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Fuimos hacia la cama. Nuestros pies se enredaron y caímos a la alfombra. Una vez en el suelo, tomé la camisa de Clay y la jalé hacia arriba, pero tenía sus brazos en derredor y no podía soportar que me soltara, como si un segundo en el que se rompiera el contacto pudiera hacerme caer de vuelta en el temor y la conmoción. Tomé su camisa por detrás y la desgarré. Cuando el material se rompía, dejé de jalar. Era mucha molestia, tiempo perdido. Llevé mis manos a sus jeans, abrí su bragueta y deslicé las manos sobre sus caderas. Sin dejar de besarme, se tos sacó a las patadas, luego trató de quitarme los míos. Quité sus manos y me saqué yo misma los pantalones. Cuando estaba empujándomelos hacia abajo, Clay me arrancó la ropa interior y la lanzó a un lado. Su mano pasó de mi trasero al interior de mis muslos. Metió los dedos dentro de mí.

– No -dije, sacándole la mano.

Lo tomé y lo hice penetrarme. Se abrieron sus ojos. Empecé a moverme contra él. Cuando se retiró para tomar impulso y volver, lo aferré de las caderas y lo hice quedarse quieto.

– No -jadeé-. Déjame a mí.

Se sostuvo quieto sobre mí. Arqueé las caderas y me froté contra él. Sentí oleadas de pura sensación. Tiré la cabeza hacia atrás y lo jalé hacia abajo, luego arriba. Encima de mí, Clay tomó aire. Lo sentí temblar y lo alejé para poder verlo. Mientras yo me movía, él tenía sus ojos fijos en los míos, con la punta de la lengua entre los dientes, luchando por mantenerse quieto. Me lancé contra él y me sostuve allí, gozando del control, la sensación de tomar el control luego de haberlo perdido tan completamente hacía pocas horas. Llevé una mano a su pecho y la sostuve contra su corazón. Podía sentir vida latiendo bajo mis dedos.

– Bueno- susurré

Clay se enterró en mí y lanzó un quejido. Yo me arqueé para encontrar su cuerpo. Nos movimos juntos unos minutos. Cuando sentí que venía el climax, me retiré. No quería cederlo aún.

– Espera -dije agitada-. Sólo espera.

Cerré los ojos y tomé aire. Su olor era abrumador, casi me bastaba para llegar a mi punto más alto. Apreté mi rostro contra el hueco de su hombro e inhalé con avaricia. Cuando lo aspiraba, el mundo pareció detenerse y la mezcla de sensaciones se deshizo hasta permitirme experimentarlas una por una. Podía sentir todo, el movimiento de los bíceps de Clay bajos mis manos mientras se sostenía sobre mí, el sudor que caía de su pecho al mío. La presión rasposa de su media contra mi pantorrilla, la leve pulsación de él dentro de mí. Quería mantener todo así hasta que lo tuviera grabado en la memoria. Eso es lo que sentirse viva significa.

Me apreté más, escuché su quejido y mi propia respuesta. La perfección del momento se desvaneció en una repentina necesidad de alcanzar otra clase de perfección, otra imagen perfecta de la vida.

– Ahora -dije-. Por pavor.

Clay inclinó su rostro hacia el mío y me besó con fuerza míentras se movía dentro de mí. Sentí las olas del orgasmo que crecían, las saboreé en su beso. Me enredé en él, mis piernas con las suyas, los brazos atrayéndolo hacia mí. Justo cuando me perdía en él, salió del beso y extendió las manos para enredarlas en mi pelo. Pero no retiró su cabeza. Mantuvo su rostro sobre el mío, los ojos tan cerca que no veía más que azul.

– No vuelvas a asustarme así -dijo ronco-. Si te perdiera… No puedo perderte.

Llevé mis manos a su pelo y lo besé. Volvió a detenerme en la mitad del beso.

– Promételo -dijo-. Prométeme que nunca correrás un riesgo así.

Se lo prometí y él inclinó su rostro hacia el mío para besarme, mientras dejábamos que todo vestigio de control desapareciera.

Jeremy golpeó a la puerta antes de que la luz del amanecer hubiese penetrado a través de los árboles fuera de mí ventana. Clay abrió los ojos, pero no intentó moverse ni responder.

– Los necesito á ambos abajo -dijo Jeremy a través de la puerta cerrada.

