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– ¿Qué pasa? -preguntó.

– Cuando te tenían secuestrado pensaba que esta historia no tendría un final del tipo "vivieron felices para siempre". Tal vez me equivoqué.

– ¿Felices para siempre? -sonrió-. ¿Para siempre?

– Bueno, quizá no para siempre. Quizá, felices para siempre por un tiempito.

– Podría aceptar eso.

– Felices para siempre por un día o dos. Como mínimo.

– ¿Un día o dos? -Hizo una mueca. -Yo pensaba un poco más. Por supuesto que no para siempre. Quizá sólo ocho o tal vez nueve décadas.

– No fuerces la cosa.

Rió y me alzó en otro abrazo.

– Vamos a trabajar en el asunto.

– Sí -dije, sonriéndole-. Estoy preparada para trabajar en eso.

Kelley Armstrong

***