– Sí, lo sabía.
– Porque eres vidente.
Lucas sonrió con ironía.
– No. Porque eres un pésimo actor, Wyatt. Si quieres que te diga la verdad, creo que lo sabía casi todo el mundo.
– ¿Crees que lo sabe Caitlin?
– Puede que no, porque no vive aquí.
El sheriff hizo una mueca.
– Lo sabrá en cuanto vacíe el apartamento de Lindsay -dijo-. Dejé cosas mías allí.
– Dudo que diga nada.
– Eso me da igual. Pero no quiero que piense que lo nuestro era… que era algo sin importancia. Porque no lo era.
Lucas vaciló. Después se recostó en su silla y dijo:
– Si te ayuda decírselo, díselo. Pero yo dejaría pasar un tiempo, Wyatt. Espera a que primero se pase un poco el aturdimiento.
– ¿El mío o el suyo?
– El de los dos. Deja pasar un tiempo.
– Por lo que dijo hoy, me dio la impresión de que Caitlin no pensaba quedarse mucho por aquí.
– Era el aturdimiento el que hablaba por ella. En cuanto empiece a disiparse, lo más probable es que quiera averiguar quién mató a su hermana. Algunos se quedan y esperan; otros intentan involucrarse en la investigación. Pero casi todos quieren que haya un punto final. Lo necesitan. Antes de seguir adelante.
Wyatt frunció el ceño un momento.
– Olvidaba que has visto estas cosas muchas veces, ¿no? La muerte. La pena.
– Sí.
– ¿Cómo lo soportas? ¿Cómo puedes seguir dedicándote a esto?
Lucas, que había oído antes aquellas preguntas, le respondió como había respondido a otras personas.
– Lo soporto concentrándome en lo que puedo hacer, en lo que puedo controlar. En encontrar a alguien que se ha perdido o ha sido secuestrado, si es que es posible. Si no lo es, si llego demasiado tarde, entonces intento encontrar lo que queda, el cuerpo. Y, si puedo, también intento encontrar al asesino. Meterlo entre rejas, en una jaula, en el lugar que le corresponde. Eso es lo que puedo hacer. Es lo único que puedo hacer: ayudar a los vivos y a los muertos.
La cara del sheriff pareció temblar un instante.
– Dime una cosa -dijo-. ¿Por qué Lindsay? ¿Por qué se la llevó ese cabrón?
– Tú sabes por qué. Para convertir esto en una cuestión personal. Para dar a la víctima una cara muy conocida. Fue una provocación, un desafío. Se la llevó prácticamente delante de nuestras narices, mientras estábamos vigilando a otra persona.
– Alguien a quien tu Madame Zarina nos dijo que vigiláramos.
Lucas sacudió la cabeza.
– No sigas por ahí, Wyatt. Sé que quieres echarle la culpa a alguien, pero no se la eches a Sam. Puede que tenga sus defectos, pero en lo que respecta a sus visiones es la persona más honesta que he conocido nunca. Estoy absolutamente seguro de que vio lo que nos dijo que vio.
– Y hasta los videntes natos cometen errores, ¿eh?
– Sí, así es. -Lucas torció el gesto y dijo casi para sí mismo-: Aunque las visiones de Sam siempre han sido muy fiables. Así que puede que la pregunta sea ¿por qué vio a otra víctima?
– Puede que Carrie Vaughn sea la siguiente en la lista de éxitos de ese cabrón -contestó Wyatt de mala gana-. Puede que Zarina sólo se saltara una víctima.
– Vio el periódico del jueves, dijo que era exactamente el mismo que el de la fotografía que recibiste.
– Entonces mintió.
– No. Nunca mentiría sobre algo así.
– ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes estarlo?
– Wyatt…
– ¿Eres un poli y no hueles un montaje? Esa mujer viene aquí y se ofrece voluntariamente a que la interroguen. Nos advierte de que va a haber otro secuestro y dice que va a quedarse en comisaría para probar su inocencia. Pero la presunta víctima a la que nos esforzamos en proteger está sana y salva mientras que uno de los nuestros es secuestrado, y todo porque esa señorita tan inocente cometió un error.
