Lucas se negó a desviarse de la cuestión.
– ¿Sobre ti? ¿Qué demonios les has dicho?
– Les he dicho que a veces tengo visiones cuando toco cosas y que el asesino dejó un objeto en el apartamento de Lindsay que yo toqué. Y que me convenció de que el asesino es un canalla desalmado que se alimenta del miedo.
– Dios mío. -Lucas estaba muy serio.
– Como te decía, quiero que sepa de lo que soy capaz.
– ¿Qué te hace pensar que no lo sabe ya?
Samantha se limitó a decir:
– Si es así, no he hecho nada malo, ¿no?
– ¿Nada malo? Dios, me estás volviendo loco.
– Bien. -Samantha dio un paso hacia él y, con la misma vehemencia, preguntó-: ¿Dónde está Wyatt?
– ¿Cómo diablos quieres que yo lo sepa? -Lucas respondió con la misma agresividad, dividido entre la ira por la irresponsabilidad de Samantha al hablar con la prensa y la sorpresa porque hubiera hecho algo tan temerario. Apenas sabía lo que decía.
– Tú sabes dónde está -replicó ella-. Piénsalo. Siéntelo. ¿Dónde está? ¿Dónde está Wyatt?
– Maldita sea, ¿cómo voy a…?
«Quedan seis horas. Seis putas horas…»
Lucas se quedó muy quieto y, llevado por su instinto, intentó escuchar aquel susurro en su cabeza.
«… no hay modo de soltarse… maldita guillotina…»
– Es la guillotina -murmuró-. Wyatt está atado a una guillotina.
– ¿Dónde? -preguntó Samantha en tono todavía ferozmente insistente.
– No lo sabe.
– ¿Qué siente? ¿Qué hay a su alrededor?
– Espacio. Oscuridad. Un sótano, quizá.
– Una parte de él tuvo que sentirlo cuando el secuestrador lo trasladó, aunque estuviera inconsciente. ¿Qué sintió? ¿Dónde está?
– No lo sabe.
– Escucha. Siente. Recuerda lo que él no puede recordar.
– Agua. Agua corriente. Un arroyo.
– ¿Qué más? ¿Era de noche cuando lo llevaron allí?
– Sí.
– ¿Estaba a punto de amanecer? ¿Oyó pájaros?
– Pájaros. Un gallo.
– ¿Carreteras de tierra o asfaltadas?
– Asfaltadas, sólo unos minutos. Luego, de tierra. Un camino de tierra muy malo. Pasó mucho tiempo hasta que pararon.
Jaylene, que lo observaba fascinada mientras tomaba rápidas notas, casi contuvo el aliento. Después de cuatro años trabajando con él, creía ser tan buena como el que más a la hora de encauzar y focalizar las facultades de Lucas, pero tuvo que reconocer para sus adentros que el método de Samantha era magistral. Al menos, en esa ocasión.
La cuestión era, ¿qué le costaría a Luke?
– ¿En qué dirección se movía? -preguntó Samantha.
– No lo…
– Sí lo sabe. En alguna parte de su ser, lo sabe. Tiene una brújula interna, todos la tenemos. Encuéntrala. ¿En qué dirección?
Pasado un momento, Lucas contestó:
– Noroeste. Siempre noroeste.
– ¿Al noroeste de su casa?
– Sí.
«Menos de seis horas… Oh, dios…»
Lucas regresó bruscamente en sí. El fino hilo de la conexión se había roto. Parpadeó mirando a Samantha y luego se sentó, apenas consciente de que Jaylene le había acercado una silla.
– Menos de seis horas -dijo lentamente-. Le quedan menos de seis horas. Hay un reloj contando el tiempo. Puede verlo. -Estaba un poco pálido.
Y Samantha también. Pero, al reunirse con ellos junto a la mesa, su voz sonó perfectamente serena, incluso fría.
– No ha sido tan difícil, ¿no?
Jaylene esperaba a medias que Lucas estallara, pero él miraba a Samantha con curiosa intensidad.
– Por eso has estado provocándome toda la mañana.
Ella no lo negó. Se limitó a decir:
– Ya me has dejado al margen otras veces. ¿Crees que voy a dejar que ocurra de nuevo? Prefiero que te enfades y que me abofetees a que me mires sin verme. Además, si hay alguna esperanza de encontrar vivo al sheriff, eres tú.
