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– Tres días y ni un llamado -se dijo Page para sí, completamente consciente de las implicaciones.

– ¿Hay algo de la casa de Betsy? -preguntó Barrow.

– Llamados de condolencia, pero no del secuestrador.

– ¿Qué es lo que piensas? -preguntó Page a Highsmith.

– Primera posibilidad, es un secuestro, pero el secuestrador no ha tornado contacto con Betsy por alguna razón que sólo él conoce.

– La niña podría estar muerta -dijo Barrow-. Desea mantenerla por el rescate, pero hace algo que no le guste, y la mata.

– Sí -dijo Highsmith-. O posibilidad número dos, tiene a Kathy y no le interesa cobrar un rescate.

– Esa es una posibilidad que yo ni siquiera deseo considerar- dijo Page.

– ¿No tenemos algo nuevo, Ross? -preguntó Highsmith.

Barrow negó con la cabeza.

– Nadie vio que alguien saliera de la casa de apartamentos con la niña. No existe un arma. Aún estamos esperando los resultados del laboratorio.

Page suspiró. En los últimos días había dormido poco y estaba exhausto.

– Lo único bueno de todo este asunto es el tiempo extra que tenemos con Darius -dijo Page-. ¿Qué había en los registros de vigilancia?

– Nada que nos sea de ayuda -contestó Barrow-. Padovici y Kristol estuvieron sobre Darius desde el momento en que él dejó su propiedad a las seis cuarenta y tres de la mañana. Volví a hablar con el juez Ryder. Él insiste en que desayunó con Lisa Darius a las siete treinta. Los equipos estuvieron constantemente sobre Darius. Además, Darius se reunió durante todo el día con gente en su oficina. Entrevisté dos veces a todos los miembros de su personal y también a los visitantes. Si ellos lo están encubriendo, hacen realmente un muy buen trabajo.

– Debe de haber una respuesta -dijo Page-. ¿Nos proporcionó algo el equipo que ha estado buscando a Gordon?

– Nada, Al -contestó Barrow-. Nadie parece haberla visto desde que se registró en aquel hotel.

– Sabemos que ella está viva -dijo Page, con un tono de voz que demostraba su frustración-. Ella hizo ese maldito llamado. ¿Por qué no aparece?

– Debemos comenzar a enfrentamos con el hecho de que Gordon te ha mentido -dijo Highsmith-. Tal vez Darius fue una víctima en Hunter's Point. Quizá Waters fue el asesino.

Page deseó poder decirles a Highsmith y Barrow lo que Wayne Turner le había dicho a él. Entonces sabrían que Gordon estaba diciendo la verdad.

– Recuerden que yo sugerí que tal vez Gordon era nuestro asesino, Al -continuó Highsmith-. Creo que será mejor que comencemos a pensar en ella más seriamente. No veo ninguna forma en que pudiera haber sabido que Lisa Darius estaba en el sótano, a menos que fuera ella misma la que llevó hasta allí el cadáver.

– Qué habría sucedido si ella hubiera visitado a Lisa y la hubiera convencido de que la ayudara a entrar en la casa de Martin para encontrar la evidencia que lo pudiera condenar. Fueron a través del bosque. Lisa sabía cómo desactivar las alarmas. Martin Darius trabajó todo el día y la casa estaba desierta. Mata a Lisa y le tiende una emboscada a Darius, espera hasta que ve que él llega a la casa, luego te llama a ti. El único defecto del plan es que Gordon no sabe lo de los equipos de vigilancia.

– Nancy Gordon no mató a esas mujeres -insistió Page-. Darius las mató y él no saldrá de este caso.

– No estoy diciendo que Darius no sea culpable. Estoy diciendo que este caso pierde sentido cada vez que lo miramos.

Alan Page miró su reloj. Eran las diez treinta en Washington D. C.

