Miré en derredor enloquecida en busca de un arma, entonces me detuve. ¿Arma? ¿Estaba buscando un arma? ¿Me había vuelto loca? Ya tenía la mejor arma posible. Si sólo tuviera tiempo para prepararme. Me puse en cuatro patas y me concentré. Vagamente escuché a Clay gruñir mi nombre. Me alejé. El Cambio se inició a su ritmo normal. No bastaba. ¡No hay tiempo suficiente! Mis pensamientos se convirtieron en pánico por un momento. Traté de controlarlos, entonces advertí que el Cambio se aceleraba. Dejando de lado todo control, dejé que me dominaran mis temores. Si fracasaba, moriría. Si fracasaba, Clay moriría. Había hecho tan mal las cosas. El temor y el dolor se retorcieron dentro de mí. Me doblé y me rendí a ellos. Hubo un relámpago agónico. Y luego victoria.
Me paré. Vi a Le Blanc inclinado sobre el cuerpo caído de Marsten. Alzaba la mano. Destelló la hoja de la navaja. Le Blanc se detuvo y me miró. Me lancé contra é. Dejó caer el cuchillo y rodó a un costado. Saltó con demasiada fuerza y caí torcida, dando una vuelta de carnero, y me estrellé contra la pared, Para cuando me recuperé, Le Blanc ya no estaba.
Escuché una voz y volteé en su dirección. Marsten se levantaba, tratando de respirar. Señaló la puerta trasera abierta y tosió sangre. Cayó más sangre de los cortes en sus brazos y su pecho. Miré la puerta trasera. No podía dejar escapar a Le Blanc. Una mujer lo había hecho correr. No descansaría hasta lograr su venganza. Marsten dijo algo pero no pude entenderlo. La sangre me golpeaba en los oídos, urgiéndome a seguir a Le Blanc. Iba hacia la puerta. Detrás de mí, Clay se quejó al intentar pararse. Me volví hacia Marsten. No iba a dañarlo con Clay. Agachando la cabeza gruñí. Marsten se quedó petrificado. Movió los labios. Sólo un montón de sonidos incomprensibles. Me agaché más.
– ¡Elena! -dijo Clay
A él sí podía entenderlo. Me detuve. Clay estaba de pie ahora.
– No… pierdas… tiempo -dijo.
Miré a Marsten. Dijo una palabra. Aún no podía entenderlo, pero
podía leer sus labios. Territorio. Era todo lo que quería. Todo lo que le importaba… Había sabido que estaba consciente en el suelo. Le había servido a sus planes. Era un hijo puta traicionero, pero no le haría daño a Clay. Matar a Clay no le daría a Marsten el territorio que quería. Tenerlo vivo y a salvo sí.
Gruñí una vez más a Manen, luego salí corriendo tras Le Blanc.
Fue fácil encontrar su rastro. Ni siquiera tuve que buscar su olor. Podía escucharlo correr en medio de las malezas. Idiota Me lancé al bosque y empocé a correr. Sentí ramas que se me enganchaban en la piel y me golpeaban la cara. Cerré los ojos casi por completo para protegerlos y seguí corriendo. Le Blanc habla abierto una senda en la maleza. La seguí. Pocos minutos más tarde el bosque quedó silencioso. Le Blanc se habla detenido. Habrá advertido que su única esperanza era Cambiar- Alcé la trampa y probé la brisa. El viento del este traía leves rastros de su olor, pero cuando me llegó aire del sudeste, venía cargado do él. Alcé una pata delantera y la dejé caer sobre hojas muertas. El suelo estaba mojado de rocío mañanero y apenas si sonaba a mi paso. Bien. Viré al sudeste y avancé a rastras.
Ya había pasado la noche. El amanecer iluminaba las copas de los árboles y llegaban rayos dispersos de sol al suelo del bosque. Al pasar por un charco de luz, sentí el sol en la espalda y la promesa de un día caluroso de fines de la primavera. Los pastos altos y los arbustos lanzaban su bruma húmeda al aire, la tierra fresca de la noche se alzaba para encontrarse con la cálida mañana. Inhalé la humedad, cerrando los ojos para disfrutar del limpio olor a nada. Un azulejo comenzó a cantar a mi izquierda. Una mañana hermosa. Volví a inhalar, bebiendo el aire, sintiendo que el temor de la noche cedía a la excitación de la caza. Aquí se terminaría. Todo terminarla en esta mañana hermosa.
