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Corrí al ropero del corredor y lo abrí. El portafolio de Philip estaba en el lugar habitual y su celular adentro de él. Marqué el 911 en el celular. Dije a la operadora que mi novio estaba herido e inconsciente, que había vuelto a casa y lo encontré así y no tenía idea de si estaba muy herido o cómo había sucedido. No supe si me creyó y no me importaba. Anotó la dirección y prometió una ambulancia. Con eso bastaba

Fui hasta el ropero, tomé una sábana y la hice tiras. Mientras le vendaba a Philip el costado, me acerqué lo suficiente como para oler al que le había hecho esto. El olor que me llegó de su ropa no fue el de Clay, pero si el de alguien que conocía. Y su olor me sorprendió. Thomas Le Blanc Me pregunté cómo me había encontrado, dónde estaba, si volvería, pero no pasé tiempo con preguntas ni con respuestas. La primera prioridad era Philip. Entonces tendría que encontrar a Clay para decírselo.

Verifiqué la respiración y el pulso de Philip nuevamente. Seguía igual. Me incliné sobre él, acuné su cuello en una mano y empecé a alzarlo para ver si tenía más heridas en la espalda. Al acuclillarme, vi algo bajo la mesa del corredor. Una jeringa. Sentí alarma nuevamente.¿Le Blanc le había inyectado algo a Philip? ¿Lo había envenenado? Corrí hasta la mesa. Estaba por inclinarme para tomar la aguja cuando vi el anillo sobre la mesa. Un anillo de oro tan familiar que supe lo que era sin acercarme más. El anillo de matrimonio de Clay. Debajo había un pedazo de papel con una nota escrita a mano. Por un instante, pensé que Clay se había quitado el anillo, que había llegado antes que Le Blanc, se quitó el anillo, escribió la nota, luego me dejó. Alguna emoción comenzó a brotar en mí, pero antes de que pudiera analizarla, advertí que ésa no era la escritura de Clay. Comenzaron a temblarme las manos. Tomé la nota. El anillo rodó. Alcancé a tomarlo antes de que cayera a la alfombra y lo sentí frío. Leí la nota.

Elena.

Motel Big Bean Citano 211. Ma Sana. A tas 10:00.

D.

Me sentí desfallecer. Al inclinarme para tomar la jeringa, ya sabía lo que iba a oler. El olor de Daniel en el émbolo. El de Clay en la aguja

– No -susurré.

Saqué el émbolo y olfateé. Un fuerte olor medicinal, pero no supe qué~-. Veneno, no, me dije. Daniel no usaría veneno. Le Blanc tal vez si, pero Daniel no. Si fuese veneno, habrían dejado a Clay y no sólo su anillo. El anillo y la nota eran una señal. Clay seguía con vida. ¿Seguía vivo? La idea me atravesó como un cuchillo helado, no que estuviera vivo sino que tuviera que pensar siquiera en esa alternativa, que tuviera jamás que pensar en esa alternativa.

– Ay Dios -susurré y vacilé, tomándome de la mesa para no caer.

Cálmate, me dije. Clay está bien. Daniel le dio algo para desmayarlo. Por eso me sentí mareada más temprano, una manifestación del vínculo simpático entre nosotros. Daniel lo drogó a Clay y se lo llevó, pero está bien. Si no, yo lo sabría. Ay Dios, cómo deseaba saber que estaba bien. Volví a mirar la nota. Un encuentro. Daniel tenía a Clay y quería que me viera con él a las diez en Bear Valley. Y si no aparecía…

Dejé caer el papel y corrí hacia la puerta. El cuerpo de Philip seguía bloqueando el paso.

– Lo siento -susurré-. Lo siento mucho.

Me incliné para correrlo. Cuando lo toqué, sus ojos se abrieron y su mano me tomó de la muñeca

– ¿Elena? dijo, mirando confundido, sin poder hacer foco con la mirada.

– Estarás bien -dije-. Llamé una ambulancia.

– Habla un hombre… Dos hombres…

– Lo sé. Te hirieron pero estarás bien. Viene una ambulancia.

