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– ¿Puedo pasar? -le preguntó Sloane.

– Seguro -dijo Betsy, haciéndose a un lado. Sloane apoyó el paraguas contra la pared de la entrada y se desabrochó el impermeable. Tenía puestos unos ajustados vaqueros, una camisa de la misma tela de color azul y un suéter de lana, del mismo color.

– ¿Puedo sentarme? -preguntó Nora, haciendo un gesto hacia la sala. Betsy se mostró confusa por esta visita de la mañana, pero se sentó en el sofá. Nora lo hizo en un sillón ante ella y sacó un revólver de la bolsa que traía. La taza de café se deslizó de los dedos de Betsy y se partió en pedazos cuando golpeó la mesa de mármol. Un oscuro charco color marrón se formó sobre la superficie.

– Siento asustarla -le dijo con calma Sloane.

Betsy tenía la mirada clavada en el arma.

– No deje que esto la perturbe -le dijo Sloane-. No le haría daño a usted. Usted me gusta. Sólo que no tengo certezade cómo reaccionará cuando le explique la razón de mi visita. Y tampoco estoy segura de que no cometa una estupidez. No hará ninguna locura, ¿está bien?

– No.

– Bien. Ahora, escuche con cuidado. Martin Darius no debe quedar libre. El lunes, antes de que comience la audiencia, usted pedirá usar el salón del jurado del juez Norwood para hablar en privado con su cliente. Hay una puerta que se abre sobre el pasillo. Cuando yo golpee la puerta, usted me dejará entrar.

– ¿Entonces, qué?

– Eso no es algo que le interese.

– ¿Por qué debería hacer eso?

Nora tomó la bolsa de compras y sacó a Oliver de allí. Luego le dio a Betsy el animal de peluche.

– Tengo a Kathy. Es una nena muy dulce. Ella estará bien, si usted hace lo que yo le digo.

– ¿Cómo… cómo tiene usted a Kathy? Rick no me llamó.

– Rick está muerto. -Betsy quedó boquiabierta, insegura de haber oído correctamente-. Él la lastimó. Los hombres son así. Martin es el peor ejemplo. Hacer que nosotras actuemos como perros, forzándonos a tener relaciones sexuales entre nosotras, montándonos como si fuéramos objetos inanimados, mujeres de cartón, para que él pudiera vivir sus fantasías. Pero hay otros hombres que lo hacen de manera diferente. Como Rick. El la usó, luego la descartó como si fuera una cosa usada.

– ¡Oh, Dios! -gimió Betsy, asombrada y sólo creyendo a medias lo que Sloane le decía-. Él no está muerto.

– Lo hice por usted, Betsy.

– No, Nora. Él no se merecía eso.

Los rasgos de Sloane se endurecieron.

– Todos ellos merecen morir, Betsy. Todos ellos.

– Usted es Samantha Reardon, ¿no es así?

Reardon asintió.

– No comprendo. Después de pasar por lo que pasó, ¿cómo pudo asesinar a esas mujeres?

– Eso fue duro, Betsy. Me aseguré de que no sufrieran. Sólo las marqué cuando estuvieron anestesiadas. Si hubiera otra forma, yo la habría escogido.

Por supuesto, pensó Betsy, si Reardon secuestró a las mujeres para tender una emboscada a Martin Darius, sería más fácil manejarlas si estaban inconscientes. Una enfermera asistente de cirugía conocería anestésicos como el pentobarbital.

Reardon sonrió con calidez, dio vuelta al arma y se la ofreció a Betsy.

– No tema. Le dije que no le haría daño. Tómela. Deseo que vea cuánto confío en usted.

Betsy estuvo a punto de tomarla, luego se detuvo.

– Vamos -la urgió Reardon-. Haga lo que le digo. Sé que no me disparará. Soy la única que sabe dónde está Kathy. Si me mata, nadie podrá encontrarla. Se morirá de inanición. Esa es una forma horrible y cruel de morir. Lo sé. Yo casi muero así.

Betsy tomó el arma. Era fría al tacto y pesada. Ella tenía el poder de matar a Reardon, pero se sintió completamente indefensa.

– ¿Si yo hago lo que me pide, ¿me dará a Kathy sana y salva?

