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– Debe de haber salido con una amiga -se dijo Ryder para sí, pero aún estaba molesto por lo del televisor. Cortó un trozo de pastel y le dio un mordisco, luego fue a la habitación de Lisa. No había nada fuera de su lugar, nada que levantara sospechas. Sin embargo, el juez Ryder se sintió intranquilo. Estaba por ir a su habitación cuando oyó el timbre de la puerta. Dos hombres estaban protegiéndose debajo de un paraguas.

– ¿Juez Ryder? Soy Randy Highsmith de la oficina del fiscal de distrito del condado de Multnomah. Éste es el detective Barrow, de la policía de Portland. ¿Se encuentra su hija en casa?

– ¿Se refiere esto a Martin?

– Sí, señor.

– Lisa ha estado conmigo, pero ahora no está.

– ¿Cuándo fue la última vez que la vio?

– Esta mañana, en el desayuno. ¿Por qué?

– Tenemos algunas preguntas que nos gustaría que nos respondiera. ¿No sabe dónde la podemos encontrar?

– Me temo que no. No me dejó una nota y yo apenas llego.

– ¿Podría estar en la casa de una amiga? -preguntó por casualidad Highsmith, para que Ryder no notara su interés.

– Realmente no lo sé.

Ryder recordó el televisor y frunció el entrecejo.

– ¿Sucede algo, señor?-le preguntó Barrow, manteniendo un tono neutral.

– No. No realmente. Es sólo que había dos tazas de café en la mesa de la cocina, de modo que pensé que ella habría recibido a una amiga. También estuvieron comiendo pastel. Pero el televisor estaba encendido.

– No comprendo -dijo Barrow.

– Estaba encendido cuando llegué a casa. No puedo imaginarme por qué lo habrá dejado encendido si se fue a conversar con una amiga a la cocina o si salió de la casa.

– ¿Es normal en ella irse sin dejar una nota? -preguntó Barrow.

– No ha estado en casa por mucho tiempo y no ha salido de noche desde que Martin salió libre. Pero ella sabe que me preocupo.

– ¿Hay algo que no nos está diciendo, señor?

El juez Ryder dudó.

– Lisa ha estado muy asustada desde que Martin fue liberado. Habló de abandonar el Estado hasta que vuelva a estar entre rejas.

– ¿No le habría dicho a usted dónde iba?

– Así lo supongo. -Ryder hizo una pausa, como si acabara de recordar algo-. Martin llamó a Lisa la noche en que fue liberado. Dijo que no había un lugar en Portland en donde ella pudiera estar a salvo. Tal vez volvió a llamarla y la atemorizó.

– ¿La estaba amenazando? -preguntó Barrow.

– Así lo pensé, pero Lisa no estaba segura. Fue una conversación extraña. Sólo oí lo que le decía Lisa al final y lo que ella me contó que él le había dicho.

Highsmith le dio al juez una tarjeta.

– Por favor, pídale a la señora Darius que me llame tan pronto sepa algo de ella. Es importante.

– Por cierto.

Barrow y Highsmith estrecharon la mano del juez y se marcharon.

– No me gusta esto -dijo Barrow tan pronto se cerró la puerta-. Es muy parecido a las otras escenas del crimen. En especial el televisor. Si ella salía con una amiga, debió de haberlo apagado.

– No había ni nota ni rosa.

– Sí, pero Darius no es estúpido. Si él asesina a su esposa, no va a publicar el hecho. Puede haber cambiado el modus operandi, a fin de hacemos perder la pista. ¿Alguna sugerencia?

– Ninguna, a menos que creas que tenemos lo suficiente como para arrestar a Darius.

– No lo tenemos.

– Entonces, esperemos y tengamos fe de que Lisa Darius haya salido con una amiga.

Séptima Parte

Jamás me olvidarán

Capítulo 23

1

Betsy oyó que el automóvil estacionaba en la entrada y miró por la ventana de la cocina.

