-. No lo estoy haciendo muy bien. -Respiró profundo-. Lo que estoy tratando de decir es que mi vida está hecha ahora mismo un torbellino. Estoy bajo tales presiones que no puedo pensar con claridad. Esta vez, a solas, se me dio cierta distancia, algo de perspectiva. Supongo que lo que estoy diciendo es que no me dejes. No te cierres a mí…

– Yo jamás quise hacer eso, Rick. Tú eres el que se ha cerrado.

– Cuando me fui, dije algunas cosas acerca de cómo me sentía con respecto a ti que no quise decir.

– Cuando tengas seguridad de lo que sientas, dímelo, Rick. Pero no que puedo prometerte cómo me sentiré yo. Me has lastimado mucho.