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Cuando Jeremy tenía veintiún años, su padre volvió con una extraña historia de una de sus salidas. Estaba pasando por Luisiana cuando sintió el olor de un licántropo. Lo rastreó y descubrió a un niño lobo, preadolescente, que vivía como un animal en los pantanos. Para Malcolm Danvers, no había sido más que una historia intrigante en la cena, ya que nadie había oído hablar antes de un niño lobo. Si bien los licántropos hereditarios no vivían su primer Cambio hasta ser adultos, generalmente entre los dieciocho y los veintiún años, un humano mordido por un licántropo se volvía licántropo de inmediato cualquiera fuera su edad. La persona más joven en convenirse en licántropo hasta entonces había tenido quince años. Se suponía que si un niño más joven era mordido, moriría, si no por la mordedura, sin duda por la conmoción. Aunque sobreviviera milagrosamente al ataque, entre los licántropos era un hecho aceptado que nadie de menos de quince años tenía la fortaleza para sobrevivir al primer cambio. El niño de Louisiana parecía no tener más que siete u ocho años, pero Malcolm lo había visto en ambas formas, de modo que era claramente un licántropo mordido. La Jauría consideró que su supervivencia era sólo cuestión de suerte, una casualidad, que no tenía nada que ver con la fuerza o la voluntad. El niño lobo sin duda no viviría mucho más. La siguiente vez que Malcolm visitara Louisiana, seguramente se enteraría de que el niño había muerto hacía tiempo. Incluso hizo apuestas con sus hermanos de la Jauría.

Al día siguiente, Jeremy tomó un vuelo a Baton Rouge, donde encontró al niño, que no tenía idea de qué le había sucedido o desde cuándo era lobo. Había vivido en los pantanos y conventillos, cazando ratas y perros y niños. A tan temprana edad sus cambios eran incontrolables y pasaba de una forma a otra continuamente, lo que casi lo había vuelto loco. El niño parecía un animal aun en su forma humana, desnudo con crenchas de pelo pegoteado y uñas como garras.

Jeremy llevó al niño a su casa y trató de civilizarlo. Resultó que la tarea era tan imposible como civilizar a un animal salvaje. Lo más que se puede hacer es domarlo. Clay había vivido tanto tiempo como licántropo que no recordaba haber sido humano. Se había vuelto lobo, más lobo de lo que sería ningún licántropo normal, dominado por los instintos más elementales, la necesidad de cazar para conseguir comida, de defender su territorio y proteger su familia. Si Jeremy dudaba de eso, el primer encuentro de Clay con Nicholas terminó con sus dudas.

De niño, Clay no quería tener nada que ver con niños humanos, de modo que Jeremy había arreglado un encuentro con uno de los hijos de la Jauría, pensando que Clay quizás iba a sentirse más dispuesto a aceptar a un compañero de juegos que, no siendo aún licántropo, al menos tuviera esa sangre en las venas. Como dije, se separaba de sus madres a los hijos de la Jauría y los criaban sus padres. Más aún, los criaba toda la Jauría. A los chicos se los mimaba. Tal vez era para compensarlos por la vida difícil que tenían por delante, pero más probablemente fuera porque se buscaba crear los vínculos necesarios para mantener unida a la Jauría. Los niños muchas veces pasaban las vacaciones de verano yendo de una casa a otra, pasando todo el tiempo posible con los “tíos" y «primos" que serían sus hermanos de Jauría. Dado que la Jauría nunca era numerosa, por lo general tampoco había más de dos muchachos de la misma edad. Cuando Clay vino a vivir con Jeremy sólo había dos hijos de la Jauría menores de diez años: Nick, que tenía ocho, y Daniel Santos, que estaba por cumplir los siete, precisamente la edad que Jeremy le asignó oficialmente a Clay. Nick sería el primero de sus compañeros de juegos. Quizá Jeremy era hijo de su mejor amigo. O quizá ya había visto algo en Daniel que lo hizo pensar que no sería buen compañero de juegos. Más allá de cuál fuera el motivo, la elección de Jeremy tuvo Consecuencias a lo largo de toda la vida de los tres chicos.

Pero ésa es otra historia.