– Ella no secuestró ni mató a Lindsay, Wyatt. Tú lo sabes.
– Puede que no con sus propias manos, pero ¿quién dice que sólo nos enfrentamos a un secuestrador? Si tu supuesto perfil fuera más preciso, ya le habrías encontrado. Así que… ¿y si os habéis equivocado del todo? Supón sólo por un momento que Samantha Burke tuviera ayuda, Luke. Un cómplice. O, en todo caso, un amigo que la encubre. Supón que uno de sus compañeros de la feria esté detrás de todo esto.
– Eso ya lo comprobaste -le recordó él.
– Sí, claro, busqué sus antecedentes penales. Pero los dos sabemos que hay criminales a los que nunca se atrapa. Y sería un buen tinglado, ¿no crees? Una feria ambulante que nunca pasa mucho tiempo en un mismo sitio. Secuestran a un vecino y ganan unos cuantos pavos, y luego se van al pueblo siguiente.
Lucas movió la cabeza de un lado a otro.
– No. Llevamos un año y medio siguiéndole la pista a ese cabrón, y la feria nunca ha estado en los pueblos en los que desaparecieron las víctimas. Yo me habría enterado.
Wyatt se levantó y se inclinó sobre la mesa, apoyado en las manos, mirando fijamente a Lucas.
– Tú estabas en esta habitación y la oíste decir que habían oído hablar de los secuestros por todo el camino.
– Los secuestros son noticia. ¿Y qué?
– Que quizá la feria estaba mucho más cerca de los secuestrados de lo que crees. No en los mismos pueblos, pero tal vez cerca. A una distancia que pudiera recorrerse en coche. Cerca de su ruta habitual, un itinerario que conocen muy bien. Quizá tan bien como para localizar a sus víctimas por el camino. Víctimas cuyas costumbres y obsesiones tenían tiempo más que suficiente para observar.
Lucas sostuvo la mirada al sheriff y se limitó a decir:
– Te equivocas.
– ¿Sí? -Wyatt se irguió-. Vamos a verlo. Voy a poner a mis hombres a investigar la ruta anual de esa feria. Quiero conocer cada pueblo que visitan, cada recinto ferial y cada aparcamiento en el que se hayan instalado. Quiero saber dónde estaban en relación con cada secuestro que hayas investigado. Voy a averiguar exactamente dónde han estado cada día de los últimos dieciocho meses.
Lucas no intentó detenerlo.
Él, al fin y al cabo, era un hombre que entendía la obsesión.
– ¿Te gusta tener esas facultades? -preguntó Caitlin Graham mientras se bebía su café.
Samantha rodeó con las manos frías su taza de té caliente y sonrió con ironía.
– Es una pregunta difícil. A veces, sí. A veces, no.
– ¿No te gusta cuando ves cosas malas?
– Malas, inquietantes, aterradoras. Puede ser como estar atrapada en una película de terror, sólo que sin palomitas… y sin poder levantarte y salir del cine.
– ¿No tienes ningún control?
Samantha se encogió de hombros.
– Eso también depende -dijo-. En momentos como éste, con las emociones disparadas, las visiones tienden a ser muy… intensas.
– ¿Tanto que te queman las manos?
– Eso no me había pasado nunca. Pero suelen dejarme tan agotada que luego tengo que pasarme varios días durmiendo.
– Pero viste a Lindsay. Cuando estaba secuestrada.
Samantha asintió con la cabeza. Sabía que Caitlin necesitaba hablar de aquello, así que contestó con naturalidad.
– Como casi todos los buenos policías, tu hermana estaba intentando resolver el problema. Intentaba encontrar una brecha, una debilidad que pudiera utilizar en su provecho.
Caitlin se mordisqueó el labio inferior. Luego dijo:
– Estás muy segura de que hay algo después de la muerte. ¿Es porque has… porque has contactado con alguien del otro lado?
Samantha no hizo comentario alguno acerca de la terminología que había empleado Caitlin. Se limitó a decir:
– Yo no soy médium.
– Ah. Entonces… ¿no haces esas cosas?
– No. Técnicamente, soy lo que se dice una vidente. En jerga de feria ambulante, veo lo que es y lo que será.