– Kathy es mi póliza de seguro, tal como yo fui la de Peter Lake. Nancy Gordon me contó todo lo del perdón del gobernador. He aprendido tanto de Martin Darius. No puedo esperar a agradecerle, en persona.

Reardon se quedó sentada en silencio. No se movió. Betsy trató de quedarse también quieta, pero fue imposible. Cambió de posición en el sofá. Los segundos pasaron. Reardon se veía como que tenía problemas en ordenar sus pensamientos. Cuando habló, miró los ojos de Betsy con una expresión de profunda preocupación y se dirigió a ella del mismo modo en que una maestra lo hace con una buena alumna, cuando desea tener la seguridad de que esta comprenda el punto clave.

– Usted debe ver a Darius por lo que él es, para comprender qué es lo que hace. Él es el diablo. No sólo una mala persona, sino la pura maldad. Las medidas comunes no habrían funcionado. ¿Quién me habría creído? Estuve dos veces internada. Cuando traté de decirle a las personas de Hunter's Point, se negaron a escucharme. Ahora sé por qué. Siempre sospeché que había otros trabajando con Martin. Nancy Gordon me confió eso. Ella me contó de la conspiración para salvar a Martin y culpar a Henry Waters. Sólo el diablo tendría tanto poder. Piénselo. El gobernador, el intendente, los policías. Sólo Gordon se resistió. Y ella era la única mujer.

Reardon miraba a Betsy con intensidad.

– Apuesto a que usted estará tentada de llamar a la policía tan pronto yo me vaya. No debe hacer eso. Ellos querían atraparme. Jamás le diré dónde está Kathy si me atrapan. Usted debe ser muy fuerte cuando la policía le diga que Rick está muerto y Kathy ha sido secuestrada. No ceda ni me delate.

Reardon sonrió con frialdad.

– No debe tener fe en la policía. No debe creer que me pueden derrotar. Le puedo asegurar que nada de lo que la policía me pueda llegar a hacer se compara con lo que Martin me hizo y él jamás me destruyó. Oh, él creyó que lo hizo. Él pensó que yo estaba sometida, pero sólo fue mi cuerpo el que se sometió. Mi mente permaneció fuerte y concentrada.

"Por la noche, puedo oír a las otras gimiendo. Yo jamás lo hice. Me guardaba el odio en mi interior, en un lugar seguro y cálido. Luego esperé. Cuando ellos me dijeron que Waters era el asesino, yo sabía que mentían. Sabía que Martin les había hecho algo a ellos para que mintieran. El diablo puede hacer eso, gente retorcida, los hacen mover y cambiar como a figuras de arcilla, pero él no me cambió a mí”.

– ¿Está Kathy en un lugar cálido? -preguntó Betsy-. Si estuviera en un lugar húmedo, se podría enfermar.

– Kalhy está en un lugar cálido, Betsy. Yo no soy un monstruo como Darius. No soy inhumana ni insensible. Necesito que Kathy esté segura. No deseo hacerle daño.

Betsy no sintió odio por Reardon. Reardon estaba loca. Era a Darius a quien ella odiaba. Darius sabía exactamente lo que hacía en Hunter's Point cuando creó a esta Reardon despojándola de su humanidad. Betsy le dio el arma a Reardon.

– Tómela. Yo no la quiero.

– Gracias, Betsy. Estoy contenta de que usted confíe en mí de la misma manera en que yo lo hago en usted.

– Lo que usted hace está mal. Kathy es un bebé. Ella jamás le hizo daño a nadie.

– Lo sé. Me siento mal de tener que hacer esto con ella, pero no puedo pensar en otro modo de forzarla a ayudarme. Usted tiene unos principios tan altos. Me enfadé cuando me dijo que dejaría a Darius como cliente. Yo contaba con usted para poder acercarme a él. Pero la admiré por rehusarse a representarlo. Tantos abogados habrían continuado por el dinero. Yo la ayudé con sus problemas maritales, de modo que puede ver cuánto la respeto.

Reardon se puso de pie.

– Debo marcharme. Por favor no se preocupe. Kathy está a salvo y en un lugar cálido. Haga lo que le digo y ella regresará pronto.