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– Eso también podrías habérnoslo dicho -refunfuñó Galen.

Lucas, que había escuchado en silencio, intervino para decir:

– ¿Y cuál era el plan, si no os importa que os lo pregunte?

– Bishop rompió una de sus normas -respondió Quentin-. Esa de que algunas cosas tienen que suceder como suceden. A mí me dejó perplejo.

Lucas miró a Samantha.

– Tu visión -dijo.

Ella asintió con la cabeza.

– Todo lo que te dije era cierto, pero no te lo conté todo -dijo-. Cuando Leo recibió el chantaje, los dos decidimos olvidar el asunto, no venir a Golden. No sabíamos qué estaba pasando, pero fuera lo que fuese nos daba mala espina. Luego, esa noche, cuando ya habíamos tomado la decisión de seguir adelante, tuve un sueño. Sólo que no era un sueño normal, era una visión. Y supe sin sombra de duda que había visto lo que sucedería si no iba a Golden.

– Fue entonces cuando me llamó -murmuró Bishop.

Lucas le lanzó una mirada y volvió a fijar los ojos en el rostro de Samantha.

– ¿Por qué? ¿Qué es lo que viste?

– Asesinatos. -Ella intentó refrenar un escalofrío-. Asesinatos que se sucedían durante años, cada vez más crueles. Hombres, mujeres… niños. Todos morían en esas horribles máquinas que él construía, y no sólo ellos, sino también otros.

– ¿Por qué no…? -Lucas se interrumpió y desdeñó lo que iba a decir con un gesto, añadiendo-: Da igual. Continúa.

– No sé qué hizo tomar a Gilbert ese camino, pero los asesinatos acabaron por destruir la poca humanidad que le quedaba. Había empezado, o empezaría, a matar por puro placer. Eso fue lo que me mostró la visión. -Suspiró-. Cuando me desperté, comprendí que solamente había… una pequeña oportunidad de detenerlo. Lo supe sin lugar a dudas. Había que detenerlo aquí, en Golden. Si salía de aquí libre, los asesinatos se sucederían durante años.

– ¿Qué más? -preguntó Lucas con firmeza.

– Díselo -dijo Bishop al ver que Samantha vacilaba-. No puede haber muchos secretos entre un grupo de videntes.

– Excepto los tuyos -masculló Galen en voz baja.

Ella suspiró de nuevo y le dijo a Lucas:

– En el sueño, en la visión, también le veía matarte. Ganaba su pequeño juego. Y el hecho de ganar no le detenía.

– Samantha no estaba dispuesta a permitir que nada de eso ocurriera -dijo Bishop-. Y nosotros tampoco. Así que decidimos intervenir, intentar cambiar lo que había visto.

– ¿Y me lo ocultasteis para minimizar interferencias? -preguntó Lucas, inexpresivo.

– A ti y a Jay. Estábamos razonablemente seguros de que cuanta menos gente supiera lo que intentábamos hacer, y menos gente intentara activamente cambiar lo que había visto Sam, tanto mejor. Más control tendríamos. Pero…

– Pero -prosiguió Samantha-, con el primer cambio, cuando la feria y yo llegamos a Golden, el futuro que yo había visto comenzó a transformarse. Y, excepto por un par de constantes, como mi convicción de que el único modo de salvarte era obligarte a utilizar tus capacidades de otro modo, y el juego demente de Gilbert, todo estaba en el aire. Lo único que podía hacer era seguir el plan y confiar en que estuviéramos haciendo lo correcto y no empeorando las cosas.

– Y lo único que podíamos hacer nosotros -añadió Bishop- era vigilaros a todos con la mayor discreción posible. Era evidente que Gilbert había hecho sus deberes y conocía bien la Unidad; lo último que queríamos era que supiera que Jay y tú no erais los únicos miembros del equipo que estaban aquí.

– Pero lo sabía -dijo Jaylene con sorna. Miró a Samantha-. Eso es lo que significaba la advertencia de Lindsay. «Él lo sabe.» Sabía lo de nuestros escoltas. Sabía que tendría que distraerlos para llegar hasta ti. Y para entonces estaba deseando ponerte las manos encima.

– ¿Por eso fue lo de las atracciones de la feria? -preguntó Quentin-. ¿Para alejarnos del pueblo?