– Preguntaban por ti… No les dije. Luego Clayton… Luchó con ellos…

– Lo sé -empezaba a haber pánico en mi voz. Tenía que irme. Ya. -Voy a bajar a esperar la ambulancia.

– No… Podrían estar aquí aún… Buscándote…

– Tendré cuidado. -Traté de quitarme los dedos de Philip de la muñeca pero él apretó. Usando la menor fuerza posible me liberé, luego me puse de pie. Él se levantó unos centímetros y volvió a caer; bloqueando la puerta. Puso una mano en mí pierna

– No -dijo nuevamente- No puedes irte.

– Tengo que hacerlo,

– ¡No!

Sus ojos ardían de fiebre y dolor. Sentí angustia, Yo le había hecho esto. Tenia que quedarme y ayudarlo. Si se enojaba conmigo, la cosa iba ponerse peor. Unos minutos no cambiarían nada. Apreté las manos. Con el anillo apretado en la palma derecha me enderecé. A las diez. Tenia que llegar a las diez. Tenía que irme ahora, Philip dijo algo, pero no lo escuché. Me dominé el pánico.

Tenia que irme. Tenia que irme ya.

Traté de razonar, calmarme, pero era demasiado tarde. Mi cuerpo ya respondía al temor. Un sacudón de dolor me dobló en dos. Fui consciente de que el anillo de Clay caía al piso, de que Philip se inclinaba sobre mi, diciendo algo. Mi cabeza se hundió en mi pecho. Di un alarido que me lastimó la garganta. Me ahogué. Trataba de respiran Mientras me derrumbaba hacia adelante, mis brazos se extendieron para amortiguar la caída. Philip me tomé de los hombros. Traté de alejarme, con la cabeza gacha, pero mis piernas tuvieron un espasmo y mi cabeza se volcó hacia atrás. A través de la bruma del dolor vi el rostro de Philip delante de mí, vi sus ojos, vi la repulsión y el horror. Me soltó y tropecé hacía atrás. Me puse en cuatro patas, hundiéndome en mi misma. Mi espalda se alzó. Se me rasgó la camisa Volví a aullar, un aullido de otro mundo. El Cambio se producía tan rápido y con tanta fuerza que no podía siquiera pensar en detenerlo. Mi cerebro dejó de funcionar. Quedó en blanco, lleno de temor y agonía, Mi cuerpo se convulsionó una vez y otra vez, con ataques tan fuertes que temía romperme en dos y no me importó, consciente de que terminaría con el dolor. Entonces terminó.

Alcé la cabeza y supe que era loba. Hubo un momento de cansancio total que desapareció rápidamente. En su lugar sentí pánico y terror. Alcé la vista. Philip yacía a unos pasos. Sólo podía ver sus ojos mirándome con horror impotente.

Giré, atravesé corriendo el cuarto, cerré los ojos y me lancé a través de las puertas que daban al balcón. El vidrio explotó. Pedazos de vidrio roto atravesaron mi piel, pero apenas los sentí. Sin pensarlo ni detenerme, salté la baranda del balcón. Por un momento estuve en el aire. Luego di en el pasto tres pisos más abajo. Se me torció la pata izquierda. Sentí dolor en la pierna. Alguien gritó. Yo corrí.

Di la vuelta al edificio y me metí en el garaje subterráneo. Oculta tras el primer auto, me detuve a escuchar si me seguían. No venía nadie. Me sacudí y traté de tranquilizarme y concentrarme. Aunque nadie me persiguiera, estaba atrapada. Mientras estuviese ansiosa y llena de pánico, no estaba segura de poder Cambiar. Y si lo lograba estaría desnuda en un garaje. Quizá pudiera conseguir ropa. ¿Y entonces? Mi billetera con el dinero, las tarjetas y la identificación estaban en el departamento. Sin esas cosas no podría salir de 'Toronto. No sólo necesitaría ropa, sino también volver al departamento. Pero no podía hacerlo. Philip me había visto y la ambulancia llegaría en cualquier momento. Quizá si esperaba… ¿Cuánto tiempo? ¿Cuándo podría volver? ¿Cuánto me llevaría encontrar ropa? La nota de Daniel. 10 de la mañana. La hora límite. La ansiedad volvió a surgir, desalojando todo pensamiento racional.