Cuando sentí la respiración de Le Blanc, me detuve. Inclinó la cabeza para escuchar. Estaba agachado detrás de unos matorrales, respirando con dificultad mientras Cambiaba. Avancé lentamente hasta encontrarme al borde de su claro y miré a través de los pastos. Tal como supuse por la altura del sonido de su respiración, estaba agachado. Pero me equivocaba respecto de una cosa. No estaba Cambiando. Ni siquiera se había desvestido. Sentí un temblor de excitación. Él tenía miedo, pero en vez de entregarse al miedo, luchaba con el Cambio. Metí el hocico entre los pastos y bebí el sabor de su miedo. Eso me levantó la temperatura, convirtiendo el entusiasmo en algo parecido a la lujuria. Le Blanc podía asustarme en el estacionamiento del aeropuerto, pero éste era mi terreno.
Le Blanc se acomodó y se inclinó hacia delante para mirar desde su lugar “Usa el olfato”, pensé. "Olfatea y sabrás la verdad". Pero no lo hizo. Llevó una pierna hacia atrás. La rodilla le sonó y se quedó congelado, respirando agitado. Movía la cabeza de un lado a otro, escuchando y mirando. Alzó la navaja, la abrió y luego esperé a que el sonido me llevara a él. Algo más allá un gato o un zorro o algo igualmente pequeño y silencioso. Le Blanc se tensó, alzando el cuchillo. Idiota. Me estaba cansando de esto. Quería correr. Quería cazar. Retrocedí una docena de pasos. Luego alcé el hocico y aullé. Le Blanc saltó del matorral y corrió. Yo lo perseguí.
Le Blanc me llevaba la delantera. Lo dejé mantenerla. Anduvimos entre los arbustos y los árboles, saltando troncos, pisoteando flores silvestres y haciendo que dos faisanes se lanzaran al cielo. Siguió avanzando hacia lo profundo del bosque. Finalmente dejó de correr. Cuando advertí que ya no podía oírlo, desemboqué en un claro. Algo me cortó la pierna trasera y caí hacia adelante en el pasto. Al caer me di vuelta y vi a Le Blanc parado detrás, con las piernas separadas, en pose de luchador que espera la siguiente vuelta. Hizo una mueca y dijo algo. No necesitaba oírlo para saber lo que decía. Ven a buscarme. Sentí un enorme placer. Realmente era un idiota.
Sin vacilar, me agaché y salté sobre él. No me molesté en tratar de evitar la navaja. No importaba. Sentí que la hoja me cortaba levemente el costado del cuello y se deslizaba sobre mi hombro. La sangre se derramó caliente sobre mi piel. Pero no era un chorro y el dolor no era más que una pequeña molestia. Mi piel era demasiado gruesa. El cuchillo sólo me rasguñó. El brazo de Le Blanc retrocedió para lanzar otro ataque, pero ya era demasiado tarde. Ya estaba sobre él. Cayó hacia atrás, y la hoja saltó de su mano para ir desaparecer entre los árboles. Cuando mi cara quedó frente a la suya, se le abrieron los ojos. Conmoción. Incredulidad. Temor. Me permití beber en su derrota un largo instante. Entonces le abrí la garganta de una dentellada.
PREPARADA
Jeremy, Antonio y Nick aparecieron finalmente en la cabaña. Entraron cuando yo utilizaba las ligaduras de Clay para atar a Marsten. Naturalmente Jeremy estaba increíblemente impresionado por lo bien que había manejado yo las cosas por mi cuenta y juró no dejarme nunca afueera de nada. Sí, claro. En realidad sus primeras palabras no las puedo repetir. Entonces dijo que si alguna vez yo volvía a hacer algo tan estúpido, él… bueno, esa parte tampoco, la puedo repetir aunque Clay, Antonio y Nick la repitieron rápidamente, agregando cada uno sus propias amenazas. Así, el alma valiente que salvó el día tuvo que irse con el rabo entre las piernas, sentada en el asiento trasero de su propio auto. Pudo ser peor podrían haberme puesto en el baúl. En realidad, Nick lo sugirió, pero sólo bromeaba… creo.
Jeremy le dio a Marsten su territorio. Wyoming para ser precisos. Cuando Marsten se quejó, Jeremy ofreció cambiar por Idaho. Marsten se fue murmurando algo acerca de sombreros de diez galones y pantalones de vaquero. Por supuesto que no se conformaría con retirarse a un rancho. Volvería en busca de un territorio más adecuado a su estilo de vida, pero por el momento sabía que debía cerrar la boca y tomar lo que se le ofrecía.