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– Lo único que tenemos que se parece remotamente a una pista -estaba diciendo en ese instante-, son esas huellas de todoterreno que el equipo forense encontró en la mina esta mañana.

Lucas miró un documento que acababa de recibir y dijo:

– Según el informe preliminar, es probable que el vehículo sea un Hummer como el que usamos para llegar hasta allí.

– Tenemos cuatro en el parque automovilístico -gruñó Wyatt-. Y, aparte de los que tenemos para patrullar por las montañas de los alrededores, tampoco son tan frecuentes por aquí… aunque se ven más ahora que antes.

– Sí, los anuncios de la tele son impresionantes -dijo Caitlin-. Y también aparecen en algunas series de televisión famosas. Así que ahora atraen a la gente.

El sheriff le dio la razón inclinando la cabeza a regañadientes.

– Pero siguen siendo inaccesibles para la mayoría de la gente con coche -comentó Lucas-. Y todavía se ven muy pocos. Voy a pedir una lista de propietarios de ese coche, de todos los estados en los que ha habido un secuestro, incluido éste.

– ¿Y luego? -inquirió Wyatt.

– Confío en que algún nombre nos llame la atención -contestó Lucas con un suspiro.

– ¿Llevará una matrícula de otro estado? -se preguntó Jaylene en voz alta-. ¿No le haría eso aún más visible?

– ¿En esta época del año? -Wyatt negó con la cabeza-. Esto está lleno de turistas, sobre todo en octubre. Vienen de excursión, a mirar las hojas de los árboles, a acampar. Incluso con la mala prensa que hemos tenido últimamente, o a lo mejor gracias a ella, estoy viendo más gente que el año pasado.

– Perdido en una multitud de desconocidos -murmuró Samantha.

– Yo apostaría -dijo Lucas- a que sólo conduce el Hummer cuando no le queda más remedio. Tendrá un coche mucho más corriente y menos llamativo para moverse por aquí, por el pueblo.

– Es lo más lógico -convino Wyatt.

– Oye -dijo Jaylene-, no se estará hospedando en ninguno de los moteles del pueblo, ¿no?

– Es improbable -contestó Lucas-. Es un tipo solitario. No creo que pase más tiempo del necesario rodeado de gente.

– Está bien. Y, de momento, ha dejado a sus víctimas en zonas remotas, casi siempre en las montañas. Pero sabe que hemos estado inspeccionando esos sitios, por lo menos los de nuestra lista de lugares potenciales, y probablemente por eso escondió a Wyatt en una mina que no aparecía en nuestros mapas y de la que nadie se acordaba.

– Eso es mucho suponer -dijo Wyatt-. La mina tenía que estar en su lista, o no le habría dado tiempo a montar la guillotina.

Ella asintió con la cabeza, algo impaciente.

– Sí, pero no estoy pensando en eso. Tiene que alojarse en alguna parte mientras tanto. Cuando llegamos, ordenamos que la policía y los guardias forestales empezaran a pedir la documentación a la gente que venía a acampar y a los excursionistas. Evidentemente, no ha habido suerte, pero él tiene que saber lo que estamos haciendo.

– Está vigilando -dijo Samantha.

Jaylene asintió de nuevo con la cabeza.

– Está vigilando, sí. Así que no se arriesgará a llamar la atención o a que lo interroguen. Y no puede estar muy lejos, ni puede ausentarse más de lo necesario. Lo que significa que no puede estar tranquilamente sentado en una tienda de campaña fuera de las zonas de acampada permitidas y de las rutas de montaña. Tiene que estar cerca. Tiene que estar cerca casi todo el tiempo.

– ¿Fingiendo ser un periodista? -sugirió Caitlin-. ¿Perdido entre esa multitud de caras?

Lucas se quedó pensando. Luego sacudió la cabeza.

– Está demasiado concentrado en el juego como para representar un papel, y lo sabe. Pero no me sorprendería que hubiera intentado hablar con algún periodista al menos una vez, para conseguir información. Seguramente después de los periodos en que estaba ocupado con un secuestro.