– Dijiste que no podía ganar esta partida sin ti.
– Y tal vez sea por esto. Porque yo puedo sacarte de quicio. Un talento dudoso, pero mío. -Se encogió de hombros y añadió enérgicamente-: En todo caso, ahora tenemos un área algo más pequeña en la que buscar. Y sabemos cuánto tiempo queda.
Jaylene se había inclinado de nuevo sobre el mapa desplegado sobre la mesa de reuniones. Señaló con una chincheta la casa del sheriff y dibujó a continuación una línea recta hacia el noroeste, partiendo de ella.
– ¿Hasta dónde la llevo? ¿Hasta el límite de Tennessee?
Lucas apartó por fin la mirada de Samantha y se levantó para reunirse con su compañera.
– Sí. Por ahora. Puede que tengamos que alargarla, pero con eso cubrimos una zona muy extensa.
Jaylene frunció los labios pensativamente.
– Y si empezamos con, pongamos, cuarenta kilómetros a ambos lados de la línea… -dijo, y marcó aquellos límites arbitrarios en el mapa.
Ambos miraron la extensa zona de búsqueda y el único consuelo que encontraron en ella fue el hecho de que contuviera al menos la mitad de las banderitas rojas que marcaban zonas concretas ya incluidas en su lista de búsqueda.
– Podría ser peor -murmuró ella.
Antes de que Lucas respondiera, Samantha tomó la palabra para decir:
– Había un arroyo. Eso debería reducir la zona un poco más.
– Y gallos por el camino -dijo Jaylene-. Así que tendría que ser muy lejos del pueblo, al menos por lo que he visto. Y el hecho de que fuera casi todo el tiempo por caminos de tierra en mal estado significa que tendremos que apartarnos de las carreteras principales de la zona.
Glen Champion apareció en la puerta con un portafolios en la mano.
– Los equipos de búsqueda están listos -dijo-, pero quería consultar con vosotros antes de que acabemos de asignar las zonas de rastreo.
– Bien -dijo Lucas, y le indicó que se acercara-. Queremos concentrarnos en esta área.
El ayudante del sheriff no preguntó por qué, pero se limitó a inclinarse sobre el mapa y a observarlo con el ceño fruncido.
– En esa zona hay por lo menos ocho lugares de la lista. Tengo cinco equipos listos para salir… Seis, si queréis volver a acompañarnos.
Jaylene contestó inmediatamente:
– Luke, ¿por qué no vais Sam y tú con Glen y yo me uno a algún otro equipo?
– Yo no soy policía -dijo Samantha, no tanto por protestar como por afirmar un hecho indiscutible.
– Podemos nombrarte ayudante -dijo Glen, indeciso.
Ella esbozó una sonrisa tenue.
– No creo que a los demás agentes les hiciera mucha gracia.
– Yo asumo oficialmente la responsabilidad de que Sam nos acompañe -dijo Lucas. Luego añadió dirigiéndose a Jaylene-: ¿Crees que podrás captar algo?
– No lo sé, pero será mejor que extendamos nuestros recursos todo lo que podamos. Está claro que Sam puede mantenerte concentrado si consigues entablar contacto, y puede que yo sea de más ayuda en otra parte. -Miró a Glen-. Aunque preferiría estar en un equipo que estuviera dispuesto a aceptar un cambio de rumbo, si da la casualidad de que capto algo.
Él miró su portafolios y dijo:
– Entonces te sugiero que vayas con el grupo de John Prescott. Su abuela es vidente, y John ha hablado mucho a favor de la señorita Burke.
– ¿Ah, sí? -preguntó Samantha, algo sorprendida.
– No todos pensamos que eres una bruja -dijo Glen con franqueza.
Ella hizo una mueca.
– Me alegra saberlo.
Lucas sonrió levemente.
– Entonces, si no te importa, Glen, Sam y yo iremos contigo.
– Por mí, bien. ¿Cómo queréis dividir la zona de búsqueda? Quiero decir que dónde queréis buscar.
Desde la puerta, Caitlin Graham dijo con una voz que contenía más indecisión que certeza: