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Jeremy tiene más talentos que ninguna otra persona que yo conozca y en mayor medida que nadie. Podía hablar y traducir más de una docena de idiomas, podía poner un hueso en cabestrillo y hacerlo sanar como nuevo, podía pintar escenas que yo ni siquiera podría imaginar. Y podía detener a un lobo de cien kilos con una mirada Pero no sabía ni mierda de las relaciones afectivas.

– Gracias -dije cuando Nicholas y Antonio se fueron-. Muchas gracias

– Creí que él lo sabía. -dijo Jeremy

– ¿Y si no era así? ¿Decidiste humillarlo delante de Nick y tonio?

– Dije que creí que él sabía.

– Bueno, lo sabe ahora, y tendrás que arreglarlo con él.

– No vendrá a Toronto conmigo, si es que voy.

– Te irás y él también. En cuanto a ese hombre, él se mudó a tu casa, ¿verdad? Era tuyo el departamento.

No pregunté cómo lo sabía Jeremy. Y tampoco contesté.

– Entonces puedes pedirle que se vaya -dijo Jeremy

– ¿Tomo el teléfono y lo llamo y le digo que volveré mañana y que quiero que para entonces ya no esté?

– No veo por qué no.

Contesté con una risa áspera y dije:

– No se termina por teléfono con alguien con el que una está viviendo. No se corta toda relación de un momento para otro. No se da veinticuatro horas para ise de un departamento, al menos no sin una maldita buena razón.

– Tú tienes una buena razón.

– Eso no es… -me detuve y negué con la cabeza-. Déjame ponerlo en términos que puedas entender. Si yo lo llamo y le digo que se terminó, él no va a irse. Querrá una explicación, y se quedará hasta recibir una que lo satisfaga. En otras palabras, él va a causar problemas. ¿Es ésa una razón suficientemente buena?

– Entonces no termines con él. Vuelve.

– ¿Con Clay también? Jamás en mi vida Si tienes que enviarme con una niñera, envía a Nick. Él se comportará adecuadamente.

– Clay conoce Toronto. Y nada lo distraerá de protegerte. Jeremy caminó hacia la puerta -Te reservé asiento en un vuelo de la tarde temprano.

– No voy a…

Jeremy ya se había ido.

Clay fue el siguiente con el que discutió Jeremy. No los espié, pero hubiese tenido que salir de la casa para no escucharlos. Y dado que la conversación tenía que ver con mi futuro, no veía motivo para no escuchar. A Clay no le gustaba el arreglo más que a mí. Su instinto más fuerte era proteger a su Alfa y no podía hacerlo desde unos cientos de kilómetros de distancia. Desgraciadamente, el instinto de obedecer a Jeremy era casi igual de fuerte. Mientras los escuchaba batallar -con Clay protestando en voz lo suficientemente elevada como para ahogar la tranquila insistencia de Jeremy- yo rezaba para que Clay ganara y se le permitiera quedarse con los demás. Jeremy se mantuvo firme. Yo iba a irme y, dado que Clay era responsable de haberme introducido en esta vida, era responsable de asegurar mi supervivencia.

Me quedé en el estudio echando humo. Entonces me decidí No volvería a Toronto y no me llevaría a Clay conmigo a ninguna parte. Nadie pedía obligarme a eso.

Salí al corredor, tomé mis llaves y mi billetera de la mesa y salí por la puerta del garaje. Iba a dar la vuelta a mi auto, pero me detuve. ¿A dónde iría? ¿A dónde podía ir? Si me iba, no podría volver a Toronto ni a Stonehaven. En vez de escoger entre dos vidas, estaría abandonando ambas. Apreté las llaves y me lastimé la palma de la mano con el metal. Tomé aire y cerré los ojos. Pero si me quedaba, tendría que obedecer a Jeremy. Nadie podía tener semejante poder sobre mí. No iba a permitírselo.

Al dar la vuelta al auto, escuché el frote de la suela de goma de un zapato sobre el cemento y alcé la vista para encontrarme con Jeremy parado junto a la puerta del acompañante, que ya tenía abierta

– ¿A dónde vamos? -preguntó con calma

– Me voy.

– Así lo veo. Y tal como te pregunté, ¿a dónde vamos?