Wyatt levantó las cejas.

– Puedo ordenar a un par de agentes que interroguen a los periodistas, si no crees que eso pueda descubrir nuestro juego de algún modo.

Lucas no se detuvo a considerarlo.

– Creo que necesitamos toda la información que podamos reunir, y cuanto antes.

Samantha lo miraba fijamente.

– Tú también lo sientes. El tiempo se está agotando.

Él le devolvió la mirada y asintió lentamente.

– Tenías razón. Ayer le vencimos. Y no creo que quiera que esa derrota penda sobre su cabeza mucho tiempo.

– ¿Otro secuestro, tan pronto? -dijo Wyatt-. Dios mío.

– Si tenemos suerte -repuso Lucas-, actuará con prisas, o al menos movido por la rabia, y hará algún movimiento antes de que le dé tiempo a ultimar todos los detalles. Porque sólo así cogeremos a ese bastardo: si comete un error.

Ignoraba entonces cuánto iban a atormentarle aquellas palabras.

– ¿De qué estás hecho, de hierro? -preguntó Quentin, algo irritado, mientras Galen seguía paseándose por el cuarto de estar de su casita alquilada, de ventana en ventana-. Descansa un poco, por el amor de dios. Están todos juntos y se vigilan las espaldas. Tenemos que dormir mientras podamos. -Había intentado seguir su propio consejo, tendido sobre un sofá lleno de abultamientos.

– Algo va mal -dijo Galen.

– Sí, hay un asesino suelto. Recibí el informe.

Galen ignoró su característico tono sarcástico y se limitó a decir:

– Creía que se suponía que eras clarividente.

– Y lo soy.

– ¿Y no notas que está a punto de pasar algo?

Quentin se sentó y miró al otro hombre.

– Ninguno de mis sentidos me dice nada, excepto que estoy muy cansado. Será porque me he pateado media montaña y luego me he pasado la noche de guardia.

– No hacía falta que vigilaras a Sam. Luke estaba con ella.

– Ya es costumbre. Además, no podía pegar ojo. Pero eso era entonces. Ahora me gustaría dormir, si no te importa.

Galen se movió desde una ventana lateral hasta la de la fachada y se quedó a un lado mientras miraba hacia el exterior.

Quentin seguía observándolo.

– Si nos ven de día -dijo-, podríamos echar a perder nuestra tapadera. Bueno, la mía, por lo menos. Tú te has integrado muy bien en la feria estas últimas semanas.

Un destello de buen humor apareció fugazmente en la cara hosca de Galen.

– ¿Estás celoso? -dijo.

– ¿Tú de pequeño no querías escaparte para unirte a un circo?

– No. Quería escaparme para unirme al ejército. Cosa que hice. -Guardó silencio un momento y entornó los ojos mientras miraba por la ventana-. Como pasa con la mayoría de las fantasías, resultó que la realidad no era tan divertida como yo imaginaba.

Quentin se disponía a aprovechar la ocasión para indagar en el pasado, más bien misterioso, de su taciturno compañero cuando intervino el destino en forma de uno de esos destellos de conocimiento que a menudo le concedía su don. Se quedó perfectamente inmóvil y se concentró.

Galen volvió la cabeza con los ojos aún entornados.

– ¿Sientes algo?

– Oh -dijo Quentin-, mierda.

– ¿Qué pasa?

– Tenemos que ir a la feria.

– ¿Por qué?

– Los juegos -dijo Quentin-. Le gustan los juegos.

– Necesito tocarla -dijo Samantha.

– No. -La voz de Lucas sonó tajante.

Estaban en la sala de reuniones, a solas por casualidad, al menos de momento, pero aun así Samantha hablaba con voz baja y firme.

– Hasta ahora, no he tocado ninguna de sus máquinas de matar. Pero las construyó él, Luke. Con sus propias manos y todo su odio.

– Por eso no vas a tocar ni el tanque ni la guillotina -contestó él.

– Son lo único que tenemos. Y el hecho de que la ciencia no haya podido encontrar pruebas no significa que yo no pueda encontrarlas.