– Con esto no vamos a ninguna parte. Quiero ir al funeral de Rick Tannenbaum y, créanme o no, tengo un trabajo que hacer que no tiene nada que ver con Martin Darius ni con el asesinato de Rick Tannenbaum. Háganme conocer de inmediato los acontecimientos.

– ¿Quieres que te deje un pastel? -le preguntó Barrow.

– Seguro. ¿Por qué no? Debería tener por lo menos una cosa buena en el día de hoy. Ahora salgan y déjenme trabajar.

Ross Barrow le dio a Alan una masita y siguió a Highsmith por el pasillo. Tan pronto como se cerró la puerta de la oficina, Page disco el número de la oficina del senador Colby y pidió hablar con Wayne Turner.

– Señor Page, ¿en qué puedo servirlo? -preguntó Turner. Page pudo notar la tensión en la voz del asistente administrativo.

– He estado pensando en la información del senador durante todo el fin de semana. Mi situación es desesperada. Inclusive puedo decirle que mi personal está comenzando a dudar de la culpabilidad del propio Darius. Sabemos que Darius asesinó a las tres mujeres de Hunter's Point, incluyendo a su esposa e hija, pero el juez está comenzando a verlo como una víctima inocente y a mí como a su abogado del diablo. Si Darius recupera su libertad, no tengo dudas de que volverá a matar. No veo ningún otro camino que pedirle al senador que testifique sobre el perdón.

Se produjo un silencio en la línea. Cuando Wayne Turner habló, lo hizo con tono de resignación.

– Esperaba su llamado. Yo haría lo mismo si estuviera en sus pantalones. Se debe detener a Darius. Pero creo que podría haber un modo de proteger al senador. Betsy Tannenbaum parece ser una persona responsable.

– Lo es, pero no puedo contar con que ella siga en el caso Darius. Alguien asesinó a su esposo y secuestró a su pequeña hija el viernes.

– ¡Dios mío! ¿Está ella bien?

– Trata de mantenerse entera. El funeral del marido es esta tarde.

– Eso podría complicar los hechos. Tenía esperanza de que pudiéramos convencerla de que le dijera al juez Norwood sobre el perdón en la cámara. De esa manera él podría utilizar información para denegar la fianza sin que llegara a tomar público conocimiento.

– No sé -dijo Page, con dudas-. Tendrá muchísimos problemas constitucionales si trata de prohibir a la prensa. Además, Darius debería dar su visto bueno. No puedo imaginarlo sin tratar de hundir al senador Colby junto con él.

– Haga el intento; ¿lo hará? El senador y yo hemos estado hablando de ello. Podríamos capear la tormenta, pero no deseamos hacerlo si no debemos.

2

Había nubes cargadas de tormenta que proyectaban tenebrosas sombras sobre las personas presentes al lado de la tumba, cuando comenzó el servicio. Luego comenzó a caer una lluvia fina. El padre de Rick abrió un paraguas sobre la cabeza de Betsy. Unas gotas heladas volaban debajo de él. Betsy no las sentía. Trató de prestar atención a los panegíricos, pero su mente continuaba vagando hacia Kathy. Estaba agradecida por el interés que todos habían demostrado por su hija, pero cada mención de la niña era como un cuchillo que se le clavaba en el corazón. Cuando el rabino cerró su libro de oraciones y los asistentes comenzaron a dispersarse, Betsy se quedó junto a la tumba.

– Dejemos que tenga un momento privado con él -oyó Betsy que su madre le decía a los padres de Rick. El padre de Rick colocó el paraguas en la mano de ella.

El cementerio se extendía por una baja y ondulante colina. Las lápidas que estaban cerca de la tumba de Rick se hallaban deterioradas por el tiempo, aunque bien cuidadas. Un nogal proporcionaría sombra en el verano. Betsy miró la lápida de Rick. Lo que había quedado del cuerpo de su marido fue cubierto por la tierra. Su espíritu ya había volado. El futuro que ellos podrían haber tenido juntos se había convertido para siempre en un misterio. El sentido de final la aterrorizó.