– No vamos… -Me detuve y miré en derredor del garaje.

– El auto de Clay está allí -dijo Jeremy, con la voz aún tranquila y controlada-. Tienes las llaves, pero no el control remoto de la alarma. El Explorer está afuera. No tienes que pasar la alarma, pero está a quince metros, El Mercedes está más cerca, pero no tienes las llaves. ¿Corremos hasta el Explorer? ¿O prefieres correr por la salida y ver si puedes dejarme atrás?

– No puedes…

– Si que puedo. No te vas. La jaula sigue estando ahí abajo. Y no vacilaré en usarla.

– Esto no es…

– Sí, es terriblemente injusto. Lo sé. Nadie te haría esto en el mundo humano, ¿verdad? Entenderían que tienes derecho a matarte.

– No voy a…

Si te vas sola de aquí, te estarás suicidando. No te dejaré hacerlo. Te vas a toronto con Clay o te encierro aquí hasta que aceptes.

Tiré las llaves al suelo y di la espalda a Jeremy. Pasado un minuto, dije:

– No me obligues a llevarlo. Sabes cómo he tenido que esforzarme para crearme una vida allí, Siempre dijiste que lo apoyarías, aunque no estés de acuerdo. Envíame a otro lugar o envía a otro conmigo. No me hagas ir allí con Clay. Va a destruir todo.

– No lo haré.

La voz de Clay era tan suave como la de Jeremy, tanto así que dudé, pensando que había confundido a Jeremy con Clay. Cuando me di vuelta lentamente, Jeremy ya no estaba y Clay se encontraba parado junto al auto. La puerta de la casa se cerró.

– Protegerte es lo más importante para mí ahora -dijo Clay-. No importa lo enojado que esté, eso no cambia las cosas. Puedo encajar en ese mundo, Elena. Que no lo haga no quiere decir que no pueda. He estudiado y practicado para encajar desde los ocho aoos. Durante quince años no hice más que estudiar la conducta humana. Cuando lo entendçi y supe que podía encajar, dejé de intentarlo. ¿Por qué? Porque no es necesario. Mientras pueda modificar mi conducta en público lo suficiente como para no tener que preocuparme de que me ataquen turbas con balas de plata, será suficiente para Jeremy y el resto de la Jauría. Si hiciera más, me estaría traicionando. Y no voy a hacer eso sin alguna razón. Pero protegerte es suficiente razón. Ese hombre podrá considerar que no soy la persona más agradable del mundo, pero no tendrá motivo para pensar nada peor. No destruiré nada.

– No te quiero allí.

– Y yo no quiero estar allí. Pero ninguno de los dos puede decidir al respecto, ¿verdad?

Nuevamente se cerró la puerta. Cuando me di vuelta, Clay ya no estaba. Jeremy había vuelto y sostenía la puerta abierta. Lo miré con odio, luego desvié la mirada y volví a la casa sin decir una palabra más.

Esa tarde, Clay y yo nos encontrábamos en un avión rumbo a Toronto.

DESCENSO

Esto iba a ser una catástrofe.

Al ganar altura el avión, mi ánimo cayó a pique. ¿Por qué le permitía a Jeremy hacerme esto? ¿Sabía cuánto iba a arruinar mi vida? ¿Le importaba? ¿Cómo podía llevar a Clay al departamento que yo compartía con Philip? ¿Cómo podía hacerle eso a Philip? Iba a llevar al hombre con el que me había estado acostando al hogar del hombre con el que me había comprometido. Cuando escuchaba de gente que había hecho algo así, meter a un amante de contrabando en sus hogares como ama de llaves, niñera, jardinero, siempre me había provocado repulsión y desprecio. El que hiciera eso era una basura en bancarrota moral… lo cual era una buena descripción de cómo me veía yo a mí misma en ese momento.

Llamé a Philip esa mañana y le dije que llevaba a un invitado. le expliqué que Clay era mi primo, hermano del que había sufrido el accidente, y le interesaba mudarse a Toronte, así que había aceptado alojarlo una semana mientras buscaba trabajo. Por supuesto que Pihlip se había portado maravillosamente bien, aunque cuando dijo que le gustaría conocer a mis primos sospeché que quería decir invitarlos a cena; no compartir nuestro departamento diminuto.