– No hace falta. Puedo tomar un taxi o el…
– Ya no -dijo-. Ya le dije a mamá que le pidiera a Diane. Ya no te dejarán irte sin acompañante. -Hizo una pausa. -Realmente no quise abandonarte. ¿Estás sobreviviendo?
– Muy bien. Todos me tratan muy bien, como siempre.
– Me alegro. Volveré a casa a las siete. No prepares nada. Compraré comida hecha. ¿Caribeña?
– No te gusta la comida caribeña.
– Estoy castigado. Te veo a las siete. Te quiero.
Cortó antes de que pudiera decir nada.
– Tendrías que haber visto los vestidos -decía Diane mientras me llevaba a mi departamento-. Horribles. Como bolsas con agujeros para los brazos. Los diseñadores deben pensar que para cuando necesitan un vestido de madre de novia a las mujeres va no les importa cómo se ven. Encontré un vestido azul marino hermoso probablemente pensado para la nueva esposa joven del padre de la novia, pero la cintura era demasiado ajustada. Pensé en no comer una semana para poder usarlo, pero no. Es cuestión de Principios. Ya tuve tres chicos, me gané esta panza.
– Tiene que haber algo mejor -dije--. ¿No has buscado en tiendas que no sean para casamiento?
– Es lo que voy a hacer. En realidad pensaba Pedirte que me acompañaras. La mayoría de mis amigas piensan que las bolsas con agujeros están bien. Camuflaje para gente madura. Y mis hijas no quieren nada que no les permita exhibir el aro en el ombligo.
¿'Te molestaría? 'Te invito a almorzar. Con tres martinis incluidos.
Reí.
– Con tres martines, cualquier vestido se verá bien. Diane sonrió.
– Es mi plan. ¿Sí?
– Seguro.
– Qué bien. Te llamo, y hacemos una cita.
Condujo hasta la rotonda delante de mi departamento. Abrí la puerta y entonces recordé que debía ser amable.
– ¿Quieres subir a tomar un café?
Estaba segura de que me daría alguna excusa, pero en vez de eso dijo:
– Seguro Una hora más de paz antes de volver a la trinchera. Además de que tendré la oportunidad de reñir a mi hermanito por dejarte hoy en medio de los tiburones.
Me reí y le indiqué dónde podía estacionar.
LLAMADO
Tal vez he dado la impresión equivocada haciendo tanta bambolla acerca de mi deseo de vivir en el mundo humano, como si todos los licántropos se separaran de la vida humana. No lo hacen. En realidad y por necesidad, la mayoría de los licántropos viven en el mundo humano. Si no desean crear una comuna en Nuevo México, no tienen alternativa. El mundo humano los provee de alimento, techo, sexo y otras necesidades. Sin embargo, aunque vivan en el mundo, no se consideran parte de él. Ven la interacción con humanos como un mal necesario, con actitudes que van del desprecio a la risa apenas disimulada. Son actores que hacen su papel, a veces disfrutan de su momento en la escena pero por lo general se sienten aliviados de dejarla. Yo no quería ser así. Quería vivir en el mundo humano y, en la medida de lo posible, ser auténtica al hacerlo. No elegí esta vida y no me iba a entregar a ella, renunciando ¿a todos los sueños de mi futuro, sueños mediocres y ordinarios de tener un hogar, una familia, una carrera y, por sobre todo, estabilidad. Nada de eso era posible siendo mujer loba.
Yo me crié en hogares adoptivos. Malos hogares adoptivos. Como de niña no había tenido una familia, estaba decidida a crear una. Al convertirme en licántropo, se liquidaron esos planes. Pero aunque no pudiera tener marido e hijos, eso no quería decir que no pudiera cumplir parte de aquel sueño. Estaba haciendo carrera en el periodismo. Tenía un hogar en Toronto. Y estaba formante una familia, aunque no una familia tradicional, con Philip. Hacía suficiente tiempo que estábamos juntos como para que empezara a pensar que era posible lograr un poco de estabilidad. Me sentía muy afortunada de haber encontrado a alguien tan normal y buena persona como Philip. Yo sé que soy difícil, temperamental, discutidora, para nada la clase de mujer que le interesaría a Philip. Por supuesto que no me comportaba así con Philip.
