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– No, estando él aquí -murmuró Samantha-. Y quién puede reprochárselo.

Lucas asintió con la cabeza, pero no la miró, y Caitlin se preguntó por el significado de la sonrisa torcida de Samantha. Llegó a la conclusión de que aquellos dos tenían una relación extraña. Habían formado un equipo extremadamente sólido durante la búsqueda de Wyatt, y ahora, pensó, parecían separados por una distancia mucho mayor que la de la mesa de reuniones.

– No sé si podrá decirnos algo que no sepamos ya -prosiguió Lucas-, pero es la única a la que dejó ir ilesa.

– Y yo soy el único al que ha perdido… de momento -dijo Wyatt. Arrugó el ceño y miró a Samantha-. ¿De veras cree que el hecho de que no me hablara podría significar algo? -Estaba haciendo un esfuerzo decidido por fingir, al menos, que había salido indemne de aquel suplicio, y todo el mundo le seguía la corriente… cosa que él agradecía.

Samantha se encogió de hombros.

– Me sorprendió, eso es todo. Al parecer ha elegido Golden como su última parada, y está claro que conoce la zona. Eso significa que ha tenido que pasar mucho tiempo por aquí. Si no le habló, puede que fuera porque temía que reconociera su voz.

– Pero me daba por muerto.

– Sí, pero a pesar de su confianza en sí mismo, sin duda sabía que cabía al menos la posibilidad de que le encontráramos a tiempo. Y si algo sabemos de él, es que es muy precavido.

– Llevo aquí toda la vida -le dijo Wyatt- y he conocido a mucha gente. Hablo con muchas personas. Vecinos, turistas, gente que está de paso. Si no podemos estrechar un poco el margen, es imposible que descubra quién es.

– Es algo que debemos tener en cuenta -dijo Lucas-, pero, como tú dices, no hay modo de estrechar el margen, así que de momento esa posibilidad no resulta muy útil. Lo que me sorprende es cómo consigue entrar y salir de esos sitios tan apartados, llevando la maquinaria o las piezas para construirla, sin dejar ningún rastro.

– Puede que tenga alas -gruñó Wyatt, medio en serio.

Jaylene intervino para decir:

– O un todoterreno impresionante. Y un coche tan grande y potente llamaría la atención incluso en estas montañas.

– No vi ninguna huella junto a la boca de la mina -le dijo Lucas-. Puede que mañana por la mañana encontremos algo, pero si pasa lo mismo que en los demás lugares del crimen… -Sacudió la cabeza y añadió-: ¿Y por qué no estaban las minas en nuestra lista de búsqueda? Sobre todo, después de que encontráramos a Lindsay en una de ellas.

Wyatt se encogió de hombros.

– Seguramente porque no están marcadas en nuestros mapas. Hace décadas que no aparecen. Prácticamente todas las minas abandonadas del condado llevan cerradas tanto tiempo que la mayoría de la gente se ha olvidado de ellas.

»El caso es que la gente ha excavado estas montañas durante generaciones. Oro, esmeraldas, todo lo que haya o lo que hubiera. Allá arriba hay montones de minas que las compañías cerraron cuando se agotaron las vetas. Y eso sin contar las que abrieron los aficionados, ni las cavernas naturales. Además de sótanos abandonados y otros refugios excavados en el granito durante los últimos dos siglos y que luego fueron abandonados. Gran parte de este condado es ahora territorio federal, pero no siempre lo fue.

– En otras palabras -dijo Lucas con severidad-, tenemos una montaña llena de incontables lugares donde retener a un rehén.

Wyatt levantó ligeramente las cejas.

– Deduzco que esperas que haya otro secuestro.

– Hay que darlo por descontado, hasta que le echemos el guante a ese tipo.

El sheriff suspiró.

– Estupendo. En fin, lo que has dicho lo resume muy bien. Mucho terreno y pocas formas de limitar la lista de sitios donde buscar. Quizá pudiéramos averiguar a quién pertenecen varías fincas muy apartadas, pero no hay nada que indique que ese tipo esté relacionado con ellas legalmente. Por lo que hemos visto hasta ahora, parece que está aprovechando lugares que nadie usa desde hace tantos años que casi todos hemos olvidado que estaban ahí y que servían para algo.