Miré a Clay y esperé que contestara No lo hizo.

– Ahora -dijo Jeremy.

Clay se quedó callado otros treinta segundos y luego gruñó:

– ¿Por qué?

Lodito con un tono que nunca le habla oído usar con Jeremy. También desconcertó a Jeremy y durante varios largos segundos no contesté.

– Abajo -dijo finalmente-. Ahora.

Los pasos de Jeremy se alejaron por el corredor.

– Estoy cansado de esto -dijo Clay, quitándose las mantas y haciéndolas a un lado-. No estamos llegando a nada. Lo único que hemos hecho es perseguirnos la cola. Perseguir, escapar, perseguir, escapar. ¿Y qué hemos logrado? Murió Logan, mataron a Peter y casi te matan a ti. Ahora estás en peligro, y mejor que él esté pensando qué hacer.

– Es así -nos llegó la voz de Jeremy desde la escalera-. Por eso les pido que bajen.

las mejillas de Clay se pintaran de rojo. Había olvidado que Jeremy podía escucharlo tan bien desde el pie de la escalera como desde la puerta del cuarto. Murmuró algo que sonó a disculpa y salió de la cama.

Antonio y Nick ya estaban en el estudio, comiendo de un plato de fiambres y quesos. Cuando entramos, Jeremy puso café junto al sofá para nosotros.

– Sé que estás preocupado por Elena, Clayton -dijo Jeremy cuando nos acomodamos. Todos lo estamos. Por eso la voy a mandar a otra parte.

– ¿Qué? -me enderecé-. Un momento. Sólo porque anoche me asusté no significa…

– No eres la única que se asustó anoche, Elena, Daniel te tiene en la mira y ahora parece que Le Blanc también. Uno te quiere capturar. El otro quiere matarte. Realmente crees que voy a esperar a ver cuál de los dos tiene éxito? Perdí a Logan y perdí a Peter. No quiero perder a nadie más. No voy a correr ni el riesgo más remoto de perder a nadie más. Cometí un error ayer al dejar que fueras con nosotros sabiendo que Daniel quiere atraparte. No voy a cometer otro error permitiendo que te quedes un día más.

Miré a Clay, esperando que él también protestara, pero sostenía el café a medio camino de sus labios, mirando la tasa como un adivino que buscara respuestas en el fondo. Pasado un instante, dejó la taza, sin probar el café. Incluso Jeremy lo miró y esperó una discusión, pero no la hubo.

– Extraordinario -lije-. Un ataque de pánico y ya soy una carga que hay que poner a resguardo. ¿Sabré donde me vas a ocultar? ¿O no puedes confiarme esa información?

Jeremy siguió con el mismo tono.

– Vas al último lugar que se le ocurriría a los callejeros. De vuelta a Toronto.

– ¿Y qué carajo voy a hacer allí? ¿Esconderme mientras los hombres libran batalla?

– No estarás soja. Clay irá contigo.

– jUn momento! -Me puse de pie de un salto. -¿Es una broma verdad? -Me volví hacia Clay. Él no se movió. -¿No lo escuchaste? Di algo, carajo.

Clay se quedó callado.

¿Qué tenemos que hacer en Toronto? -pregunté-. ¿Escondernos en un cuarto de hotel?

– No, harás ni más ni menos que lo que habitualmente haces. Volverás a tu departamento, retomarás tu trabajo si quieres, volverás a las viejas rutinas. Eso es lo que te tendrá a salvo. Lo conocido. Conoces tu edificio, las calles por las que caminas, los restoranes y los negocios que frecuentas. Estarás en mejores condiciones de detectar peligros potenciales. Y estarás cómoda

¿C6moda? -se me escapó la saliva entre los labios. No puedo llevar a Clay a mi departamento. Lo sabes.

Clay alzó la cabeza como si saliera de un sueño.

– ¿Por qué?

Al mirarlo a los dos, advertí que no sabía que estaba viviendo con Philip. Abrí la boca para decir algo, pero la mirada en su rostro me impidió hablar.

– Tendrás que deshacerte de él -dijo Jeremy- lo llamas y le dices que se vaya.

– ¿Deshacerte de quién? ¿Llamar.,? -Clay se detuvo. Un gesto descompuesto pasó por su rostro. Me miró durante un largo momento. Luego se puso de pie y salió del cuarto.