– Bueno, funcionó -le recordó Jaylene-. Si os hubierais quedado en la casita que teníais alquilada, habríais visto claramente la parte de atrás del departamento del sheriff. Y a Brady le habría resultado mucho más difícil sacar a Sam del edificio sin que le vierais.

– Además, no tenía nada que perder intentando distraernos -continuó Bishop-. Dado que Sam estaba aparentemente a salvo en comisaría, era probable que estuvierais dispuestos a alejaros, aunque sólo fuera una hora. El tiempo que necesitaba Brady.

– Lo que no entiendo -dijo Samantha- es por qué Gilbert estaba matando el tiempo en su casa mientras su hijo me acechaba.

Bishop respondió:

– Creo que es porque no sabían cuándo se les presentaría la oportunidad de secuestrarte. La tumba estaba preparada y Brady Gilbert tenía órdenes: vigilar aquí y aprovechar la primera ocasión que viera.

– ¿No avisó a su padre en cuanto nos fuimos todos a la montaña? -preguntó Jaylene.

– Seguramente no se dio cuenta de lo que había pasado -contestó Bishop-. Le habían asignado una misión rutinaria, acompañar un entierro, y cuando regresó a comisaría, después de pasarse rápidamente por la feria para encender todas las atracciones y trucar los interruptores, se había ido casi todo el mundo. El sargento de guardia se limitó a decirle que otra partida de rastreo estaba buscando al asesino. Sin duda le alegró que su maniobra de distracción hubiera funcionado y que se le hubiera presentado la ocasión de llevarse a Samantha.

– Sólo cuando la llevaba abajo, a su coche patrulla, en el garaje, y pasó por la armería, se dio cuenta de que estaba prácticamente vacía. Eso debió hacer saltar sus alarmas.

– ¿Se sabe algo de él? -preguntó Lucas.

– No. Hemos difundido la orden de busca y captura, pero no me sorprendería que se quedara en las montañas, al menos una temporada. Pero le cogeremos. Tarde o temprano. Por si os sirve de algo, tengo el presentimiento de que puso la bombona de oxígeno en el ataúd en contra de la voluntad de su padre.

– Porque -dijo Samantha lentamente- matarme despacio no era lo que perseguían esta vez. Su propósito era asesinarme y torturar a Luke. Eso era lo que quería Gilbert.

Bishop asintió con la cabeza.

– También tengo el presentimiento de que, cuando hayamos revisado las pruebas que encontramos en casa de Gilbert y cojamos a Brady, descubriremos que su padre le utilizaba para reunir información y para ayudar a transportar la maquinaria, pero que el chico nunca mató a nadie, ni ayudó siquiera a transportar o a secuestrar a ninguna de las víctimas. Menos a Samantha.

– ¿Por qué no sospechaste de Gilbert? -le preguntó Lucas-. Supongo que habrás investigado mis casos anteriores desde que Sam se puso en contacto contigo, así que…

– Andrew Gilbert estaba presuntamente muerto -contestó Bishop-. Simuló su propia muerte con mucha destreza, hace casi cuatro años. Un incendio en uno de sus almacenes, un cuerpo de la estatura y el sexo adecuados encontrado con su reloj y su anillo de casado. Tendremos que contactar con las autoridades de allí y hacer exhumar el cuerpo para intentar identificarlo. Seguramente tendrá alguna relación con Andrew Gilbert. Si necesitaba un cuerpo, es probable que buscara cerca de casa. Posiblemente fue su primer asesinato.

– Ya entonces estaba poniendo su plan en marcha -dijo Quentin, sacudiendo la cabeza-. Las cosas que se propone la gente.

– Por cierto -dijo Jaylene-, yo tengo el propósito de cenar. Ahora que se ha acabado la bronca y que todos habéis salido a la luz, ¿quién quiere invitarme a un filete?

Era un intento evidente de sacarlos de la habitación de Samantha, y ésta agradeció el esfuerzo y le sonrió.

Jaylene dio el brazo a Quentin y Galen y dijo:

– ¿Vienes, jefe?

– Nos vemos en el ascensor.

– De acuerdo. Hasta mañana, Sam.

– Buenas noches.