Ocultaba esa parte de mi -la parte de mujer loba-, con la esperanza de poder ir deshaciéndome de ella, como si fue librarme de una piel vieja. Con Philip tenía la oportunidad de reinventarme, convertirme en la clase de persona que él cree que soy. Que por supuesto es exactamente la clase de persona que yo quiero ser.
La Jauría no entendía por qué elegí vivir entre humanos. Las reacciones iban desde la exasperación y la sonrisa, como si fuera una adolescente en medio de un estallido rebelde, hasta la creencia de que me infligía un autocastigo al vivir con una especie inferior. No podían entenderlo porque no son como yo. Primero, yo no nací mujer loba. La mayoría de los licántropos sí, o al menos llevan la sangre en sus venas al nacer y viven su primer Cambio cuando maduran. La otra manera de convertirse en licántropo es ser mordida por uno de ellos. Pero son pocas las personas que sobreviven a la mordida del licántropo. Los licántropos no son ni estúpidos ni altruistas. Si muerden, buscan matar. Si muerden y no logran matar, acechan a su víctima hasta terminar el trabajo. Es una simple cuestión de Supervivencia. Si una es una mujer loba o un licántropo que ha logrado asimilarse cómodamente en un pueblo o ciudad, lo último que quiere es un nuevo licántropo, medio enloquecido suelto en su territorio, matando gente y llamando la atención. Aunque alguien logre escapar luego de ser mordido, son mínimas las posibilidades de sobrevivir. Las primeras veces el Cambio es un infierno para el cuerpo y la mente. Los licántropos hereditarios crecen sabiendo lo que les toca y tienen a sus padres para guiarlos. Los licántropos mordidos se las tienen que arreglar solos. Si no mueren por la tensión física, la tensión mental los lleva a suicidarse o a hacer suficiente alboroto como para que los encuentre otro licántropo y acabe con su sufrimiento antes de que puedan causar problemas. Por eso no hay muchos licántropos por ahí. Según el último censo, había treinta y cinco licántropos en el mundo. Un total de tres no hereditarios, incluyéndome a mí.
Yo. La única mujer loba existente. El gen del licántropo se transmite a través del linaje masculino, de padre a hijo, de modo que una mujer sólo puede convertirse en licántropo si es mordida y logra sobrevivir, lo cual, tal como dije, es muy raro. Y en consecuencia no sorprendente que yo sea la única mujer loba. Mordida a propósito, convertida a propósito en mujer loba. Increíble en realidad que haya sobrevivido. Al fin de cuentas, cuando hay una especie con tres docenas de machos y una hembra, la hembra se vuelve un premio a disputar. Y los licántropos no solucionan sus disputas jugando al ajedrez. Tampoco tienen tradición de respetar a las mujeres. Las mujeres cumplen dos funciones en el mundo del licántropo: sexo y comida o, si se sienten cansados, sexo seguido de comida. Si bien dudo de que algún licántropo vaya a tener ganas de comerme a mi, soy un objeto irresistible para satisfacer la otra urgencia primaria. Me fui por decisión propia, me hubieran violado hasta matarme en el primer año. Por suerte no me dejaron sola. Desde que me mordieron, estaba bajo la protección de la Jauría. Toda sociedad tiene su clase dominante. En el mundo de los licántropos, es la Jauría. Por motivos que no tenían nada que ver conmigo y sí con el estatus del licántropo que me mordió, yo fui parte de la Jauría desde el momento en que me convirtieron. Me fui hace un año. Me separé de ellos y no iba a volver. Dada la opción entre ser humana y mujer loba, elegí ser humana.
Philip trabajó hasta tarde al día siguiente. Esperaba su llamada diciendo que llegaría tarde, cuando entró al departamento con la cena.
– Espero que tengas hambre -Dijo, dejando una bolsa de comida india sobre la mesa de la cocina.
Estaba hambrienta a pesar de haber comido dos salchichas en un puesto callejero camino a casa. Eso me había reducido el hambre, de modo que ahora bastaría con una cena normal. Otro de los millones de trucos que había aprendido para acomodarme a la vida humana.