– Lo cual -dijo Caitlin- es otro punto a favor de lo que ha dicho Sam. Que lleva aquí tiempo suficiente para conocer muy bien la zona.

Wyatt arrugó muy ligeramente el ceño mientras la miraba.

– No es que me queje, pero ¿estás segura de que quieres seguir implicada en esto?

Algo avergonzada, ella se encogió de hombros.

– Lo preferiría. Quiero decir, si no te importa. No sé si puedo ayudar en algo, pero prefiero esto a pasarme las horas muertas sola en la habitación del motel.

Jaylene tomó la palabra de nuevo para decir:

– En mi opinión, nos viene bien toda la ayuda que podamos reunir. Pero voto porque empecemos desde cero mañana por la mañana. Ha sido un día muy largo.

– Estoy de acuerdo -dijo Wyatt-. No es que piense irme a casa esta noche, pero el sofá de mi despacho es muy cómodo, y no será la primera vez que duerma en él.

Ninguno de los demás cuestionó sus motivos. Sencillamente, aceptaron que un hombre que unas pocas horas antes se había enfrentado a su propia muerte no quisiera regresar a un apartamento vacío para dormir solo. Mejor allí, con gente alrededor y con el pulso de la vida fluyendo toda la noche.

Tras lanzar una rápida mirada a su compañero, Jaylene le dijo a Caitlin:

– Te llevo al motel. Quizá podamos parar por el camino y cenar en alguna parte.

Caitlin asintió con la cabeza y le dijo a Lucas:

– ¿Todavía he de seguir con vigilancia?

Él asintió inmediatamente.

– Creo que así debe ser, Caitlin. Si ese tipo está alerta, ahora sabe que estás implicada en la investigación.

Ella dijo sin inmutarse:

– ¿Crees que nos ha estado vigilando? ¿Hoy?

– Me sorprendería que no estuviera por aquí cerca cuando regresaron los equipos de rescate. Habrá querido cerciorarse por sí mismo del éxito de su jugada.

– Pero, aun así, ¿por qué iba a interesarse por mí? -preguntó ella.

Samantha dijo:

– Apuesto a que para él eres un factor desconocido, y eso tiene que ponerle nervioso. Esperaba que la policía y los federales se hicieran cargo de la búsqueda, y a mí ya me conocía, pero a ti… No sólo eres una civil, sino la hermana de una víctima anterior, así que ¿qué hacías con un equipo de búsqueda?

– Tiene que preguntárselo -convino Lucas-. Y con una mente tan retorcida como la suya, las dudas podrían hacerle aún más peligroso. Así que creo que es mejor prevenir que lamentarse, ¿tú no?

Caitlin suspiró.

– Sí. Sí, gracias.

– Si prefieres alojarte en otro sitio…

Ella sacudió la cabeza y se levantó al mismo tiempo que Jaylene.

– No, el motel está bien. Y puede que Lindsay vuelva a ponerse en contacto conmigo. -Miró a Wyatt y sonrió-. O puede que haya invertido todo su ectoplasma o lo que sea para ayudar a salvarte el pellejo.

– Haré cuanto pueda para que no haya sido en vano -contestó Wyatt, muy serio.

– Era una broma. Lindsay era demasiado lista y terca como para perder el tiempo, créeme. -Sin aguardar respuesta, levantó una mano en señal de despedida y salió de la sala acompañada por Jaylene.

– ¿De veras crees que podría estar en peligro? -le preguntó Wyatt a Lucas.

– Sí, de veras. El hecho de haberte sacado con vida de una de sus máquinas de matar acaba de subir las apuestas. No creo que el secuestrador espere mucho tiempo para hacer su siguiente movimiento. Si mantenemos vigilada a Caitlin, al menos le haremos notar que sabemos que sigue ahí fuera, y que sigue siendo un peligro.

Wyatt no cuestionó la respuesta de Lucas. Se limitó a asentir con la cabeza y dijo:

– Voy a reasignar agentes para su vigilancia. Y a mandar a uno de mis hombres a por algo de comer. Ese filete que mencioné antes. ¿Vosotros queréis algo?