– ¡Es papi! -gritó Kathy. Había estado esperando en la sala de estar durante toda la tarde, prestándole poca atención a la televisión, desde que Betsy le dijo que pasaría el fin de semana en la casa de Rick.

– Toma tus cosas -le dijo Betsy a Kathy cuando abrió la puerta.

– Están todas aquí, mami -dijo Kathy, señalando su mochila, la valija del colegio, una pequeña maleta y a Oliver, el zorrito de peluche.

La puerta se abrió y Kathy saltó a los brazos de Rick.

– ¿Cómo estás, tigre? -le preguntó Rick riendo.

– Yo preparé mis cosas -dijo Kathy, señalando los bultos.

– ¿Pusiste tu cepillo de dientes? -le preguntó de pronto Betsy.

– Oh, no -dijo Kathy.

– Me lo temía. Corre y ve a buscarlo, jovencita.

Rick puso a Kathy en el suelo y ella corrió por el pasillo hasta el cuarto de baño.

– Está muy emocionada -Betsy le dijo a Rick. Él se mostró incómodo.

– Pensé en llevarla a comer a Spaghetti Factory.

– A ella le gusta.

Ambos se quedaron hablando por un momento.

– Te ves bien, Bets.

– Deberías verme cómo me veo cuando debo pasar el dia en el tribunal del juez Spencer-bromeó Betsy consciente de sortear el cumplido. Rick comenzó a decir algo, pero Kathy regresó con su cepillo y el momento pasó.

– Te veo el lunes -le dijo Betsy, dándole a Kathy un gran abrazo y un beso. Rick juntó todo menos a Oliver. Betsy miró por la puerta hasta que ellos se alejaron.

2

Alan Page alzó la vista de su escritorio. Randy Highsmith y Ross Barrow estaban en la entrada. Miró su reloj. Era las seis y veinticinco.

– Acabo de hablar con el juez Ryder. Todavía no apareció -dijo Barrow.

Page dejó su lapicera.

– ¿Qué hacemos? No hay ni una hilacha que nos apunte a Darius -dijo Page. Se lo veía pálido y hablaba con tono exhausto y de derrota.

– Tenemos un motivo, Al -dijo Barrow-. Lisa Darius es la única persona que puede conectar a Martin con Sam Oberhurst. Él no pudo llegar a ella cuando estuvo en la cárcel. Lo que digo es que por lo menos tenemos una causa probable. Tan pronto como él quedó libre, ella desapareció.

– Y existió una llamada telefónica-agregó Highsmith.

– Ryder no puede tener seguridad de que hubo una amenaza. El llamado puede incluso ser interpretado como una advertencia para Lisa, a fin de que se cuidara de los demás. -Page movió la cabeza-. No cometeré el mismo error dos veces. A menos que esté seguro de que tenemos una causa probable, no pediré orden de allanamiento.

– No te achiques, Al -le advirtió Highsmith-. Aquí estamos hablando de una vida.

– Lo sé -contestó Page enfadado-. Pero ¿dónde buscamos? ¿Su casa? No va a ser tan estúpido de guardarla a ella allí. ¿Alguna de sus propiedades? ¿En cuál? Estoy tan frustrado como ustedes, pero debemos ser pacientes.

Highsmith estuvo por decir algo cuando sonó el intercomunicador.

– Sé que no deseaba que lo molestara -dijo su secretaria-, pero Nancy Gordon está en línea.

Page sintió frío. Highsmith y Barrow se pusieron de pie. Page tomó la llamada de inmediato.

– ¿Detective Gordon?

– Siento haber desaparecido, señor Page -dijo una mujer. Page trató de recordar cómo hablaba Gordon. Recordó una voz grave, pero la… comunicación era mala y la voz de la mujer salía distorsionada.

– ¿Dónde está?

– No se lo puedo decir ahora -le dijo Gordon. Page pensó que hablaba como arrastrando las palabras, de manera insegura.