Antonio trajo a Nick a Stonehaven y se lo presentó a Clay, esperando que los dos chicos se fueran a jugar a los policías y ladrones o algo así Según narra Antonio, Clay se paró un momento evaluó al muchacho mayor y más alto, luego saltó, aprisionando a Nick contra el suelo, apretando su garganta con el brazo, y Nick se hizo pis en los pantalones. Molesto por el poco valor de su adversario, Clay decidió dejarlo vivir y pronto descubrió que podía usar a Nick como muñeco para golpear; chico de los mandados y seguidor devoto. Lo que no quiere decir que nunca hayan jugado a los policías y ladrones, pero cuando lo hacían, fuera cual fuese el rol de Nick, siempre terminaba amordazado, atado a un árbol y a veces abandonado.

Eventualmente Clay aprendió a controlar mejor su instinto, pero incluso entonces era una batalla contra su propia naturaleza. El instinto dominaba a Clay. Había aprendido trucos que podía emplear si se le daba una noticia anticipada de las cosas, como por ejemplo que se oyera a cazadores en las tierras de propiedad de Jeremy a cierta distancia. Pero si no mediaba tal alerta, lo dominaba la ira y explotaba, con lo que a veces ponía en peligro a la Jauría. Por inteligente que fuera, no podía controlar su instinto. A veces yo pensaba que eso le hacía más dura la cosa, ya que tenía inteligencia como para darse cuenta de que se estaba haciendo mal, pero sin poder evitarlo. Otras veces me imaginaba que si de veras era tan inteligente, tendría que haber sido capaz de controlarse. Quizá no ponía suficiente empeño. Esa última explicación era la que más me gustaba.

Cuando Jeremy y Antonio volvieron de su charla, nos trasladamos al estudio, donde Jeremy explicó la situación. Había un hombre lobo en Bear Valley. La historia del perro salvaje era una explicación plausible de los vecinos, que buscaban desesperadamente una respuesta. Al fin de cuentas, se habían encontrado huellas de canino en torno del cadáver. La forma del crimen también era canina, con la garganta destrozada y el cuerpo devorado en parte. Por supuesto que nadie podía explicarse cómo era que la joven andaba por el bosque de noche, con pollera y tacos altos. Parecía que la mató un perro, y los vecinos decidieron que era así. Nosotros sabíamos que no.

El asesino era un licántropo. Todos los indicios estaban allí. Lo sorprendente era que aún estuviera en Bear Valley, que hubiera llegado alíL ¿Cómo había logrado uno de los piojosos acercarse tanto a Stonehaven? ¿Cómo había matado a una mujer local antes de que Jeremy y Clay supieran que estaba allí? La respuesta era simple: complacencia. Pasados veinte años desde la última vez que un licántropo llegó más al norte de la ciudad de Nueva York, Clay había relajado su vigilancia. Jeremy había monitoreado la cosa en los papeles, pero prestó más atención a los eventos en otras partes del territorio de la Jauría. De esperar problemas, habrían sido quizás en Toronto o Albany, donde Logan tenía un departamento, es en la región de las montañas Catskills, donde estaba la casa de los Sorrentino, o en Vermont, donde vivía Peter. Pero no cerca de Stonehaven. Nunca cerca de Stonehaven.

Cuando desapareció la mujer que luego fue encontrada muerta, Jeremy se enteró, pero no le prestó atención. La desaparición de humanos no era algo inusual. No había ningún indicio de que la desaparición tuviera algo que ver con un licántropo. Pero hacía tres días habían encontrado el cuerpo de la mujer. Para entonces ya era demasiado tarde. Ya había pasado la oportunidad de despachar al intruso de forma rápida y segura La gente del pueblo ya se había alzado en armas por la desaparición. Cuando se encontró el cuerpo, aparecieron las armas. En pocas horas los cazadores ya estaban recorriendo el bosque, buscando depredadores, humanos o caninos. Por más que fuera respetado en la comunidad, Jeremy no dejaba de ser un foráneo, alguien que vivía allí pero se mantenía al margen del resto. Durante mucho tiempo la gente de Bear Valley y sus alrededores había respetado la privacidad de los Danvers, alentados por las grandes sumas que llegaban de Stonehaven cada Navidad para mejoras en la escuela o una nueva biblioteca o lo que filera que necesitara financiar el consejo de la ciudad. Pero cuando aparecía un peligro, la naturaleza humana llevaba a buscar un foráneo. No tardarían mucho en mirar a Stonehaven y sus habitantes generosos pero misteriosos, y decirse: Saben, en realidad no los conocemos, ¿No es cierto?