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Samantha se dejó caer al borde de la cama y murmuró:

– Mierda.

La presentadora dijo con un ligerísimo deje de incredulidad en la voz:

– Secuestros, asesinatos y fenómenos paranormales en Golden. Estaremos a la espera de nuevas noticias, Tom.

Lucas apagó el televisor con el mando a distancia y tiró éste sobre la cama. Se acercó a la ventana y apartó ligeramente las cortinas para mirar fuera.

Samantha, que reconocía una táctica para ganar tiempo cuando la veía, se preguntó si estaría tan enfadado que ni siquiera podía hablarle. Deseaba en parte decir algo que distendiera la situación, pero sabía que no podía hacerlo. En ese momento, no.

Con deliberada brusquedad, dijo:

– No acabo de cogerle el tranquillo a eso de hablar con los periodistas, ¿eh?

– ¿Eso es todo lo que tienes que decir? -Su voz era muy suave.

Ella quiso decirle la verdad, que había confiado en que su pequeña conferencia de prensa sólo alcanzara a los periódicos locales y que su intención había sido, más que cualquier otra cosa, hacerle enfadar, otra de sus tácticas para traspasar sus muros.

Pero estaba demasiado cansada para enredarse en todo aquello, así que se limitó a contestar:

– Bueno… puedo decirte que no esperaba que un reportero de televisión me citara en las noticias de las once, aunque suene ingenuo. No había ninguna cámara de televisión, así que… Incluso puedo decir que cometí un error al hablar con la prensa. Pero ¿de qué serviría, Luke? Ya me había convertido en parte de la historia y no iban a dejar que pasara desapercibida.

– Igual que la otra vez. -Sus palabras cayeron como carámbanos en la habitación en silencio.

– Entonces, ¿es culpa mía lo que pasó la otra vez? ¿Es culpa mía que un periodista mintiera y asegurara que yo sabía quién había secuestrado a esa niña, que lo había visto en una visión, y que el secuestrador se asustara y la matara?

– Yo nunca he dicho eso.

– No hacía falta. Te culpabas por no haberla encontrado a tiempo, pero los dos sabemos que, si yo no hubiera estado de por medio, ese periodista no habría hecho esas declaraciones, ni se habría especulado con que hubiera algo paranormal relacionado con la investigación. Y tal vez, sólo tal vez, esa niña habría vivido el tiempo suficiente para que la encontraras con vida.

Samantha era consciente de que, al presionar y provocar a Luke, quizá se abrieran sus viejas heridas, al igual que las de él, pero no esperaba que el dolor fuera tan intenso.

Lucas se volvió, pero permaneció junto a la ventana. Su semblante era duro, inexpresivo.

– No fue culpa tuya -dijo.

– Dilo una vez más, con sentimiento.

– ¿Qué quieres de mí, Sam? Nunca creí que fuera culpa tuya. Lo que creía, lo que llegué a comprender, era que Bishop tenía razón acerca del asunto de la credibilidad. Porque a cualquier periodista sin escrúpulos le resultaría mucho más fácil y más seguro inventar algo que procediera de la boca de una vidente de feria que de un agente federal.

– No voy a disculparme por ser quien soy, ni lo que soy.

– ¿Te lo he pedido yo?

– A veces lo parece.

El movió la cabeza de un lado a otro.

– Aunque no me hayas dicho nada, sé lo suficiente como para entender que, hace quince años, no tuviste muchas opciones. ¿Vivir en una feria ambulante o vivir en las calles? Es indudable que elegiste el mejor camino.

Samantha aguardó un momento. Después dijo:

– No vas a preguntar, ¿verdad?

– ¿Preguntar qué?

– Qué ocurrió para que a los quince años me encontrara con esas dos alternativas. -Ella mantuvo la voz firme.

Lucas vaciló visiblemente. Luego sacudió la cabeza una sola vez.

– Éste no es momento para meterse en…

– Como te decía, se nos está agotando el tiempo. Sinceramente, no espero mucho más de nuestra relación. Tú no formas parte de mi futuro, ¿recuerdas? Y, si lo único que tenemos es el ahora, preferiría sacar todos los fantasmas del armario cuanto antes, donde los dos podamos verlos. Sólo por si acaso volvemos a encontrarnos. O por si nunca nos volvemos a ver.

– Sam, no tienes por qué hacer esto.

– Tú no quieres que lo haga -repuso ella, consciente, al hablar, de que era la pura verdad-. Porque te será más difícil marcharte si lo hago.

Lucas frunció el ceño levemente, pero no cuestionó aquella afirmación.

Samantha se volvió un poco sobre la cama para mirarlo a la cara del todo y juntó las manos frías sobre el regazo.

– Siéntate. Puede que esto nos lleve un rato.

Lucas se apartó de la ventana y se sentó al otro de la cama, pero dijo:

– Es tarde. Estás cansada, yo también, y mañana nos espera otro día muy largo. Tenemos que cazar a un asesino, Sam.

– Lo sé. ¿Recuerdas lo que te dije el primer día? No puedes derrotarle sin mí.

– ¿Porque tú eres capaz de hacerme perder los estribos? -preguntó él.

Ella respiró hondo, demasiado tensa para apreciar ningún atisbo de humor.

– Porque te obligo a oír cosas que no quieres oír. Te niegas a sentir dolor o miedo hasta que no te queda más remedio. Así que no voy a darte elección.

– Sam…

Ignorando aquel principio de protesta, ella dijo con firmeza:

– Tenía seis años cuando empecé a ver el porvenir. Sucedió la primera vez que él me arrojó contra la pared.

Jaylene vio el mismo informativo y al apagar el televisor de su cuarto hizo una mueca. No se sorprendió cuando, escasos minutos después, recibió una llamada en el móvil.

Comprobó el identificador de llamadas y contestó diciendo:

– Has visto el informativo, ¿eh?

– Sí -dijo Bishop.

– Ya. ¿Y desde cuándo estás por aquí?

– Desde hace tiempo suficiente.

Jaylene exhaló un suspiro.

– Tenía el presentimiento de que aquí pasaba algo más de lo que decías. Sé que a veces mandas a uno o dos escoltas sin avisar a los agentes encargados del caso, que a menudo incluso hay alguien trabajando de incógnito, pero tú no sueles presentarte en persona cuando otro miembro del equipo dirige una investigación.

– Ese asesino tiene más de una docena de muescas en el cinto, Jay, y no parece que tenga intención de aflojar el ritmo. Ni de querer que le cojan, lo cual resultaría muy conveniente. Hay que detenerlo, y tiene que ser aquí.

– Eso no te lo discuto. Pero ¿a qué viene tanto misterio? ¿Por qué no nos has dicho simplemente que ibas a participar en la investigación?

– Porque el objetivo del asesino es Luke… y a mí los medios me conocen demasiado.

Jaylene sabía que esto último, al menos, era cierto; Bishop tenía una cara y una presencia memorables, y sólo muy raramente podía trabajar de incógnito.

– ¿Crees que, si hubieras aparecido públicamente, el asesino habría cambiado de objetivo?

– No. Creo que se marcharía de Golden e intentaría poner en práctica su juego en otra parte. Sabe lo nuestro, Jay. Lo de la Unidad de Crímenes Especiales. Y si cualquier otro miembro del equipo aparece en público, es muy probable que llegue a la conclusión de que hemos afrontado el caso desde cierto punto de vista. Desde un punto de vista parapsicológico.